Como en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en la película Noche en el museo, de Shawn Levy, donde las colecciones cobran vida durante las horas nocturnas, así también las galerías de Tarragona mostraron, en la Nit dels Museus, sus objetos ocultos, en unos casos; su historia menos conocida, en otros, su pasado enterrado.
Este era el punto de unión del Viatge a la Constel·lació Museu, en el que participaban los ocho de la ciudad: CaixaForum; Museu del Port; Nacional Arqueològic; Mèdol Centre d’Arts Contemporànies; El Museu d’Art Modern; el de Història. Casa Canals; Bíblic y Diocesà. Era el primer año sin el Trenet que conectaba la Part Alta con la Baixa. Así es que calzado cómodo y caminatas culturales.
«Por qué tenemos un mamut en Tarragona», se preguntaba Raquel García, guía de CaixaForum Tarragona para, a continuación, desvelar el «secreto». «Alejandro Pérez, biólogo y comisario de la muestra Mamut. El gegant de l’Edat de Gel, quiso adquirir un molar de estos animales. Pero acabó obteniendo todo un mamut, llegado de la Siberia, en una feria en Estados Unidos, en Tucson». Durante la pandemia, a puerta cerrada, entre gran expectación, se abrieron las dos cajas que lo contenían, para descubrir que «estaba completo en un 90%. Sólo había que recomponer algunas pequeñas piezas». Una vez aquí, el mamut, ya más cómodo –distribuido en más cajas– ha viajado por la península e incluso a Palma. En la exposición se muestra en color qué piezas se tuvieron que recomponer.
Si este era el enigma de CaixaForum, también el del Museu d’Art Modern de la Diputació de Tarragona –MAMT– era intangible, en su mayor parte. Allí, Anna Catà se remontó a los orígenes del edificio. «En la segunda mitad del siglo XVIII eran tres viviendas. En una de ellas, tras la expulsión de los jesuitas, se instaló la familia Martí. Allí residió Antoni Martí i Franquès durante cuatro décadas. Años después, uno de sus sobrinos compraría dos viviendas más». Con el tiempo, en el actual Museu se instalaría la Escola d’Art, «uno sin la otra no se entiende». Como complemento, ayer se exponía La Tabacalera, de Tomás Olivar, pintada en 2008. Con 18 años, Olivar fue alumno de la primera promoción de la Escola.
Una de las joyas de la noche era la visita al refugio de la Guerra Civil, habilitado detrás de la Casa Canals y que era la sorpresa que guardaba el Museu d’Història. El Mèdol, por su parte, se trasladó desde el viernes a La Tabacalera, con una doble propuesta: por un lado, la segunda edición de Digital Aftell All y, por otro, tener la oportunidad de cruzar las puertas de la antigua fábrica de tabacos.
Para celebrar sus 25 años, el Museu del Port se centró en su reserva y el Nacional Arqueològic (MNAT) proponía una actividad de recreación histórica inspirada en el mosaico de la cúpula del conjunto romano de Centcelles.
Performances para familias y a medianoche –MAMT–, música en directo –CaixaForum–, talleres infantiles con un toque marinero –Museu del Port y Arqueològic–, visitas guiadas y teatralizadas fueron algunas de las actividades que dieron vida de forma gratuita a la noche tarraconense. En ella, sin necesidad del artefacto egipcio mágico del film de Shawn Levy, los objetos salieron a la luz y antiguos relatos olvidados se susurraron al oído bajo el lema El futuro de los museos en comunidades en cambio constante.