Ana Belén, un regalo de la vida

La artista enamoró a los asistentes a su concierto, el domingo en el Parc Sant Jordi de Reus. Por ella no pasa el tiempo

02 julio 2019 06:40 | Actualizado a 02 julio 2019 06:44
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Una vez me dijeron que medio país y gente de varias generaciones está enamorado de Ana Belén. ¿Cómo no estarlo? Absolutamente todos los que el domingo llenaron el Parc Sant Jordi de Reus para asistir al concierto de este mito abandonaron el recinto boquiabiertos por la figura y la voz de una mujer que, sin lugar a dudas, tiene un pacto con el diablo. A sus 68 cumplidos, esta encarnación de la elegancia en el más amplio sentido de la palabra no solo no envejece, sino que mantiene intacta toda su capacidad para enamorar. 

El domingo lo hizo nada más salir al escenario. Propuso un recorrido por un mapa emocional con canciones de su nuevo disco, Vida, que alternó con los temas de siempre, con canciones que ya forman parte de la banda sonora de este país y que fueron ampliamente celebradas por un público entregado. Un público, por cierto, entrado en canas.
Pero si su aspecto –apareció sencilla, con un vestido rojo que le besaba los pies– sorprendió, el tono de su voz encandiló. Allí, en pleno directo al aire libre, Ana Belén sonaba como si estuviera en un estudio de grabación. Su voz tampoco se ha visto mermada por el paso del tiempo.

En absoluta complicidad con su banda, a cuyo piano estaba su hijo, David San José, Ana Belén cumplió su objetivo y condujo a los asistentes al concierto a un viaje cargado de emociones y recuerdos. 

No faltaron en su repertorio temas escritos por algunos amigos, como Rozalén –una reivindicación del derecho de la mujer a decir ‘no’–, ni un homenaje a Luis Eduardo Aute –Las cuatro y diez–, ni un llamado a la humanidad con los inmigrantes con una canción-nana –Cuentos para dormir, escrita por su hijo– cantada por una madre a su pequeño antes de partir en una patera, a la que siguió Contamíname, ya convertida en un himno del mestizaje. Pero fueron los temas más conocidos los que con más fuerza fueron ovacionados. Desde mi libertad, Yo también nací en el 53, A la sombra de un león, La salida no es por ahí, No sé por qué te quiero, Lía, Derroche... erizaron la piel de más de uno, si bien fue El hombre del piano la que arrancó el mayor aplauso. Una ovación que continuó con Sólo le pido a Dios y que ya no se apagó en toda la noche. 

«A sus 68 cumplidos, esta encarnación de la elegancia no solo no envejece, sino que mantiene intacta toda su capacidad para enamorar»

La banda, una canción festiva y alegre, puso fin a una velada intensa y que dejó a todos los asistentes con tan buen sabor de boca que todos salían de allí con una sonrisa. Ni siquiera los mosquitos, «que más que picar nos están mordiendo», según bromeó la propia Ana Belén  y corroboró con un gesto su hijo David desde el piano, afectaron al personal. 

Al final, la gente abandonó el Parc Sant Jordi de forma ordenada y con esa sensación de haber asistido a un espectáculo mayor, al concierto de una artista con mayúsculas, una diosa de la escena que mantiene intactos el timbre y el tono de voz, como si el tiempo no pasara por ella. 

Ana Belén cantó también el tema, incluido en su nuevo disco, La vida es un regalo. El domingo lo fue. 

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