El Carnaval de Reus busca un lavado de imagen y reducir el consumo de alcohol

Este año el Ayuntamiento pondrá puntos de agua en la Rua de Lluïment, donde se acumulan unas 20.000 personas

16 febrero 2020 11:30 | Actualizado a 19 febrero 2020 09:04
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Comparsas, participantes habituales y la Federació Reusenca d’Associacions de Carnavals (FRAC) coinciden en una cosa: el carnaval de la ciudad –que se celebra del 20 al 26 de febrero– debe dejar de asociarse con el macrobotellón. En esta línea, el cartel de las fiestas de este año hace crítica al ‘alcoholismo’ instaurado: inspirado en los Looney Tunnes, muestra un chico disfrazado de Bucks Bunny con dos botellas de alcohol perseguido por un cazador, la FRAC.

La intención de minimizar el alcohol tiene su continuidad en el Ayuntamiento de Reus, que este año ha unido concejalías de Salud y Cultura para plantear distintas actuaciones intencionadas como la introducción de puntos de agua en la rúa del sábado y en la plaza Mercadal, donde se celebra la noche de baile, o impulsar el curso de manipulador de alimentos.

«Ha pasado a ser un macrofestival en el que te encuentras más gente que no paga de la que sí», explica Marta que lleva más de 10 años en comparsas

Desde que el año 2016 cuatro ‘collas’ fueron multadas por incumplir normas que evitaran la masificación y el incivismo, en la Rua de Lluïment se han ido definiendo unas pautas hasta llegar a la limitación de la participación a 50 comparsas con un máximo de 250 inscritos cada una. Los miembros de la FRAC también se comprometieron a adaptar las carrozas, que deben pasar a ser remolques legalizados y con la ITV en regla. Algo que se espera cumplir, al completo, en 2022. Sin embargo, este trabajo de varios años de poco ha servido para quitar el sinónimo de «botellón móvil» al Carnaval de Reus, provocado especialmente por la Rua de Lluïment del sábado, donde se llegan a acumular más de 20.000 personas.

Hacia una rúa más sobria

Carnaval de Reus, 1898. El diario conservador Crónica reusense comenta los concurrídisimos bailes de máscaras celebrados la noche del domingo en las distintas sociedades recreativas. A juicio del redactor, las fiestas tuvieron un único lunar: "La ausencia casi por completo de las señoritas pertenecientes a las clases más pudientes de nuestra sociedad, como también la de nuestras lindísimas y airosas menestralas...

«Cada año va a peor. Ha pasado a ser un macrofestival por la calle en el que te encuentras a más gente que no paga de la que sí», explica Marta. Lleva diez años viviendo esta festividad en varias comparsas y resalta que los participantes no son los culpables de tal incivismo: «Pagamos por tener nuestro espacio, beber tranquilos y pasarlo bien, pero nos encontramos con treinta personas por el medio que no van con tu disfraz y que te impiden poder acceder a la carroza con facilidad».

Marta considera que las medidas impulsadas por el consistorio y la FRAC son insuficientes: «Mientras se siga viendo a la gente hacer botellón y no se haga nada, todo seguirá lleno de jóvenes tirados por la calle», y añade: «No sé si una fuente cambiará nada».

Las comparsas apuestan por vallar el recorrido y limitarlo o trasladarse al centro de la ciudad

Oriol Calabuig forma parte de la junta de la comparsa ‘El Dit de la Llaga’. Explica que la mayoría de carrozas disponen de seguridad, camareros y un control del consumo del alcohol en menores: «Las collas de dentro de la fiesta tenemos seny, incluso las más jóvenes», valora. Según Calabuig, las distintas comparsas llevan tiempo planteando soluciones como vallar el circuito y que solo pueda participar quien pague o cambiar el recorrido para dejar los paseos, donde llevan 22 años, y volver a pasar por el centro para así evitar un circuito circular y repetitivo con muchos espacios por el medio donde se suelen generar esos botellones. Algo que es más fácil que pase si todas las carrozas están en regla.

«El carnaval empieza dos meses antes, con mucho trabajo con los amigos o la familia. Lo que quieres es despreocuparte del día a día y estar con los tuyos», recalca Oriol. Por ello aplaude otra de las novedades, trasladar el baile posterior de la Guerra de Confeti de la Palma a la Mercadal y adelantarlo media hora: «Ayudará a separar quien se lo quiere pasar bien de quien quiere follón».

¿’Tot s’hi val’?

«Per carnaval tot s’hi val, pero ahora ya tienes que poner un interrogante detrás», dice Pere Turellols, presidente de la FRAC. Él defiende el carácter «participativo y mediterráneo» de la celebración en Reus y pide tiempo para rehacer la imagen del Carnaval: «Hemos intentado mejorar la base de seguridad, el alcohol, el civismo y los urinarios». Después de 20 años en la junta, considera que el desprecio que recibe el Carnaval no es justo: «Se nos ha criticado por los disfraces, pero tienen que ver con el poder adquisitivo, nos adaptamos a lo que hay», señala.

Albert Salas, reusense enamorado del Carnaval y participante de la Colla Pesigolla, cree que hay que apostar por otro tipo de actos y ofrecer «una alternativa sana y con valor real. Las fiestas se han banalizado y masificado y se sacan de contexto a cambio del beber por el beber, pero, ¿dónde queda el valor cultural?».

Salas defiende el cariz participativo del modelo reusense y señala que «hay que encontrar un equilibrio de la festividad con la cultura, la sátira y la crítica política». Es por ello que lamenta que desde las organizaciones no se apueste más por los actos que no son la rúa del sábado y domingo.

Esta defensa del modelo también se entiende desde el Ayuntamiento. El Concejal de Cultura, Daniel Recasens, apunta que «no queremos cambiar el modelo, sino revisarlo. Se trata de encajar una fiesta tradicional y un acento propio».

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