El proceso a un presidente y el veredicto a una leyenda

Reus Deportiu. Nueve años después de las elecciones que desataron el caso, llega el juicio contra Sabater por el uso de las tarjetas de crédito

29 noviembre 2020 10:06 | Actualizado a 29 noviembre 2020 10:31
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La muerte de Maradona ha mostrado con crudeza las paradojas que supone juzgar la dimensión de un genio del deporte y confrontarla con la del ser humano que lleva dentro. La casualidad ha querido que una semana después del juicio final a uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos se celebre el juicio penal a uno de los más grandes de otro deporte.

Más allá de esta coincidencia temporal, si a Joan Sabater hubiera que compararle con alguien, creo que sería con otro astro argentino, Alfredo Di Stéfano. El pequeño mundo de Reus no es Madrid, ni el hockey sobre patines tiene la trascendencia del fútbol, pero las figuras de Di Stéfano y Sabater tienen muchas cosas en común. Ambos cambiaron la historia de sus clubes; ambos lideraron a dos grandes equipos hacia un palmarés sin parangón; ambos eran dos virtuosos que forjaron sus carreras empujados por un carácter fuerte y ganador.

La saeta rubia alcanzó la celebridad universal gracias a sus cinco copas de Europa consecutivas con el Real Madrid y forma parte del Olimpo del fútbol pese a no haber conseguido ningún éxito a nivel de selecciones. Sabater puede presumir de seis copas de Europa consecutivas con el Reus Deportiu y de tres campeonatos del Mundo con España. Es difícil para los que no lo vivieron hacerse una idea de la repercusión de esos triunfos en un país por entonces huérfano de títulos mundiales más allá del hockey, y donde los clubes tampoco eran capaces de ganar competiciones internacionales en otros deportes, a excepción del Real Madrid. 

Ambos personajes ostentaron también la presidencia de sus clubes, si bien Di Stéfano lo fue a título honorario –detentó ese cargo simbólico hasta su fallecimiento en 2014–, mientras que Sabater fue presidente electo y ejecutivo del Reus Deportiu durante 15 años. Cuesta imaginar a Di Stéfano sentado ante un tribunal con el Real Madrid ejerciendo de acusación particular. De hecho, eso nunca sucedió. En cambio, al as del hockey su gestión le llevará al banquillo de los acusados de la Audiencia de Tarragona.

Valga este paralelismo entre dos leyendas de sus respectivos deportes para ilustrar el impacto ciudadano del juicio contra Sabater, un personaje que trasciende del ámbito deportivo, ya que ha sido diputado al Congreso,  concejal del Ayuntamiento, empresario... Para varias generaciones, uno de los reusenses más conocidos, dentro y fuera de la ciudad.

La fractura de 2011

La vista oral, que comenzará el próximo miércoles, tiene todos los ingredientes para ser el juicio del año. Una escena impensable hasta 2011, cuando Sabater perdió las elecciones a la presidencia frente a Mònica Balsells, que le superó por sólo siete votos en los comicios más reñidos y concurridos de la historia del club.

Nueve años después de esa fractura –que dio pie al caso–, el tribunal debe dictaminar si Sabater hizo un uso indebido de las tarjetas de crédito que tenía asignadas para gastos relacionados con sus funciones de presidente. La Fiscalía y la acusación particular sostienen que algunos de los pagos efectuados, como clínicas de adelgazamiento, compras en centros comerciales y reintegros en cajeros automáticos, eran para finalidades particulares, mientras que para la defensa son lícitos.

La Fiscalía pide para el expresidente dos años de prisión como autor de un delito continuado de apropiación indebida y solicita que indemnice al club con 75.683 euros, que es el importe del perjuicio económico que considera  acreditado. Por su parte, la acusación particular –que ejerce la directiva rojinegra representada en la llamada Associació d‘Amics del Reus Deportiu– pide cinco años de cárcel y 157.000 euros de indemnización.

Los actuales responsables del Reus Deportiu amparan su postura en la defensa de los intereses de la entidad y la recuperación del perjuicio ocasionado, a lo cual no caben objeciones, como tampoco a la exigencia de la máxima ética en la gestión de cualquier asociación. Sin embargo, no hacen ningún favor a esa causa frases como aquella de la presidenta Balsells en Canal Reus: «Espero que Sabater sea culpable». Más allá de las heridas dejadas por el conflicto, una cosa es manifestar el afán de ganar el juicio en beneficio de la entidad y otra expresarlo deseando el descrédito del mayor mito deportivo del club.

Desconozco si en algún momento ha existido voluntad o posibilidad de acercamiento. Intuyo que este camino era difícil porque Sabater siempre ha percibido el caso como un ultraje y no va con su personalidad hacer concesiones al rival. Es estéril darle vueltas a ese temperamento suyo, que también impregnó su presidencia, porque sin él no habría sido lo que fue en las pistas, ni habría llevado al equipo de una pequeña ciudad a dominar el hockey mundial.

En este sentido, el veredicto de la historia sobre su inmensa figura ya está dictado y la posteridad no le recordará por este penoso asunto, acabe como acabe.

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