«El voluntariado en Reus funciona»

Entrevista | Acogida y acompañamiento. La entidad, a pesar de pausar la actividad por la Covid-19, continua reforzando el sentimiento de comunidad en la capital del Baix Camp para con los inmigrantes

18 julio 2020 09:00 | Actualizado a 20 julio 2020 08:06
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Xavier Sirolla es el director de la Fundació Josep Pont i Gol, una entidad canónica del Arquebisbat de Tarragona con sede en Reus creada, en su día y de forma conjunta, por las parroquias, comunidades religiosas y Cáritas Interparrioquial de Reus. Uno de sus objetivos es promocionar a los jóvenes y a las mujeres, especialmente inmigrantes.

Otra de las metas de la entidad, «con 25 años de trayectoria», remarca el director, es garantizar la acogida de aquellas personas que vienen de fuera a vivir a la ciudad. Potencian también el factor formativo, prestando clases de forma voluntaria y no reglada. A través de una serie de programas, los asistentes aprenden la lengua, la cultura y socializan con otros grupos. Un rasgo que califica Sirolla como «imprescindible» para fomentar el sentimiento de comunidad en Reus.

La Fundació Josep Pont i Gol lleva más de veinte años en marcha. ¿En qué punto se encuentra?

A causa del coronavirus, hemos tenido que pausar todos los programas que teníamos en activo en nuestras zonas de influencia en la ciudad, que son el barrio Fortuny, Montserrat y Sant Josep Obrer. Atendemos a colectivos vulnerables como jóvenes y mujeres, con lo que habilitar la vía telemática ha sido imposible. Lo hemos detenido todo. Recientemente, tuvimos una reunión y decidimos esperar a ver cómo evoluciona el asunto hasta septiembre, el período de las inscripciones.

Es director desde 2011, ¿qué balance hace?

Comencé siendo patrón, después voluntario y por último director. Entré en un momento económico complicado para la Fundació que, en sus inicios, pasó por momentos mejores con personal fijo y profesores titulados. Por aquel entonces, me prejubilaba y supe que era el momento. Aunque no venía del sector social ni educativo, me gusta ayudar a la gente y es gratificante. Es una tarea de voluntarios y hay muchas personas que aprovechan su jubilación y echan una mano. A lo largo de los últimos 25 años, se han impulsado numerosas iniciativas, siempre adaptadas a la realidad del momento y a las ayudas a las que pudiéramos optar.

¿Cuántos voluntarios son?

Ahora mismo, aunque inactivos por la situación sanitaria actual, somos unos 15 voluntarios para mantener el funcionamiento de las clases y, si sumamos los integrantes de la junta, llegamos a 20 en total. Además, contamos con la colaboración de las hermanas carmelitas vedrunas y las hijas de Sant Josep. El voluntariado en la ciudad funciona y la gente está dispuesta a acoger.

Una de sus premisas es que hacen sitio a los que no tienen, además promocionan a jóvenes y mujeres. ¿A través de qué programas trabajan todo esto?

Actualmente, nos dedicamos a la alfabetización de inmigrantes mayores de 18 años que se inician en la lengua –en el marco del programa Comunicació entre cultures–; hacemos repaso para jóvenes de entre 6 y 16 años –ligado al proyecto Aixeca’t–; y, talleres de costura para mujeres. Años atrás, llegamos a incorporar comedor social, fruto de la colaboración con Cáritas y la concejalía de Benestar Social del Ayuntamiento de Reus. Fue temporal

¿Cuántas personas se benefician de estos programas?

Nos basamos en las matrículas, que ascienden a las 326 aproximadamente. Es un número que ha ido al alza, aunque por cuestión de aforos no tenemos capacidad para aceptar a más. En el programa Aixeca’t, pueden haber unos 40 alumnos y los profesores (procedentes de todo tipo de oficios) les imparten los conocimientos básicos de la lengua. En las clases para adultos, por otro lado, dividimos a la gente en 15 grupos de 20 personas.

Es más importante que nunca que, además de ayudar a los jóvenes, se tenga en cuenta a las mujeres inmigrantes...

Es un pilar para nosotros. Incidimos en la importancia de la acogida, pero también del acompañamiento. Las mujeres, dejando a un lado el cuidar de los hijos y del hogar, necesitan tener una parcela en la que interactuar con otras mujeres, que socialicen y compartan experiencias por su propia cuenta, que sean libres. En nuestro taller de costura, hay algo más de 20 máquinas. Además, como nuestra sede fue un centro educativo, hay mucho material que hemos aprovechado.

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