«La polio paralizó mi cuerpo, pero no mis pensamientos»

Cándido Álvarez, músico y químico

27 junio 2021 05:45 | Actualizado a 27 junio 2021 05:48
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Músico, químico, doctor en bioquímica por la URV y coordinador de Salut Pública en el Ayuntamiento de Reus, donde reside desde hace más de dos décadas. Para Cándido Álvarez, natural de Ermua (Vizcaya), la vida sigue siendo un constante aprendizaje. «Todavía no he llegado a conocerme, por lo que de mayor quiero saber quién soy», dice este reusense de adopción para quien la sombra de la polio –enfermedad que le diagnosticaron con tan solo nueve meses de edad, en 1962, y de la que todavía tiene secuelas– sigue estando muy presente. «Mi madre me dio la vida dos veces: cuando me parió y cada día cuidándome», asegura, mientras tiene palabras de agradecimiento por «tener la fortuna de estar rodeado de un ‘clan’, que son mi familia y mis amigos, a quien le importo, me aprecia y me cuida. Es lo mejor que me ha podido pasar en la vida». 

Por esta razón, Cándido Álvarez aprecia cada oportunidad y cree «en la crítica permanente, como motor para explorar nuevas posibilidades a lo que parece obvio en la vida», mientras «la autocrítica me resulta un ejercicio de reflexión sobre si es posible hacer las cosas de otra manera». Por esta razón, rompe una lanza a favor de despedazar esa idea de «hacer lo que uno cree que esperan de él, porque es una visión limitante de nuestras posibilidades». 

De este proceso de autoconocimiento, asegura que todavía nos cuesta aprender de los errores del pasado. «Sería un gran paso para la humanidad que incorporáramos, de una manera más rápida, los aprendizajes del pasado», afirma, aunque también reconoce que «es emocionante volverse a enfrentar a algunas situaciones y repetir los errores». Y es que para Cándido Álvarez «delante de un reto, no hay una única salida, hay muchas; aunque al elegir una estamos abandonando las demás. Por todo ello, aboga por «no transmitir exclusivamente los éxitos, sino también los fracasos, es decir, lo que importa es cómo nos enfrentamos a los retos, más que las soluciones».

Sobre la salida que escogió para afrontar la polio dice que «no ha habido ‘la elección’, sino que he ido tomando pequeñas decisiones, marcadas por mi manera de ser». En este sentido, asegura que la polio paralizó mi cuerpo, pero no detuvo el movimiento de mis pensamientos». 

Como músico, se inició como cantautor a finales de los 70, y bandas como Piskerra, El Perro Verde, y Kandi i el que son y Medusa entre otros, le han acompañado en su periplo sonoro. Para Cándido Álvarez «es más placentero el proceso de creación que la obra final, es decir, es mucho más divertido disfrutar de la construcción de una canción que darla por finalizada, ya que la obra en sí existe mientras la construyes y cuando la acabas se acaba el juego». Y es que a la manera de ver la vida de Cándido Álvarez «estamos en el mundo para jugar».  
Así, como creador, su aspiración pasa porque su legado musical «inquiete, interrogue y movilice al receptor, y si en este proceso reconstruye la obra, el placer será máximo, porque entonces volvemos al origen y al gozo de seguir creando, es decir, estás delante de una nueva oportunidad». 

Así, para Cándido Álvarez es importante agitar el interior y cambiar la mirada. «Como sociedad nuestra mirada es horizontal, aunque la mía está desequilibrada por el peculiar caminar que me dejó la polio», asegura y reconoce que «por ello he tenido que mirar mucho más el suelo que otra gente, para no perder el equilibrio, así que cada vez que levanto la cabeza descubro cosas nuevas». 

Por esa razón, distingue que «duelen más los efectos emocionales que los físicos. «El trauma interior cuesta más de sobrellevar aunque, más que superarlo, hay que entenderlo, convivir con él y acomodarlo», afirma. Sobre el espacio que ocupa el perdón dice que es «enorme». «Cuando uno perdona, a menudo, se está perdonando a sí mismo, ya que como humanos nos cuesta entender que otro humano nos pueda hacer mal», afirma.

Asimismo, quiere romper cualquier barrera existente contra las personas con discapacidad. «Hemos construido una sociedad muy agresiva, que trabaja, con una energía diaria, renovada y enorme, para discapacitar a personas, tanto física como mentalmente o emocionalmente», asegura y añade que «no hay capacidad que resista sociedades discapacitantes». Por ello, defiende la equidad y se pregunta «cómo pensamos que nos juzgará el futuro si no somos capaces de garantizar los derechos básicos de las personas, como la vivienda o una vida digna». Por último, confiesa que «me inquieta pensar en la falta de empatía de quienes ejercitan el poder, perpetuando el dolor entre los más vulnerables, cuando este sufrimiento es evitable». 

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