Nace una nueva comunidad en Reus: los padres/madres de manifestantes

La abundante presencia de adolescentes en todos los actos de protesta concita la presencia, solidaria o vigilante, de sus mayores

19 octubre 2019 07:01 | Actualizado a 26 noviembre 2019 08:59
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Lo normal era encontrarse a las puertas de La Fábrica si salían por Reus. O de La Cage o la Flash Back si habían quedado en Salou. O al final de un concierto de fiesta mayor en cualquier pueblo del Baix Camp. Es el sufrido gremio de padres y madres de adolescentes que hacen sus primeras incursiones en la vida nocturna. Pero las cosas hace tiempo que dejaron de ser normales en este país, y esta semana el punto de encuentro se ha trasladado a un lugar insospechado: los alrededores de la comisaría de la Policía Nacional de Reus, fin de trayecto habitual de la mayoría de manifestaciones convocadas tras las duras condenas dictadas por el Tribunal Supremo contra los líderes del proceso independentista. 

Venidos para sumarse a la protesta, para hacer labores de vigilancia o ambas cosas a la vez, padres y madres de algunos de los numerosos menores allí congregados toman posiciones en segundo término, atentos a la evolución de los acontecimientos, no sea que las criaturas se metan en medio del fregado o reciban alguna torta si las cosas se complican.

Pueden distinguirse fácilmente cuando empiezan las primeras carrerillas, porque mientras la masa recula, ellos permanecen firmes en sus puestos. Y también cuando los más exaltados intentan saltar las vallas o provocan enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Entonces avanzan posiciones. Lo más común en estos casos es ordenar a los hijos/hijas que se retiren hacia la retaguardia. Y que se quiten de una vez la capucha y el pañuelo de la cara, aunque esta es una batalla perdida porque contra las modas en el vestir no se puede luchar.  

¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? El ritual no dista mucho del que precede a otras salidas, pero en este caso los argumentos son más convincentes: la rebelión contra las injusticias perpetradas por los poderes del Estado, la defensa de los derechos y libertades, la lucha por sus incipientes ideales políticos... O al menos eso dicen. En fin, que si el chaval/a quiere empezar a ejercer sus responsabilidades cívicas no es cuestión de cortarle las alas. La decisión no puede ser otra que darles un poco de cancha. Al fin y al cabo, seguramente se la tomarían igual. ¿Y con quién dices que vas a la mani? 

Y el ritual de la hora de volver a casa tampoco difiere del de cualquier salida nocturna: los padres siempre llaman o aparecen cuando mejor se lo están pasando. Por fortuna, en este caso no hace falta ir a recogerlos con el coche a las tantas de la madrugada, sino que se puede volver a casa paseando y a la hora de cenar. 

Llama la atención la abundante presencia de adolescentes en todos los actos de protesta convocados en Reus. La máxima expresión han sido los cortes de la vía férrea a la altura de la avenida 11 de Setembre, protagonizados mayoritariamente por estudiantes de instituto.

Como es evidente, el asunto genera intranquilidad en los padres, porque esto de cortar vías y carreteras no es una verbena –especialmente para los perjudicados–, pero también ha animado la convivencia familiar. En la mesa, por unos días, los más jóvenes de la casa han dejado de estar absortos con el móvil y han empezado a contar las aventuras callejeras vividas desde que se conoció la sentencia del Supremo. 

Desde luego, una de las características más singulares del proceso independentista es que se ha tratado de una intentona revolucionaria muy familiar. Tanto que hasta ha alumbrado el citado espécimen del padre/madre de manifestante, que no me extrañaría que fuera un producto genuinamente catalán. 
Por suerte, el lunes vuelven a clase.

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