La historia de Hajar Hir (28 años) y su marido, Reda Bekouri (26), le puede sonar conocida a cualquiera que haya vivido un parto. La pareja, que tiene otro niño de dos años, estaba esperando a que en este segundo embarazo las contracciones fueran más seguidas para ir al hospital. Tenían miedo de que los regresaran a casa porque ambos viven en Prades y su hospital de referencia es el Sant Joan de Reus, a una hora en coche.
Fue el domingo pasado y lo que no sabían es que cuando se decidieron a ponerse en marcha Amir ya venía de camino. Cuenta Reda que tuvo claro que tenía que parar el coche cuando Hajar comenzó a gritar y a decir que tenía necesidad de empujar. En ese momento, Reda, que había parado en Conudella de Montsant, llamó a emergencias y le dijeron que entrara al CAP, donde había un médico y una enfermera de guardia porque la ambulancia iba a tardar unos 20 minutos en llegar.
Al entrar al CAP allí le estaban esperando Jesús Valerio, médico, y Mònica Chichierchia, enfermera. Esta última, cuando le avisaron, cuenta que «primero escuché que venía un paro y no, ¡era un parto!».
De un nacimiento a un infarto
Y es que, como explica Valerio, «el trabajo en un CAP rural es así, resolvemos de todo. El año pasado atendimos a dos personas con infartos masivos que se han recuperado y ya están trabajando... Tenemos limitaciones de recursos, pero podemos hacer una primera atención y derivarlos donde corresponda».
El parto de Hajar lo atendieron en la camilla convencional. Chichierchia explica que cuentan con una caja del tamaño de una caja de zapatos con el material estéril para atender un parto, pero nunca les había tocado usarla. Hace unos años una comadrona le había dado una formación al respecto, «pero hasta ahora yo solo había visto partos en el hospital».
Valerio, por su parte, estudió medicina en su Venezuela natal, donde acompañaba a su padre, también médico, en sus visitas a domicilio. Allí hizo dos años de residencia en cirugía antes de llegar a España, donde cursó la especialidad de medicina de familia. «Esa es una de las ventajas del médico de familia, que tenemos que tocar muchos palos; también tenemos formación en trabajo de parto», explica.
«En un CAP rural atiendes desde un parto a un infarto», relata el médico Jesús Valerio
Solo con ver a Hajar y escuchar las primeras explicaciones quedó claro que el parto era inminente. En menos de 15 minutos todo había terminado sin incidencias. Amir nació sano y pesó tres kilos. Al terminar todo el proceso, madre e hijo fueron trasladados al hospital, aunque ya están en casa. Reda dice que no tienen palabras para agradecer la atención que recibieron «y el trato tan amable».
El día a día en un CAP rural como el de Cornudella (que cubre a siete pueblos del Priorat) suele ser, no obstante, bien diferente. Hay mucha población mayor a la que hacer seguimiento por enfermedades crónicas y, si hace falta, también atender a domicilio. Hay desde pediatría a cuidados paliativos y los fines de semana, además, se suman quienes van a hacer deportes de aventura y tienen algún accidente.
Las circunstancias, como reconocen Valerio y Chichierchia, muchas veces son estresantes, pero la recompensa es buena. «Me encanta mi trabajo, aunque a veces esté cansada o agobiada, cuando llego se me abre el cielo», dice ella.
Todo un caso a destacar teniendo en cuenta que en Catalunya uno de cada cinco equipos de atención primaria en el ámbito rural son de difícil cobertura. La circunstancia, de hecho, llevó en febrero al Departament de Salut a realizar un plan de incentivos económicos para animar al personal sanitario a ir a trabajar allí.
