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Calle de Santa Teresa de Reus: presumir de un público diferente

Para muchos de los negocios de la zona, se convirtió en una oportunidad más asequible sin perder la buena conexión de las calles principales

09 julio 2023 17:10 | Actualizado a 09 julio 2023 17:13
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Si vienes caminando desde el Mercat Central, apenas unas calles más allá, o desde el eje comercial Llovera-Monterols, te encontrarás un primer tramo de la calle mucho más dinamizado y con plena actividad comercial.

Sin embargo, al bajar por la calle de Santa Teresa hacia la de Sant Joan, cada vez son más los locales que cuelgan carteles de ‘disponible para alquiler’.

Mientras estos esperan –vacíos– a que alguien se ‘atreva’ a montar un negocio nuevo, comercios de diferentes sectores (alimentación, textil, estética...) apuestan por mantener la proximidad, intentando que la ‘centralización’ de la compraventa y los nuevos hábitos de los consumidores no condenen su trayectoria, en algunos casos, familiar y de varias décadas.

La competencia, ¿un dilema?

Precisamente, por su ADN local, esos mismos negocios afirman que la competencia frente a grandes superficies les afecta, pero no demasiado. Hasta la fecha, al menos, pues argumentan que sus públicos son diferentes y no pueden ni deben compararse.

«Yo veo bien que haya franquicias porque esas tiendas se rigen por un concepto distinto al nuestro, la gente que compra aquí viene buscando otra cosa», expone Elena, una de las socias de la tienda Kimono de Reus. «Hay diversidad de comercios, me parece que todo es compatible», añade. En un sector bien distinto, la actual propietaria y tercera generación de la Cansaladeria Segarra,

Natàlia Segarra, afirma que ellos tienen «muy clara su filosofía: la calidad del producto». En la tocinería, que abriera sus puertas en 1949, sigue primando el servicio y la elaboración desde cero a partir de materias primas concretas y del territorio. «Hay gente que escoge este tipo de alimentación», evidencia.

Y, ante la competencia del supermercado y la prisa generalizada, historia y tradición. Segarra cuenta que se trasladaron de Prat de la Riba a Santa Teresa en 2014 por la subida de los alquileres, pero «no les ha afectado negativamente porque ya les conocía casi todo Reus, la clientela sigue siendo la misma e, incluso, gente de fuera ya sabía que existían».

Otra vía, también, es fomentar el comercio local. Desde Kimono, «participan de todas las iniciativas comerciales de la ciudad y colaboran con la Cambra de Comerç y en otros actos o charlas», detalla una de sus propietarias. Es más, si algo destaca Elena de su negocio y la elección de ubicación es la tranquilidad y la mano tendida que siempre hay entre vecinos y comerciantes.

Cuidar lo más importante

Valorar positivamente un local menos céntrico, decisión forzada a menudo por las limitaciones económicas, no siempre es fácil. Con todo, vías como la de Santa Teresa, que son colindantes a otras más transitadas, permiten cierto refugio al peatón y un servicio no solo personalizado, sino más pausado.

Ello posibilita «una clientela fija, que siempre se repite, y bastante movimiento, que es lo más importante», como cuenta la propietaria de Kimono. En su caso, además, empezaron el negocio enfocado a un público infantil y, a raíz de las peticiones de las clientas, fueron incorporando ropa para mujeres, hasta ser este su target principal.

Para Natàlia Segarra y el resto de trabajadores de la Cansaladeria es esencial mantener la misma línea que iniciaron sus abuelos. «Siempre hemos preparado el mismo tipo de producto y el cliente ya sabe qué viene a buscar», describe, aunque reconoce, a su vez, que «tienen que saber perfectamente qué vendes y a quién». Con los años, se han ido adaptando a nuevos hábitos, consumidores que priorizan productos ecológicos y otros que necesitan dietas especiales o preparados sin alérgenos concretos.

Ese abanico de posibilidades y el trato cercano, frente a la impersonalización de las grandes cadenas, les da ventaja. Especialmente, como señala Segarra, «en el día a día del cliente, en una compra más específica». Cuenta emocionada que «así como le ha ocurrido a ella como propietaria, la clientela también ha ‘pasado’ de padres a hijos en el barrio».

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