Josep Gil: defender una religiosidad divergente

El sacerdote reusense siempre ha abogado por una visión y un pensamiento poco ortodoxos, desvinculándose de la corriente más tradicional de la Iglesia Católica

19 marzo 2022 18:50 | Actualizado a 20 marzo 2022 06:36
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«No nombrarán Hijos Ilustres a todos los reusenses, pero él es un hombre que tenía una talla intelectual tan importante que se debía valorar». Así justifica Josep María Gavaldà, exalcalde del Catllar, que el Ayuntamiento de Reus decidiese otorgar, en 2016, esta distinción honorífica a mosén Josep Gil i Ribas. Además de su recorrido teológico, el reusense siempre ha intentado que la Iglesia fuese lo más terrenal posible y estuviese cerca de la población, especialmente, cuando en los años 60 impulsó una cierta renovación eclesiástica.

Paralelamente, su labor como capellán de Sant Pau en Tarragona y su vinculación al Catllar le granjeó el título de Hijo Adoptivo en ambas localidades.

Josep Gil no ha tenido una vida fácil, pero eso nunca le frenó para defender sus ideales, aunque ello significase vivir a la contra de lo preestablecido en la Iglesia Católica, al menos, en su vertiente más conservadora.

Nació en Reus, en 1928; se quedó huérfano de padre a los dos años, su hermano murió cuando eran niños, y, en verano de 1937, la Guerra Civil les obligó a su madre y a él a trasladarse a Alforja por los bombardeos. De adolescente, ingresó en el Seminario de Tarragona y, en 1951, fue ordenado sacerdote en Roma, donde también se licenció en Teología. Sin embargo, tuvo que regresar a la Diócesis tarraconense por orden del Cardenal Arriba y Castro.

En esos primeros años nacen sus dos grandes constantes: la exaltación de la figura materna como único nexo con el pasado familiar y una vocación que se verá interrumpida por terceros en numerosas ocasiones. Aun así, Gil aprovechó los cambios que surgieron del Concilio del Vaticano II y se dedicó por completo a la juventud, como una vía para mejorar el sistema desde su ministerio.

Con el tiempo, también llegó a impartir Escatología en la Facultad de Teología de Catalunya y en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas, así como en otros centros y facultades adscritas. Entonces, empezó a reformularse varias cuestiones teológicas y a producir una biblioteca propia, divergente del canon del momento.

‘Eclesiásticamente’ incorrecto

El exalcalde del Catllar apunta que «su preocupación era cambiar la imagen que teníamos de la Iglesia». Y, aunque, no logró sus objetivos, porque es una institución independiente y considerablemente inamovible, Mosén Gil no cesó en su empeño mientras pudo seguir ejerciendo en la Parroquia del municipio.

Es más, «su manera de ser, su pensamiento a la contra de la Iglesia oficial y de los que mandaban en aquel momento, hicieron que no llegase a tener nunca un cargo diocesano importante», afirma Gavaldà. Josep Gil fue pionero en promover la ordenación de la mujer y romper con la indisolubilidad del matrimonio, reconociendo el divorcio y otros aspectos doctrinales que fundamentalmente «confrontaban a la religión más tradicional», destaca el tarraconense.

De hecho, su vocación pastoral se trasladó al ámbito literario teológico a través de una treintena de libros, siendo sus Memorias la publicación más reciente. Él mismo las presentó el pasado mes de septiembre en El Catllar, su lugar de residencia desde hace cuarenta años. Esta autobiografía, según señala Josep María Gavaldà, sí es «eclesiásticamente correcto», una opción totalmente lícita para un personaje polémico dentro de la Iglesia que ha decidido plasmar la totalidad de sus experiencias vitales a los 93 años.

Para mosén Gil, El Catllar siempre ha sido ‘su pueblo’ y, además de ser rector de su parroquia en dos momentos distintos, le ha dedicado casi media vida. Es innegable su trabajo de restauración en el Templo de Sant Joan: «hizo unas obras de rehabilitación del interior muy importantes que dudo que se hubiesen hecho de no ser por él», añade el exalcalde del municipio.

Gavaldá, en concreto, sigue manteniendo una gran amistad con él, desde que en los años sesenta fuesen alumno y profesor en el Instituto de la Rambla Vella. Ahora, explica que era un hombre religioso diferente a los demás y, por ello, «dejó huella en muchos de aquella generación».

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