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    La lucha de Isaura contra un trastorno alimentario: «Ya no necesito tener otro cuerpo para ser feliz»

    Isaura Rovira, vecina de Reus, tiene 31 años y desde los 12 arrastra cuadros de bulimia, anorexia y atracones. Está en tratamiento para superar el problema: «Antes buscaba la validación en las redes sociales»

    29 noviembre 2023 20:27 | Actualizado a 30 noviembre 2023 12:50
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    Isaura Rovira tiene 31 años y sufre trastorno de conducta alimentaria desde los 12. «En Primaria ya había algunas conductas de comparación, pero luego llegó la ESO y fue peor. Parecía que si no tenía el cuerpo que yo creía ideal nunca llegaría a nada», arranca un relato de casi dos décadas, con subidas y bajadas: «Luego vino la idealización del cuerpo. Con 14 la anorexia estuvo diagnosticada. Luego pude recuperar las ganas de comer pero después caí en la bulimia, y así estuve nueve años, con atracones».

    Quiso romper con ello y a los 21 se fue a vivir a la Vall d’Aran. «Fue un poco para huir de aquí. Allí estuve cuatro años, y se combinó con depresiones, me sentía muy sola. Seguía teniendo ese mismo pensamiento, creyendo que si tuviese otro cuerpo todo sería más fácil. Le echaba la culpa al cuerpo. La única manera de salir adelante era con atracones y luego la purga», cuenta. Así estuvo con ayudas psicológicas y en tratamiento médico, «pero nunca fue explícito para el TCA, sino siempre muy generalizado».

    Malestar e insatisfacción

    Se fue a vivir a Barcelona con una pareja y en esa nueva etapa apareció una oportunidad: «Mis ganas de salir de la enfermedad y el amor de él me hicieron dejar la purga, el vomitar, y desde 2018 no lo hago, pero los pensamientos siempre han estado: el malestar, la insatisfacción, no querer salir... Empiezo con cada vez más restricciones hasta que pierdo el hambre y voy dejando de comer».

    Ha sufrido anorexia, bulimia o atracones. Lleva dos años en un centro específico de TCA

    También ella se ha visto en la espiral de las redes. «Ese mundo tiene una parte muy negativa». Instagram hacía que yo necesitara subir historias para tener la validación. Cuando peor estaba, subía algo para hacerme sentir bien. Tenías un refuerzo positivo pero duraba un momento. Luego caía al pozo. También accedías a muchas comparaciones de cuerpo, y a dietas. Luego si no me validaban pensaba que no era suficiente. Al final nunca era suficiente».

    «Comía solo una zanahoria»

    Isaura seguía en el agujero. «Acabé comiendo una zanahoria al mediodía. No estaba bien, terminé dejando la relación y con ello se me desmoronaron todos los planes de familia, de ser madre pronto, por ejemplo. Volví a casa de mis padres, ahora sí, con la intención de ir a un centro y volcarme de lleno en la enfermedad».

    En enero hará dos años que ingresó en ITA, para arrancar un largo proceso de recuperación aún inconcluso: «Lo que se ve son los síntomas. Trabajamos lo que había por debajo. Salieron cosas que mi cerebro había olvidado».

    «Parecía que si no tenía el cuerpo que yo creía ideal nunca llegaría a nada»

    Isaura, que se había dedicado a la hostelería y había estado trabajando y estudiando buena parte de esos años, comenzó a ir por consultas externas para combinarlo con su empleo. Empezó a mejorar: «Viví un cambio de cuerpo que ya esperaba, que es normal cuando vienes de épocas en las que casi vives sin comer».

    «Volvía a dejar de comer»

    Hasta que llegó una nueva recaída. «Volví a dejar de comer», recuerda. De pronto perdió su empleo y lo que podía haber sido un golpe anímico se convirtió en algo así como un punto de inflexión. «Hubo como un ultimátum con mi terapeuta. O me curaba o no había nada que hacer. Y fue positivo. Como no tenía trabajo empecé a ir al hospital de día, de 9 a 17h.». Desde ese momento dio pasos de gigante: «He aprendido a comunicar con mis padres, conmigo misma, a saber qué siento, a trabajar con las emociones, saber si estaba triste, interpretar lo que me pasa, y saber por qué».

    Isaura, que vive con su pareja en Reus, avanza firme en su curación: «Es a base de mucha fuerza de voluntad y terapia. Es duro, ya que son muchos años con una rutina, pero voy bien. No necesito tener otro cuerpo para ser alguien, para ser feliz».

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