Los barrios obreros de Reus son los que más inmigración acogen

La población con nacionalidad extranjera es más del 30% en estas zonas, mientras que en otras no alcanza ni el 5%

26 febrero 2022 18:10 | Actualizado a 27 febrero 2022 16:17
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La segregación residencial por nacionalidades es una realidad en todas las ciudades. También en Reus. La población extranjera no está distribuida por todo el municipio por igual, sino que se detectan puntos donde más del 30% de los vecinos son inmigrantes, mientras que en otros barrios, la cifra no alcanza ni el 5%.

¿El motivo de esta segregación urbana? «Básicamente, por factores socioeconómicos», señala Montserrat Soronellas, profesora titular del Departament d’Antropologia, Filosofia i Treball Social de la Universitat Rovira i Virgili (URV). También apunta a factores socioculturales, por el efecto llamada que puede haber por vínculos parentales o de procedencia. «Es una forma de sentirse más próximo a los tuyos», pero remarca que el primer factor y más determinante es el socioeconómico, que «es estructural», señala.

Las zonas de Reus que actualmente tienen altos índices de inmigración son aquellos que históricamente han sido barrios obreros. El Fortuny, por ejemplo, es el barrio con mayor porcentaje de población con nacionalidad extranjera, según datos de 2020 disponibles en el portal Open Data del Ayuntamiento de Reus. Más concretamente, el 33,83% de los vecinos sería inmigrante. «Y cabría saber exactamente qué se contabiliza. Los que tenemos doble nacionalidad, ¿cómo constamos aquí?», se pregunta Issam Oudriss, un joven vecino del barrio Fortuny, segunda generación de origen marroquí.

Coincide que es también esta zona una de las que concentra mayor porcentaje de población infantil. Algo que Soronellas relaciona directamente con la inmigración, «pero se observa que la tasa de fecundación disminuye mucho con las segundas generaciones por las condiciones económicas. Cuanto más se alarga la etapa formativa, menos hijos se tienen».

También la Sardana y la Muralla son barrios con un porcentaje muy elevado de personas con nacionalidad extranjera, superior al 32%. Al otro lado de la balanza: zonas como El Pinar, Sol i Vista, Mineta o Aigüesverds, con alrededor del 5%.

Soronellas explica que lo que se ha producido en los últimos años en los barrios históricamente obreros es una «sustitución étnica» después que parte de la clase trabajadora de mediados del siglo pasado «consiguiera subir con el ascensor social y se mudara a otras zonas». Explica lo sucedido por la tipología de viviendas de este tipo de barrios, con bloques de cuatro o cinco pisos de altura que, en su gran mayoría, no disponen de ascensor, «lo que abarata la vivienda. ¿Quién acaba adquiriendo este tipo de vivienda con menos prestaciones? La gente con menor poder adquisitivo», que acaba siendo, en gran medida, personas inmigrantes.

¿Qué implica esta segregación por zonas? Para Oudriss es la visualización de la diferencia de clases pero, para él, tampoco cambiaría nada una distribución más equitativa. «Los primeros inmigrantes llegaron para trabajar para los de aquí. Se produce una diferenciación entre los que tienen capital y los que trabajan. Se asocia el inmigrante con trabajos más manuales, un rol que, además, muchos autoasumen. Es muy difícil cambiarlo porque son todas las condiciones materiales las que nos llevan a asumir este papel», opina Oudriss. Señala, por ejemplo, que mientras que en las escuelas del barrio, más del 50% del alumnado es descendente de inmigrantes, el porcentaje disminuye drásticamente a medida que avanzan los estudios. «Muy pocos llegan a la universidad por todas estas circunstancias que nos rodean», relata, por la cual cosa ve el denominado ascensor social como «un mito». «Y si ahora, cada vez somos más los que estudiamos en la universidad es porque no tenemos alternativas laborales», puntualiza.

Issam Oudriss está estrechamente ligado a la lucha vecinal. De hecho, es uno de los impulsores del Sindicat de l’Habitatge de Reus y, para él, «nada cambiará hasta que no se acabe con esta dicotomía» que hace que «los ricos sean cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres. La ciudad está cada vez más polorizada», opina.

Para Montserrat Soronellas, el libre mercado conlleva esta segregación urbana. Para redistribuir la población sería, entonces, necesaria la presencia de vivienda pública repartida por toda la ciudad, dando la oportunidad a toda la ciudadanía a acceder a viviendas en buenas condiciones. No obstante, para Oudriss, ni que la distribución de la población de origen inmigrante se igualara por toda la ciudad «no se estaría arreglando el problema de base. Soy segunda generación y sigo siendo inmigrante. Si la causa no cambia, nada cambia», opina.

Volviendo a la distribución de población extranjera por barrios, en las zonas más céntricas, como el Casc Antic, el porcentaje es alrededor del 20%. En cambio, en otras ciudades de la zona, el casco antiguo es donde se producen mayores concentraciones de inmigrantes. «En el centro de Reus lo que se ha producido es una gentrificación comercial. Hay muchas tiendas en los bajos pero con edificios muy vacíos. En cambio, en otras ciudades, el centro se ha degradado y acceden a esas viviendas las personas con menos recursos», describe Soronellas.

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