Los rostros del tercer género de la India

La reusense Anna Lofi expone la muestra ‘Hijras, les filles dels Kinnars’ durante todo noviembre en el Casal de les Dones

19 noviembre 2020 20:39 | Actualizado a 20 noviembre 2020 06:43
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«Cuesta mucho entender ciertos temas cuando conoces una comunidad nueva, porque las bases de la cultura son distintas», explica la fotoperiodista Anna López Figueras (Reus, 1993), conocida artísticamente como Anna Lofi. Habla sobre la experiencia que supuso retratar a las hijras, la comunidad transgénero de la India, a la hora de concebir el trabajo fotoperiodístico Hijras, les filles dels Kinnars. Dicha obra fue realizada por la joven gracias a la obtención de una beca de Clic Fotoperiodisme Jove, de la asociación Diomira y la Direcció General de Joventut de la Generalitat de Catalunya. El reportaje fotográfico y vídeo documental estará todo este mes de noviembre expuesto en el Casal de les Dones de Reus. La muestra, además, llegó a lucirse en la Casa de la Generalitat de Catalunya de Perpiñán en septiembre de 2019. 

Las hijras son un colectivo desconocido en gran parte del mundo y a menudo estigmatizado, a pesar de que su existencia se remonte a más de cuatro mil años atrás. No se las asocia a ningún género y, en antaño, estaban totalmente aceptadas en la esfera social, se las respetaba, eran intelectuales, e incluso, se decía que tenían poderes. La colonización inglesa, por contrapartida y entre otros hechos históricos, lo cambiaría todo, dando como resultado que las hijras fueran desterradas.

«Además de hacerlas visibles, en la exposición he querido trabajar el concepto del ‘tercer género’ relacionado con el hinduismo, la parte más religiosa. Prefiero dicho término a ‘transgénero’. He querido presentar diferentes tipos de hijras, porque hay casos personales muy distintos, cada persona ha vivido de forma diferente la exposición pública de cómo define su identidad y cómo se siente por dentro», añade.

La primera vez que la reusense oyó hablar de las hijras fue en 2017, cuando viajó a la India como voluntaria en fotoperiodismo, fotógrafa y creadora de contenido con la Fundación Vicente Ferrer. «La primera toma de contacto fue en un ámbito muy rural, un lugar donde estaban muy marginadas. Por el mero hecho de tener la tez blanca, me abrieron las puertas de sus casas, aunque les parecía extraño que quisiera tomarles fotos, que alguien de fuera se interesara por ellas. No tuve el tiempo suficiente como para investigar todo lo que me hubiera gustado, iba cuando tenía ratos libres. Por eso supe que tenía que volver», recuerda. 

La segunda ocasión en la que viajó a la India –ya mucho más informada y con muchas preguntas en mente–, entabló relación con hijras de diferentes lugares. La comunicación, eso sí, fue complicada de gestionar cuando no había intérprete. «No fue fácil porque ni yo hablaba telugu, el idioma oficial del estado de Andhra Pradesh, ni ellas inglés. En su defecto, nos hacíamos entender con gestos. Llegué a hacerme asidua y ellas empezaron a familiarizarse con mi presencia», relata. Uno de los aspectos que tuvo muy en cuenta Lofi, cuando volvió a la India, fue que «las hijras que conocí en el primer viaje se acordaron de mí, eso fue gratificante, les traje ropa, maquillaje y algunas fotos en físico», distingue. 

El último viaje le sirvió para tener un prisma más completo de la situación de las hijras. Se puso en contacto incluso con varias ONG que trabajaban con ellas. «Lo que vi –ya como algo habitual– era que tenían mucho miedo», manifiesta. Y es que el colectivo es perseguido habitualmente y, hasta hace algo más de un año, las hijras no estaban reconocidas como personas. 

«En cuanto pude, realicé entrevistas para conocer vivencias, cómo eran las reacciones de los padres al saber que querían ser hijras, qué relación tenían ellas con el mundo más espiritual o cómo podían conseguir trabajo, pues el gobierno no quiere contratarlas y se producen muchos conflictos», resume. 

El apoyo de las familias es considerado por las hijras sumamente importante y Lofi explica que, eso sucede en el mejor de los casos. «En la India una hija supone un gasto, una pérdida, pues al casarse, la dote pasa a pertenecer a la familia del marido», explica. La familia de la novia ha de aportarla obligatoriamente y asumir otros gastos, como el de la boda. «Imagínate cuando el hijo de una familia dice a ésta que quiere ser del sexo contrario», aporta. En el caso de que la familia no acepte a una hijra, ésta se desprende de la misma. «Por ello, hay núcleos familiares de hijras que se ayudan mutuamente, con una figura que hace de guía», explica.

La fotoperiodista aprendió que «está más aceptado ser hijra que no homosexual», con lo que dicha comunidad ha servido también de cobijo para otras personas, atraídas por personas de su mismo sexo. La acogida de Hijras, les filles dels Kinnars ha sido «positiva», expresa Lofi, «ha impactado bastante» y «la mayoría de gente con la que he hablado no conocía esta comunidad». «Ahora se está haciendo más visible en nuestro territorio lo que es ser una persona transgénero, pero en la India es una realidad arraigada. Allí las personas que han nacido con un cuerpo diferente a sus sentimientos se enfrentan a un destino incierto, con la inquietud de que sus familias no las acepten», señala. Preguntada sobre si personas transgénero le han hecho llegar su opinión sobre la obra, expresa contenta que sí: «Tengo conversaciones pendientes».

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