Medio siglo sin ministros tarraconenses, un síntoma

Munta i Baixa | Enrique Fontana Codina, el último. Franco nombró ministro de Comercio al empresario aceitero reusense el 29 de octubre de 1969

03 noviembre 2019 10:40 | Actualizado a 03 noviembre 2019 17:28
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Coincidiendo con el regreso de Franco al primer plano de la actualidad a raíz de su exhumación del Valle de los Caídos, se cumplen 50 años del nombramiento de Enrique Fontana Codina como ministro de Comercio del octavo gobierno del dictador. Una efemérides sin más, a no ser que desde entonces ningún otro tarraconense ha sido ministro.

Más allá del dato histórico, es una circunstancia que también merece ser leída en clave política. Medio siglo sin presencia tarraconense en los gobiernos de España probablemente es un síntoma del poco peso que las elites políticas locales han tenido desde entonces en los entresijos y las estructuras del poder.

Fontana no ha tenido sucesor, ni en los últimos gobiernos del franquismo, ni en los de la transición, ni en todos los democráticos desde Adolfo Suárez a Pedro Sánchez. Y eso que 19 catalanes han ocupado uno o más ministerios desde la recuperación de la democracia en 1977.

Enrique Fontana fue nombrado ministro de Comercio el 29 de octubre de 1969, en la remodelación del gobierno que siguió al escándalo Matesa. Franco decidió rodearse de tecnócratas y Fontana era un buen ejemplo de ese perfil más técnico que político.

Nacido en Reus en 1921, pertenecía a lo más granado de la alta burguesía de la ciudad. Su padre, Enrique Fontana Grau, era el continuador del negocio agroalimentario de la familia, pionera en la exportación de aceites. Su madre, María Codina, era una de las nietas y herederas de la fortuna del comerciante vinatero Josep Boule y entre sus propiedades se contaba el teatro Fortuny y los locales de la sociedad El Círcol.

El estallido de la Guerra Civil en 1936 provocó que los Fontana huyeran a San Sebastián, donde con sólo quince años Enrique se alistó voluntario en las fuerzas sublevadas. Finalizada la contienda, cursó Derecho en la Universidad de Barcelona, carrera en la que coincidió con Laureano López Rodó.

Tras obtener la licenciatura, se incorporó al negocio familiar y se casó con Catalina Llopis, hija de uno de los principales exportadores de frutos secos de Reus. La boda entre los vástagos de dos de las familias más pudientes de la ciudad se celebró en el castillo de Escornalbou –entonces propiedad de los Llopis– y los más viejos del lugar aún la recuerdan por su fastuosidad y por los aprietos de la larguísima comitiva de coches para subir al castillo.

Tras hacerse cargo de la empresa familiar, Fontana fusionó su negocio con el de los Llopis y creó la sociedad Ibertrade, centrada en la exportación de aceites, que dirigía desde Madrid, donde se instaló en 1960.

En la capital inició su carrera política en 1962 como director técnico de consumo de la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, al tiempo que participaba en las comisiones del Plan de Desarrollo dirigido por López Rodó.

Adiós a los aceites

El salto a la política conllevó el final de su trayectoria como empresario oleícola. En 1963 vendió Ibertrade a un comerciante turco y puso fin a la larga historia de los aceites Fontana. La vieja factoría, ubicada en la Plaça del Víctor, pasó a denominarse Fontoil y su nuevo propietario trasladó después las instalaciones a Alcover.

El ascenso de Fontana en el área económica de la administración franquista fue rápido. En 1965 fue nombrado Comisario General de Abastecimientos y Transportes, un puesto clave dependiente del Ministerio de Industria, a la vez que comenzó a ostentar otros cargos políticos, como procurador en Cortes por la provincia de Tarragona y miembro del Consejo del Reino –órgano asesor del Jefe del Estado–. En 1969 le llegó el nombramiento como ministro de Comercio en sustitución de Faustino García-Moncó, uno de los ministros más tocados por el caso Matesa.

Se da la circunstancia de que Fontana debió ser uno de los pocos ministros de la dictadura que contaba con un familiar directo fusilado por el propio régimen franquista, ya que su tío Fernando Fontana fue ejecutado en Tarragona en 1939. El consejo de guerra le represalió por su historial de abogado defensor de activistas anarquistas, además de haber organizado y dirigido la colectividad de espectáculos públicos en Reus durante la guerra. Con todo, parece que en la condena de Fernando Fontana pesó mucho ser el autor de una obra teatral en que se ridiculizaba ferozmente a Franco, tratándolo de «invertido». Lo cierto es que el dictador se negó a conmutarle la pena de muerte, pese a los esfuerzos de otro sobrino, el falangista José María Fontana, a la sazón jefe provincial del Movimiento en Tarragona.

Enrique Fontana Codina estuvo al frente del Ministerio de Comercio hasta junio de 1973 y falleció en Madrid en 1989.

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