Mercat d’Antiquaris de Reus: «Somos como un Wallapop de antes»

El Mercat d’Antiquaris, Brocanters i Col·leccionistes resiste en el Passeig Prim. En sus paradas, los sábados, uno puede encontrar prácticamente de todo, pero casi nada ordinario. Pedro Sánchez lleva cerca de una década acudiendo puntual a la cita para vender «forja, vidrio, vintage...». En su puesto, muestra desde neveras hasta planchas, revistas del corazón con la boda de Felipe VI en portada o básculas, y «tal vez lo más singular sean los morteros hechos con piedra de la cantera de Santa Tecla».

El género lo consigue «un poco de todas partes: intercambios, recuerdos que teníamos por casa, gente que encuentra cosas curiosas y nos las ofrece», comenta, y dice que «aunque algo queda, al precio que está el gasoil, venir aquí es un gasto y también pagamos por ponernos; cuando llegue el día que tenga que poner dinero, lo dejo».

Pese al boom que este tipo de objetos han vivido en los últimos años, «el público que se acerca aquí continúa siendo gente mayor», añade Sánchez y, «si acaso, los jóvenes vienen preguntando por alguna PlayStation o juegos arcade». «Somos un Wallapop de antes», dice.

Muy cerca de él, Pedro Cabrera vende antigüedades restauradas. «Tengo botas de esquí de los años 20, patines, planchas de las que había en las sastrerías, patos de madera, discos de música... Muchas cosas», comenta. En su parada hay un reclamo de botellas de Chartreuse de Tarragona. «Ahora esto es bocatto di cardinale», explica. Y es que «se están pagando a unos precios desorbitados, a 800 o a más de 1.000 euros el litro, y hay muchos compradores interesados que nos las encargan por el sabor diferente que le daban las hierbas de la zona».

Josep Maria Sala, conocido como el músic, es uno de los vendedores más veteranos. En el cuarto de siglo que lleva en el Mercat d’Antiquaris de Reus «lo he visto ir a menos», lamenta, porque «entró gente que no sabe lo que tiene o que lo coge de los contenedores». Los tiempos han cambiado. Hoy en día, «con los pisos pequeños, no hay sitio para guardar muchas cosas y hay personas que no tienen conocimiento de las cosas antiguas y, a lo mejor, tiran algo del siglo XVIII».

Sala se centra en los objetos musicales y atesora la historia de cada uno. Pero «me compran lo más inesperado, he llegado a vender programas de la Festa Major d’Igualada. Aquí viene gente de toda Catalunya», relata.

Para este enamorado del coleccionismo, «esto es una afición y una terapia muy buena. A mí me ha ayudado a salir de dos depresiones», cuenta.