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    Un comercio reusense que se ahoga frente a los más ‘grandes’

    Calle del Vent. Las vías de entrada y salida del centro ya no tienen una clientela asegurada y, cada vez más, acusan el deterioro comercial en las zonas más concurridas

    30 julio 2023 11:22 | Actualizado a 30 julio 2023 14:23
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    Más allá del hecho que el viento pueda marcar el carácter de los y las reusenses, no es sorprendente que una calle le deba su nombre. Además, se trata de una de las más comerciales y próximas al centro ciudad. Desde la plaza de la Dona Treballadora, la vía que viera nacer al político Evarist Fàbregas en 1868 une con el Tomb de Ravals y continúa hacia la plaza Mercadal por la calle de Jesús.

    En el ‘proceso’, la calle del Vent abraza la plaza de la Font nova y recorre el característico embaldosado rojizo de una de las zonas más transitadas de la ciudad. En ella, encontramos hornos y cafeterías, tiendas de ropa y complementos, joyerías y, también, la Escola d’Art de Reus. Negocios como Casa Català y Fruites Moncusí no solo comparten calle –y en su caso pared–, también una compleja realidad extensiva a prácticamente todo el comercio local.

    Reinventarse mientras se pueda

    En sus casi 80 años de historia, Casa Català ha pasado de taller de reparación de bicicletas a vender numerosos artículos, juguetes infantiles incluidos. «A lo largo de los años, la clientela y el negocio han cambiado muchísimo, especialmente, porque las grandes superficies y la venta en línea nos han hecho mucho daño», expone Carme Català, actual propietaria del comercio. La compleja situación actual, a raíz de la pandemia y la crisis por la guerra de Ucrania, obligan a muchos consumidores a limitarse a productos de primera necesidad: «La gente tiene que priorizar la alimentación y nos dicen que ya vendrán cuando cobren», cuenta Català.

    A su visión que el pequeño comercio está sentenciado, Núria Montferrer, de Fruites Moncusí, añade que «el PIB de Espanya es el pequeño empresario» y que «no es normal que les presionen tanto porque luego paga las consecuencias el trabajador».

    En cuanto a la pérdida de actividad comercial en Reus, ambas coinciden que La Fira fue un error porque desplazó el movimiento y la gente dejó de pasear y entrar en tiendas del centro. También, señalan la homogeneización que han ‘sufrido’ la mayoría de locales del barrio y cómo la restauración sigue ganando peso mientras el comercio sigue perjudicado.

    «Es una pena, siendo como ha sido tan comercial, que se esté deteriorando así y la gente abra negocios con ilusión para luego tener que cerrar porque todo lo venden por Internet a precios imposibles para nosotros», valora Carme Català. «Si no promueven que vuelvan las marcas al centro de Reus, estaremos acabados; antes valía la pena abrir los sábados por la tarde porque la gente salía, en cambio, ahora todos cierran porque no se vende nada», describe a su vez Montferrer.

    Ante numerosas dificultades –impuestos elevados, subida de los alquileres, aparcamientos de pago, entre otras–, las perspectivas generales son bastante negativas.

    Salvar al pequeño empresario

    Desde Fruites Moncusí apuestan porque «el Ayuntamiento promocione la ciudad para que vengan empresas que llamen la atención de la clientela». Por su parte, en Casa Català hablan de «ayudas con los impuestos o descuentos en las facturas municipales» que permitan mantener al comercio de toda la vida. Pese a tener una clientela fija, muchas tiendas siguen desapareciendo por falta de rendimiento y, para ellas, las campañas comerciales son insuficientes, ya que no se basan en contribución económica o de personal para los negocios. «Yo no cerraré hasta que me jubile, pero mis hijos no quieren continuar porque hay una guerra de precios y un aumento de competencia del que no saldremos», concluye Carme Català.

    En paralelo, Núria Montferrer insiste en el objetivo de atraer a más gente a calles como la del Vent y colindantes. Es más, propone que podrían «organizarse ‘botigues al carrer’ de forma gratuita los fines de semana, para que el género que no se haya vendido durante la semana, al menos, puedan sacarlo y venderlo». La trabajadora plantea que «eso animaría y daría vida al centro y ayudaría a que el negocio saliese adelante, con una iniciativa de los mismos comerciantes».

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