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    «Los niños hablan inglés, pero no van solos a la esquina»

    ¿Por qué una generación de padres que fue sola a la escuela ni se plantea dejar a sus hijos sin vigilancia? Los expertos advierten: el problema no es la seguridad

    18 octubre 2022 13:20 | Actualizado a 18 octubre 2022 13:28
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    Nueve menos diez de la mañana; alrededores de la Escola Cèsar August de Tarragona. Una abuela no se despega de la verja hasta que su nieto, que estudia quinto de primaria, se pierde de vista dentro del colegio. La mujer, que tiene 73 años, reconoce que ella siendo niña fue sola a la escuela «desde bien pequeña» y lo mismo hicieron sus hijos. Y entonces, ¿por qué el nieto no puede ir solo?. La mujer explica que no se fía porque ahora «los niños se distraen con todo».

    Todos los padres y madres consultados dan respuestas parecidas, entre las más repetidas están: «si esto fuera un pueblo la/lo dejaría», «el problema es que los coches no respetan», «hay mucha picaresca», «los niños se despistan...», «No me fío»... Incluso algún padre señala que los pocos niños que dejan ‘sueltos’ al llegar a la escuela son hijos de inmigrantes. Lo cierto, no obstante, es que también vemos a padres de origen extranjero que no dejan que sus hijos se separen de su lado hasta que abren las puertas «es que ella (tiene 10 años) no está madura, no me quedaría tranquilo», dice uno. Eso sí, todos los padres consultados, una docena, fueron solos a la escuela cuando eran pequeños.

    ¿Ciudades más inseguras?

    La sensación que encontramos es de inseguridad, tanto en lo que se refiere al tráfico como a que alguien vulnere la integridad de los niños. Albert Papell, economista y miembro de la cooperativa de movilidad activa y desarrollo local l’Escamot, explica que esta misma percepción es la que ha encontrado en las sesiones con familias que ha realizado a petición de los ayuntamientos de Tarragona y de Altafulla; un paso previo a la implantación de caminos escolares para que los niños puedan ir a la escuela de manera autónoma.

    Señala que, por descontado, el tráfico debe estar bien regulado en el entorno de las escuelas. Pero recuerda: «la siniestralidad de vehículos es mucho menor ahora que hace 30 años». Y los datos respaldan lo que dice: entre los años 1995 y 2015 los atropellos de niños de 6 a 14 años bajaron un 31% y un 24% entre los jóvenes de 15 a 17 años. Además, en lo que se refiere a agresiones a menores, los datos también demuestran que la mayor parte suceden en los hogares.

    Marta Román es geógrafa, miembro de la consultora Gea 21 y un referente en caminos escolares. Ha asesorado a municipios de distintas dimensiones en la puesta en marcha de estos itinerarios, incluida Tarragona. Reconoce que es frecuente encontrar reticencias por parte de los padres, pero cada vez está más convencida de que el problema no está en las calles, sino en la manera de criar. «Los niños se han convertido en un bien escaso y no permitimos que corran ningún riesgo... La sobreprotección está de moda; no les estamos dejando crecer», sentencia.

    Escuchar a los niños

    Cree que la clave sería preguntar a los niños su opinión. «Los niños de ahora saben muchas cosas, saben inglés y algunos hasta chino, pero no van solos ni a la esquina. El otro día un niño de 12 años lo resumió perfectamente: ‘vuestros miedos nos roban la vida’ dijo».

    Tanto Román como Papell reconocen que para que los niños recuperen el camino a la escuela es necesario un cambio social y es mejor plantearse respuestas colectivas. «No hace falta que seas una heroína, a lo mejor lo que tienes que hacer es ponerte de acuerdo con otras madres», dice ella.

    $!Alumnos de 5º de Primaria en la puerta de la escuela Pax. FOTO: Àngel Ullate

    Papell cree que puede haber muchas fórmulas para comenzar, como un adulto que se turna para acompañar durante parte del trayecto a los niños más pequeños o niños más mayores que quedan con otros para hacer el camino.

    Aunque estemos claros, tampoco es fácil ser los primeros padres el grupo en dejar a los niños ir solos sin pasar por irresponsables. Papell trae a colación el caso de Lenore Skenazy, periodista americana, que se convirtió en noticia tras la detención de su hijo de 9 años por parte de la policía de Nueva York, que no daba crédito a que le hubiese dejado ir solo al colegio en metro. Bautizada por los medios como «la peor madre de América» es la fundadora del movimiento Free-Range Kids para promover la autonomía infantil. Y es que, insiste Román: «dar autonomía a los niños es un acto de amor, no de negligencia».

    La geógrafa no cree que haya que plantear una edad para dejar a los niños ir solos «es una trampa», porque depende de la distancia que se tenga que recorrer o el entorno. Señala que un estudio inglés mostró que en los años 70 a los niños de tres años se les permitía atravesar calles con tráfico «pero es que entonces había una masa de criaturas en la calle», recuerda. Y Papell lo relaciona con el hecho de que hemos perdido el espacio público como espacio de juego y relación y ahora solo nos sirve para desplazarnos. Que los niños lo recuperaran para ir a la escuela sería una buena noticia para todos, dice.

    Imposible pensar, no obstante, que la realidad va en otra dirección. Lo hacemos al ver a un grupo de padres esperando a sus hijos a la salida del instituto. Sí, sobreproteger está de moda.

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