540.000 tarraconenses en zonas de alto riesgo de rebrote

El 68% de la población vive en municipios en el nivel de más peligro potencial. El virus prolifera sobre todo en el litoral, con más densidad. La movilidad turística ha esparcido el SARS-CoV-2 en la costa y el Ebre

28 agosto 2020 10:00 | Actualizado a 30 agosto 2020 17:55
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El mapa provincial de los brotes veraniegos se ha teñido preocupantemente de rojo. La comparativa es ilustradora: a finales de junio, los 184 municipios de Tarragona estaban en el nivel más bajo de riesgo de rebrote ejemplificado con el color verde. Tras un mes de agosto especialmente convulso, el rojo del estrato de riesgo más elevado está presente en decenas de poblaciones, especialmente en el litoral. En concreto, 39 núcleos que, además, son muy poblados, habitan en esa amenaza seria de que se produzcan rebrotes. Prácticamente desde L’Ametlla de Mar hasta Cunit, todas estas localidades costeras tienen un riesgo alto de rebrote.

De hecho, esa zona con más peligro coincide con los núcleos con una densidad más elevada y con más pujanza turística, por lo que, como sugieren los expertos, la movilidad durante este verano ha podido contribuir a la difusión del virus en zonas que, durante la primera oleada de la pandemia, quedaron más o menos exentas. Ahora difícilmente algún territorio se libra. Seis de las diez comarcas están en riesgo alto (más de 100): Baix Camp, Terra Alta, Ribera d’Ebre, Alt Camp, Baix Penedès y Tarragonès. Solo quedan fuera Baix Ebre (riesgo medio-alto) y Montsià y la Conca de Barberà (medio-bajo) y el Priorat (bajo). De hecho, esta última comarca es la única de Catalunya, junto con el Alta Ribagorça (Lleida) en esta situación benévola.

El Ebre, en fase moderada

Las regiones sanitarias de Tarragona han tenido evoluciones distintas. Si primero fue el Ebre en estar en una situación más compleja, ahora los principales problemas se ubican en el Camp de Tarragona. En el Ebre el riesgo de rebrote alcanzó el 208,66 a mediados de este mes, pero se ha ido reduciendo hasta un 85,92, más tranquilizador, según los datos del 16 al 22 de agosto. La Rt, el indicador sobre la velocidad de propagación del virus, llegó a estar por encima de 2 y ahora se ubica en 0,80, otro dato positivo, ya que por debajo de uno significa que el patógeno está en una fase de contención y no de expansión. Por lo tanto, el Ebre parece haber entrado en una fase moderada.

No sucede así con el Camp de Tarragona, en una tesitura extremadamente delicada: el riesgo de rebrote está en 217,95 y la Rt en 1,43, después de sucesivos aumentos. Desde principios de agosto, la tasa de casos confirmados por PCR por cada 100.000 habitantes ha crecido exponencialmente. Ese número debe ser inferior a 50 para que la situación se considere estabilizada y no tener que pensar en restricciones. Hay cinco comarcas por encima de esas cifras, pero algunas con tasas tan elevadas (y, a su vez, tan pobladas) como el Baix Camp (143,73), el Tarragonès (72,61) o el Alt Camp (79,03).

El riesgo de rebrote, también conocido como Índice de Crecimiento Potencial (EPG), se compone de dos factores: la velocidad de reproducción media de los últimos 7 días, que permite evaluar la velocidad de propagación de la enfermedad, y la incidencia acumulada de los últimos 14 días. Los positivos de la provincia son los que más contagian de toda Catalunya. Ese 1,31 de media (en marzo el dato llegó a 3, lo que quería decir que cada contagiado infectaba a tres personas más) supera a la cifra de Barcelona (1,11), la de Girona (1,26) y la de Lleida (1,12).

Si bien el SARS-CoV-2 ha irrumpido también en pueblos y en zonas rurales, es en las grandes poblaciones donde surgen los mayores problemas y la necesidad de una aplicación más estricta de medidas, como las que se han instaurado en Tarragona y, sobre todo, en Reus. Ocho de las diez principales ciudades de la provincia tienen un riesgo alto de rebrote. Solo se salvan Calafell (81,57) y Amposta (47,43) que, eso sí, hace solo unos días estaba en una situación muy crítica, con una tasa de más de 400. En total, más de 540.000 tarraconenses, el 68% de la población total, viven en una zona considerada de alto riesgo de rebrote. Son prácticamente siete de cada diez, por lo que, si bien la situación dentro de ese baremo cambia en función de las cifras y cada municipio aplica unas medidas u otras, la precaución debe ser la consigna generalizada. Ese riesgo de rebrote afecta a las grandes ciudades pero también a poblaciones muy cercanas a ellas. Castellvell del Camp, al lado de Reus, es solo un ejemplo, pero también núcleos próximos a Tarragona como La Canonja, Constantí, Perafort o El Catllar.

Infección por la movilidad

El turismo ha provocado que espacios relativamente libres del virus en la primera oleada no hayan podido escapar de los rebrotes. «Las zonas que estaban más seguras, con un índice de rebrote más bajo, han sido un objetivo turístico, con lo que la infección ha pasado de un lugar a otro», diagnostica Àlex Arenas, catedrático del departamento de Ingeniera Informática y Matemáticas de la URV.

Quizás el ejemplo más representativo es las Terres de l’Ebre. Una zona con una relativa poca incidencia entre marzo y mayo ha sido uno de los destinos predilectos de los catalanes este verano. «Este verano ha sido como cualquier otro, no solo por la movilidad sino por la falta de preparación. Las autoridades deberían haber estado más encima del problema. A consecuencia de esto, aquellas zonas que estaban mejor han visto cómo se ha empeorado su situación», apunta el investigador de la URV.

Arenas considera «lógico y esperable» que la zona con más riesgo corresponda con puntos turísticos. También la densidad poblacional es un factor a tener en cuenta. «Hay zonas muy densas que están asociadas en ocasiones a condiciones de vida más desfavorables, con personas que no tienen tanto acceso a la información o que residen en viviendas peores. La densidad no favorece, pero sobre todo la alta movilidad». Arenas cree que «estamos en un momento clave», sobre todo en vistas al mes de septiembre, no solo por la programada vuelta presencial a los colegios sino por el reinicio de la actividad laboral tras el verano, que acarreará desplazamientos. «Tenemos que rebajar la tasa de riesgo y la incidencia de casos por debajo de 50». Tenemos tres semanas para hacerlo porque luego es previsible que la situación se complique más. Para ello es necesaria una reducción de la movilidad, un aumento de las PCR y más inversión en el rastreo», explica Arenas.

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