Campclar: Un pequeño milagro se gesta en la escalera

Vecinos de las zonas más degradadas de Campclar se organizan y toman las riendas de sus comunidades

12 marzo 2019 09:53 | Actualizado a 12 marzo 2019 10:35
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En algunas escaleras de pisos de alquiler social de Campclar han comenzado a pasar del sempiterno comentario de «nos tienen abandonados» al «por fin alguien nos escucha». 

Parte de la responsabilidad en este cambio de discurso es de Raquel Barbier, técnica de la Associació per la recerca i l’acció social VINCLE, entidad con la cual la Agència de l’Habitatge tiene un convenio para apoyar a los vecinos para que se organicen y gestionen las escaleras. 

Los resultados del proyecto, aunque modestos, constituyen un pequeño milagro en una zona muy degradada. Nada como un ejemplo para entenderlo bien: Barbier nos da un paseo por algunas de las doce escaleras con las que trabaja (comenzó el año pasado apenas con dos). En una de ellas Juan, un vecino joven, cuenta que están contentos. «Esto ha dado un cambio de la noche al día», reconoce. 

En verano los vecinos pintaron las paredes con la ayuda de un Camp de Treball del Casal l’Amic (la pintura la puso la Agència). Hoy las paredes siguen impolutas y además han contratado a una persona para que limpie, y la verdad es que los vecinos están colaborando en mantener la limpieza.

Ahora están a la espera de que repongan las puertas de vidrio y las ventanas que faltan.

Gestos sencillos que dan valor 
Cada comunidad se organiza a su manera; en otra escalera, por ejemplo, lo que nos encontramos en la entrada es un cuadrante, un horario donde consta a qué vecino le toca limpiar las zonas comunes. 

Parecen gestos sencillos, pero es todo un hito en comunidades donde prácticamente nunca había junta de vecinos ni nada que se le pareciera. Hoy en estas escaleras no sólo se han organizado, sino que en muchos casos son las mujeres las que se han puesto al frente, como comenta Julio, marido de Soledad, la orgullosa  presidenta de otra escalera. El hombre repasa con Barbier algunos de los temas que faltan por resolver en la comunidad (ciertamente son unos cuantos) pero termina por soltar que «es una pena que aquí sólo se habla de lo malo, porque este es uno de los mejores barrios para vivir».

Una de las claves está en el hecho de que al principio la trabajadora social iba puerta por puerta explicando el trabajo que querían realizar y ahora son las propias comunidades las que la buscan cuando se dan cuenta de que necesitan organizarse para solucionar sus problemas.

De hecho, primero se recogen firmas entre todos los pisos para saber si hay voluntad de organizarse, y si todos están de acuerdo es cuando se eligen las juntas de vecinos.

En la mayoría de los casos muchas comunidades se reunían por primera vez y no deja de sorprenderle el éxito de convocatoria que tienen las reuniones. En algún caso acuden vecinos que no quieren explicar dónde viven. No tienen contrato, pero igualmente están interesados en que las condiciones de la escalera mejoren. 

Y es que esa es una de las condiciones, la Agència sólo acomete reparaciones cuando la comunidad se organiza. 
Barbier recuerda que ella sólo hace de mediadora, pero terminando el paseo con ella queda claro que ya es un referente, «una paya buena», como dicen los vecinos gitanos del barrio.

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