Colores tropicales en un lienzo tarraconense

La exposición ‘Cruzando Fronteras’ traslada a Tarragona hasta el 31 de julio el arte de diez pintores de la República Dominicana

24 julio 2019 16:20 | Actualizado a 26 julio 2019 11:28
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Cruzar de vuelta el charco con alrededor de 50 obras de arte de pintores de la República Dominicana. Este era el objetivo de Teresa Lampreave, pintora tarraconense, cuando conoció el arte dominicano en su estada por el país durante cinco años.

Tras dos años de preparación, la exposición pictórica colectiva Cruzando Fronteras se inauguró el 11 de julio y podrá visitarse hasta el 31 de este mes en el Ayuntamiento de Tarragona y en la Oficina de Turismo del carrer Major de la ciudad. 

Mientras que la sala de exposiciones del consistorio es un espacio de temática libre para los diez artistas, la de la oficina de Turismo supuso un reto para todos ellos: pintar algún rincón de la ciudad de Tarragona sin haberlo visitado antes, simplemente interpretando algunas imágenes y fotografías.

Aguasvivas, uno de los pintores participantes, asegura que incluso el azul del mar tarraconense es distinto al de su tierra natal. Ambas exposiciones cuentan con las obras de Lizett Mejía, Luis José Aguasvivas, Iris Pérez, Miguel Gómez, Willy Pérez, Freddy Javier, Odalis Lugo, Roque Gómez, José Ramón Medina y Leonardo Durán. 

Para los artistas, este viaje también ha conllevado todo un aprendizaje. Un matiz característico de los pintores dominicanos es el carácter individualista mucho más acentuado que los pintores catalanes que han conocido en el viaje. Esto se debe a la naturaleza de su país, en el que, bromean los pintores, «hay para cada persona una isla».

La falta de unidad les resta fuerza a la hora de exigir  mejores condiciones de vida del gremio, que aseguran que en España está ligeramente mejor trabajado. «Pasa un poco lo mismo aquí con los pintores y artistas en las islas Baleares, son mucho más cerrados», asimila Ramón Egoscozábal, pintor y arquitecto de San Sebastián. 

La exposición ha pasado por distintos obstáculos, como conseguir el visado de los artistas dominicanos. Otra de las dificultades de este intercambio cultural ha sido la confrontación de dos sistemas métricos: mientras que los organizadores en la península hablaban de metros y centímetros, los pintores lo contaban todo en pulgadas. Teresa Lampreave destaca el enriquecimiento mutuo de los intercambios culturales de este tipo. 

Situaciones semejantes

Durante el intercambio, los artistas han aprendido y puesto en común el estado del arte en los países. Tanto Lampreave como Egoscozábal en la península, como los artistas dominicanos, lamentan la dificultad burocrática para dar salida a la cultura así como el desinterés político por el arte a nivel global. Apuntan así que la respuesta del público suele ser muy buena a las ofertas culturales que le son accesibles y deberían potenciarse mucho más. Todos los pintores están de acuerdo en que poner la cultura en su valor real también podría convertirse en una aportación económica a la riqueza del país. 

En cuanto a su forma de vida, los pintores dominicanos complementan su actividad creativa con la docencia en el mundo del arte. Aguasvivas imparte clases de pintura entre las clases marginales porque está convencido que «la combinación del arte y la enseñanza puede transformar el futuro de las personas más desfavorecidas». Destacan también las facilidades que supone vivir en la capital del país, como pasa en Europa, pues el carácter cosmopolita y la apertura al resto del mundo facilita enormemente la producción de arte.

Las redes sociales son otro aliado de los pintores de aquí y de allá para dar a conocer sus obras, cuyos precios cada vez se ven más afectados por el mercado de la competencia. 

Una exposición con historia

El arte de la República Dominicana tiene un vínculo muy fuerte con el arte peninsular. La disciplina artística dominicana se vio enriquecida por los artistas españoles que hubieron de exiliarse a esta zona tras la guerra civil. De la misma manera que lo hicieron los intelectuales de la generación del 27, artistas como los catalanes Josep Gausachs y Antonio Prats Ventosa o el gallego Eugenio Granell llevaron en su maleta hacia el exilio su arte y las ganas de expandirlo.

Ramón Egoscozábal describe el arte dominicano como un estilo europeo pero con colores tropicales muy intensos, que en el país se encuentran puros y son un valor añadido a la obra. Tan importante fue esta retroalimentación artística intercontinental que «de los años 30 para atrás, era imposible vivir del arte en nuestro país», asegura Medina, que lamenta que no se fomente esta historia.

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