Concepción (103 años): 'Esto no se puede comparar con la guerra'

Vivió una guerra civil y una postguerra. Su voz ilustra la visión histórica de los mayores, un colectivo vulnerable y en expansión. Los centenarios se han cuatriplicado

18 abril 2020 19:10 | Actualizado a 19 abril 2020 07:10
Se lee en 4 minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
0
Comparte en:

No son tiempos de guerra, pero sí de mucha incertidumbre y miedo. Una buena parte de la sociedad no está acostumbrada a tener que lidiar con este contexto insólito. Hay otra parte que ya sabe lo que es porque ha vivido situaciones parecidas o incluso mucho peores. Porque los abuelos son el gran foco de esta terrible pandemia, el 95,7% de los fallecidos en España por Covid-19 son mayores de 60 años según datos facilitados por el Ministerio de Sanidad, pero también son voces autorizadas a las que hay escuchar con plena atención.

Los años nutren la sabiduría y ellos dan ese punto de vista tan necesario en estos tiempos. Han vivido situaciones parecidas a esta y saben como comportarse y actuar en estos momentos. Tienen ese punto de calma que solo se explica a través de la experiencia, pero, a su vez, son la población de más riesgo y con más temor a la Covid-19.

Concepción Andújar es una de las personas más longevas de toda Tarragona. Nada más y nada menos que 103 años tiene esta murciana que nació un 16 de noviembre de 1917, en plena primera guerra mundial. Además, vivió la gripe española con solo un año de edad en el 1918. Vive junto a su hija Enriqueta de 81 años. Ambas han convivido juntas toda la vida y ahora lo hacen en soledad desde que las dos se quedaran viudas. Son un ejemplo de amor, coraje y resistencia.

«En la postguerra se pasó mucha hambre. La gente venía a la puerta de tu casa a pedirte para comer» Concepción Andújar

Uno cuando habla con Concepción vía telefónica no cree que tenga 103 años, ya que su memoria y su capacidad para expresarse es sorprendentemente buena. Su testimonio es tan valioso que uno solo puede prestarle atención. Conchita, así le llaman quienes la conocen, transmite tranquilidad en cada una de sus palabras. Es consciente de las circunstancias que estamos viviendo y así lo expresa: «Son tiempos muy complicados, pero tenemos que tener paciencia y calma». La anciana muestra su incertidumbre y es pesimista respecto a cuando se va a arreglar esta situación: «A ver cuando termina todo esto aunque parece que va para largo».

Conchita ha vivido una guerra civil y una postguerra y cuando toca hablar de ese asunto se muestra muy firme en sus palabras: «Esto no se puede comparar con la guerra. En aquella época venían a buscar a la gente a su casa y se la llevaban para matarla. La juventud no entiende esto porque no lo ha vivido». Por no hablar de una postguerra que recuerda con mucho dolor: «En la postguerra se pasó mucha hambre. La gente venía a la puerta de tu casa a pedirte para comer. Me acuerdo que mi padre, que era un santo, nunca permitía que no se le diese nada a alguien si venía a pedir». Además, la murciana destaca una de las grandes diferencias entre la guerra civil y el coronavirus: «Antes apenas no había apenas médicos y no existía la sanidad pública. Ahora hay hospitales y muchos médicos dispuestos a salvarte la vida».

«Sé que la cosa está mal pero también ha mejorado un poco y eso me tranquiliza. Prefiero no ver mucho las noticias» José Arroyo
 

Rezar y ver la tele

Para la anciana de 103 años la vida no ha cambiado demasiado desde que se implantara el confinamiento hace ya un mes. Ya son varios años en las que sus salidas a la calle son contadas. La compra la realiza vía telefónica gracias a distintos establecimientos del Mercat Central de Tarragona. Su tiempo en casa lo pasa realizando distintas actividades. Reza, le encanta ver las novelas en la televisión y también colabora con las tareas del hogar (cocina, limpia…).

En los últimos días también ve programas de actualidad y las noticias aunque lo reconoce con resignación: «Últimamente no me gusta ver las noticias, porque lo que veo y escucho no me gusta nada». Por último, Conchita muestra su lado más simpático para contar una anécdota de su lucha individual y diaria contra la amenaza del coronavirus: «Estoy todo el día con el trapo y el alcohol desinfectando todo. Así siento que estoy más segura, aunque esto es algo que yo ya he hecho siempre».

«Seguimos las cifras     y los recuentos pero preferimos no ver     por la tele imágenes     de hospitales» Emilia
 

Una sociedad envejecida

Todos ellos forman parte del grupo de más riesgo ante los efectos que puede provocar la Covid-19, un nutrido colectivo de población que revela el alto nivel de vulnerabilidad de una sociedad cada vez más envejecida y, por tanto, especialmente amenazada por esta pandemia. Un ejemplo: en la provincia hay 152.737 personas de más de 65 años, un 45% más con respecto a 20 años atrás (104.943), según cifras del Idescat. En esas últimas dos décadas, el número de mayores de 80 años prácticamente se ha duplicado en Tarragona: de los 23.995 que había en 1999 a los 46.372 del año pasado, según el INE.

A más edad, más espectacular ha sido una evolución que ha disparado exponencialmente el número de centenarios tarraconenses. Una comparativa bien ilustradora: si en 1999 solo había 63 personas en la provincia que superaran los 100 años, la cifra ha crecido hasta los 237, prácticamente cuatro veces más. El resultado es una pirámide poblacional envejecida, no solo por la baja natalidad cronificada sino por una esperanza de vida que no ha dejado de aumentar y que en Tarragona ha pasado de los 73 años, en 1975, a los 83 de la actualidad, un caldo de cultivo para la fragilidad en tiempos de una amenaza como la actual.

«Prefiero no saber mucho más»

Ante los temores, José Arroyo ha decidido restringir el consumo mediático. «Sé que la cosa está mal, pero no mucho más, prefiero no saber muchos más detalles», cuenta desde su casa en Torreforta. Tiene suficiente con saber que los focos más graves estaban en Barcelona y en Madrid y que Tarragona, por el momento, se ha salvado de un azote más cruel. «Sigo preocupado, pero ahora creo que la cosa va mejor y esto me tranquiliza un poco», admite.

Tiene 92 años, gran agilidad mental y memoria de elefante, a pesar de tener movilidad reducida debido a las secuelas de una caída que aún arrastra. Ya antes del estado de alarma salía muy poco de casa. También él tiene recuerdos de la guerra, que le cogió de niño: «Se habla de que esto es la guerra de esta generación pero no lo creo. No tiene nada que ver. Yo recuerdo cómo entraban a la casa de la gente, se los llevaban al campo y los mataban. Y después en la posguerra, pasamos mucha hambre. También ahora está muriendo mucha gente, pero es distinto».

José no explica solo historias de la guerra. También hay una que no vivió pero la escuchó en casa desde pequeño. «Unos años antes de que yo naciera, un hermano de mi padre enfermó por unas fiebres muy altas y acabó muriendo. Era la gripe que había por entonces», cuenta. Se refiere a la llamada gripe española, otra epidemia, en este caso de 1918, que se extendió por buena parte del mundo mientras duraba la Primera Guerra Mundial.

José se sabe vulnerable debido a su edad, por eso las medidas son extremas. No hay visitas más allá de las de sus dos cuidadores, Antonio y Emilia, dos familiares y, además, vecinos, que viven en el piso de abajo. Le ayudan a levantarse y le asisten ya sea para ir al baño o para hacerle la comida. Han aplazado sus visitas al médico y, como José, han preferido aislarse del aluvión de información. «Vemos un poco las noticias, seguimos el recuento diario de los contagios y los fallecidos pero no nos gusta ver imágenes de hospitales, preferimos no saber demasiado», explica Emilia.

Comentarios
Multimedia Diari