Condenado por violar durante cuatro años a su hijastra adolescente

La Audiencia Provincial lo ha condenado a ocho años y medio de prisión, cinco de libertad vigilada y pagar 50.000 € de indemnización

22 febrero 2021 19:30 | Actualizado a 23 febrero 2021 05:52
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Un vecino de Tarragona estuvo abusando de su hijastra adolescente durante cuatro años, realizando primero tocamientos y después el acto sexual. Él la amenazaba con dejar a la calle a ella, a su hermana y a su madre si contaba algo de lo que estaba sucediendo. Ahora, la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Tarragona ha condenado al hombre a ocho años y medio de prisión por un delito continuado de abusos sexuales, y cuando salga de la cárcel cinco años más de libertad vigilada. Además, está obligado a particular en un programa de educación sexual. Asimismo, durante diez años no podrá comunicarse ni acercarse a menos de 500 metros de la joven. Y en concepto de responsabilidad civil la tendrá que indemnizar con 50.000 euros.

El acusado desde el año 2000 mantuvo una relación sentimental con una mujer, con la que posteriormente contrajo matrimonio. Ella ya tenía una hija, fruto a una relación anterior. A partir de 2004 los tres comenzaron a residir en un mismo domicilio, en Tarragona. Y tuvieron otra hija.

Pero un año más tarde, el procesado y la denunciante cesaron la relación. Ella y sus hijas se marcharon a residir a casa de los abuelos. Eso disgustó a la joven, quien consideraba al procesado como su padre.

Al cabo de pocos meses, el hombre y la mujer se reconciliaron y reanudaron su relación sentimental, volviendo a convivir todo ellos en el mismo apartamento. Desde finales de 2009, cuando la joven tenía 12 años, el acusado se dirigió en numerosas ocasiones por la noche a la habitación de la adolescente. La despertaba y le realizaba tocamientos en sus partes íntimas. Estos hechos se prolongaron durante un año aproximadamente.

A partir de entonces, el acusado ya no le realizaba tocamientos sino que la violaba mientras le ponía la mano en la boca para que no gritara. Y así siguió de forma periódica, de dos a tres veces por semana, hasta que la joven tuvo 16 años. En todas la ocasiones, a pesar de que ella no ofrecía resistencia física, sí que le hacía saber al acusado su desagrado, diciendo que no lo quería hacer «porque estaba feo». El acusado le respondió que si le denunciaba les dejaría a ellas y a su madre en la calle.

Como consecuencia de estos hechos, la víctima sufrió diversos episodios de ansiedad, insomnio, falta de concentración en los estudios, apatía y falta de interés e incluso autolesiones, por lo que fue derivada al psicólogo del instituto.

Una vez interpuesta la denuncia a comienzos de verano de 2016, acudió a una psicóloga, quien le diagnosticó una ansiedad muy alta y depresión, con sucesivas crisis de ansiedad, hiperactividad, además de un bloqueo de la maduración y un evidente e intenso déficit de atención en todas sus actividades.

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