Cuando la integración es cosa de un duende azul

Iniciativa. Un ‘follet’ ha conseguido que toda una escuela de Tarragona interactúe con la clase que atiende a niños con necesidades especiales

30 enero 2020 09:30 | Actualizado a 30 enero 2020 09:45
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El Follet del far (el duende del faro) no mide más de 20 centímetros, pero ha conseguido que todos en la Escola de Pràctiques se enteraran de su existencia y de dónde venía: la clase del SIEI (Suport Intensiu per a l’escolarització inclusiva).

Al SIEI acuden, en distintos momentos del día, alumnos con necesidades educativas especiales que estudian en la clase que corresponde a su edad la mayor parte del tiempo, y vienen aquí para hacer las asignaturas troncales como las lenguas y las matemáticas en un grupo muy reducido. También realizan otras actividades, como psicomotricidad y musicoterapia.

Tal como cuenta la tutora del SIEI, Cristina Buxaderas, siempre han fomentado que la escuela sepa dónde están «y las cosas chulas que hacemos». Un buen número de alumnos de la clase tiene trastorno del espectro autista y limitaciones para relacionarse. La situación es difícil de entender para los compañeros si no tienen información, así que cualquier excusa es buena para hablarlo.

Pequeña revolución

Pero el follet llegó el año pasado para iniciar una pequeña revolución. Todo comenzó cuando tuvieron que poner a la clase un nombre relacionado con el mar, ya que era el eje transversal del curso. Fue así como la bautizaron como la clase del faro.

Paralelamente, una profesora de otra clase les regaló un faro de madera. A un niño, Luis, se le ocurrió que un pequeño duende que tenía la maestra debía vivir allí. Se convirtió, a partir de ese momento, en el Follet del far.

El mismo niño se dedicaba cada día a ponerle comida de la cocinita de juguete al follet, pero le preocupaba que no se la comía.

Buxaderas le invitó entonces a escribirle una nota preguntándole qué le gustaba. La gran sorpresa fue que el follet respondió con otra nota en la que decía que comía papeles de colores. Había dejado incluso las huellas de sus mordisquitos en la hoja y las pisadas de sus zapatos.

A partir de allí los niños comenzaron a escribir espontáneamente al follet y a esperar con entusiasmo su respuesta. Cuenta Buxaderas que esto, en sí mismo, ya fue un logro, porque se trata de niños que muchas veces tienen dificultades para escribir y leer, se cansan y se frustran. Con estos mensajes estaban muy motivados.

Y el ‘follet’ se fue

Pero llegó un momento que el follet decidió marcharse a descubrir otros faros y la clase se puso triste. Hasta que Dafne, otra alumna, pensó que podrían hacer más faros para que el follet volviera. Construyeron 18, que entregaron por todas las clases de la escuela.

Y el follet volvió, y respondió a las preguntas que le dejaban los niños de toda la escuela. La propia Buxaderas, que era nueva en la escuela, terminó conociendo a todo el mundo de tanto colarse a hurtadillas en las clases para ayudar al follet a responder los mensajes.

Gracias a la idea muchos niños comenzaron a acudir, por iniciativa propia, a ver cómo era la clase de donde venía el follet.

La iniciativa resultó ganadora del premio Josep Vives Ciurana, que entrega el Institut Municipal d’Educació, IMET, en su última edición en la categoría de Educación primaria (6 a 12 años).

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