«Debemos recuperar el orgullo comercial»

Música, compras... y paraguas La lluvia fue la única nota discordante de una Nit Oberta de Tarragona que consiguió el objetivo: llenar las calles del centro

11 mayo 2019 09:34 | Actualizado a 11 mayo 2019 09:40
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Parecía un viernes por la tarde normal y corriente, pero la música que se escapaba desde la Plaça Verdaguer presagiaba un anochecer lleno de ritmo. La primera edición de la Nit Oberta, el evento comercial que ayer noche sumó horas de apertura comercial en el centro de Tarragona −hasta medianoche− con multitud de actividades de moda, música, arte, talleres, demostraciones de grafitis, gastronomía, automoción, solidaridad y un total de catorce actuaciones musicales. Casi cada esquina del recorrido que une la Rambla Nova con el Mercat Central estaba poblada por un grupo musical o DJ, que amenizaban una noche de compras animada por los centenares de ciudadanos que pronto llenaron el centro. 

Dentro de los distintos comercios, se mezclaba el eco de los ritmos del exterior con las ofertas especiales del día y las degustaciones de bebida y comida que animaban a disfrutar del espacio. El objetivo no era tanto vender como mostrar el producto y animar las ventas de cara a la esperada, y tardía, llegada del buen tiempo. 

A primera hora del anochecer, los comerciantes se mostraban  optimistas. «De momento no hemos vendido mucho, pero creemos que no es lo más importante, sino el hecho que, por fin y gracias a iniciativas como esta, por fin vemos las calles llenas de gente que está animada y disfrutando», explicaba Ramon Noguera, responsable de la zapatería Las Américas, que es de la opinión que «hacen falta más propuestas para que Tarragona se anime y se llene de gente». En el exterior de la tienda, la música y las terrazas se fundían en una oferta a la que pocos escapaban y que consolida el éxito de una iniciativa que ha aglutinado a cerca de 80 comercios, las principales organizaciones de comerciantes de la ciudad y que ha supuesto un coste aproximado de 15.000 euros, según la organización.   

Con todo, el efecto Hammelín surgió su efecto. En la calle Governador González, los ciudadanos que bailaban se confundían con los que disfrutaban de una bebida y los que aprovechaban para renovar su vestuario. «Esta vez se nota que hay un empuje, que se ha organizado a consciencia», argumentaba Rosa Papasseït, de Guadalupe Loves Curling, que animaba a repetir este tipo de convocatorias más a menudo. «A mí no me importaría repetir el primer viernes de cada mes, o con más frecuencia», explicaba, mientras me mostraba un vestido que casi ingresa en mi armario. La iniciativa fue seguida por una gran variedad de comercios, entre ellos quioscos como el de la Plaça Imperial Tarraco, que reclamaban que se respete «el servicio de los comercios de proximidad». 

Pero fue en el centro de la Rambla Nova donde se concentraron la mayor parte de eventos, agasajados por la música de emisoras locales y en medio de un ambiente claramente festivo −«parece Santa Tecla», murmuró alguien a mi espalda− animado por degustaciones de ostras y cava, exhibiciones de vehículos y motos y hasta un estand de fotografías solidarias en un colorido escenario, que recogían fondos para la lucha contra el cáncer.  «Es un acto necesario, ya que es importante que Tarragona recupere el orgullo comercial», explicaba Mireia González, responsable de un negocio de rutas en carro que atraía las miradas de los pequeños y las consultas de los padres.

Un poco más lejos, en la Plaça Corsini y calles cercanas, la música en vivo favoreció que ni las primeras gotas de lluvia pudieran detener a los ciudadanos, que siguieron con sus consumiciones con el paraguas abierto. Finalmente, un aguacero de primavera consiguió ensombrecer parte de las actividades a pie de calle, pero no la buena disposición de los ciudadanos, que siguieron algunas actividades a techo cubierto y dentro de las tiendas. La respuesta confirma la buena salud de un acto planeado con mimo que, a buen seguro, tendrá continuidad en otras ocasiones.
 

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