Destrozos y lluvia de metralla en zonas cercanas a La Canonja y Ponent

Piezas incrustadas en paredes, persianas deformadas y vehículos arrasados en cadena en el Port de Tarragona. La explosión provocó un peligroso aluvión de válvulas y otra maquinaria que se dispersó por lugares próximos al polígono químico sur

16 enero 2020 09:04 | Actualizado a 16 enero 2020 09:27
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Coches completamente destrozados, paredes agujereadas y restos de metralla desperdigada por las zonas más o menos cercanas a la explosión. La onda expansiva de la detonación propulsó al cielo un gran número de objetos, sobre todo en las cercanías de La Canonja y de los barrios de Ponent, las zonas más próximas a la catástrofe del martes. Una plancha metálica de elevado peso y grandes dimensiones apareció en el Complex Educatiu de Tarragona, a pocos metros de la carretera. Diversos ciudadanos se fueron topando durante el día de ayer con esos elementos esparcidos en cualquier dirección por la violencia de la explosión. Fue habitual que lo compartieran a través del móvil o en las redes sociales. 

Ese material actuó como metralla, horadando desde asfalto a paredes de piedra y ladrillo en viviendas, y provocando más de un susto al ciudadano. Otro punto afectado fue la zona logística del Port de Tarragona dedicada al almacenamiento de vehículos en una terminal. También a ese lugar, próximo al polígono y al mismo Complex Educatiu, llegó la metralla, que causó importantes destrozos en los vehículos. Numerosos coches aparecieron con cristales y techos rotos, en una escena dantesca que daba fe de la magnitud de lo ocurrido.

Entre otros objetos, se halló, por ejemplo, una válvula de 1,5 metros de alto por 50 centímetros de ancho y unos 300 kilos de peso. Esa maquinaria voló casi un kilómetro desde la industria afectada hasta el Port. La brutalidad fue tal que el impacto contra el suelo provocó un aparatoso boquete de dos metros de largo por 80 centímetros de ancho y alrededor de 30 de profundidad. Incluso llegó a traspasar un vehículo tipo SUV, arrancando parte del techo y un lateral, volvió a golpear en el suelo y se detuvo 100 metros después. Acabó desplazando el vehículo unos seis metros y afectando a más turismos, en una secuencia de estragos en cadena. 

Artefactos similares se convirtieron en auténticos proyectiles cuya trayectoria descontrolada y aleatoria se transformó en un serio riesgo para la población. Esa lluvia de piezas, de hecho, podría haber provocado una tragedia aún mayor. Varias fuentes indican que los profesionales que tomaron mediciones de algunos de estos utensilios fueron víctimas de afectaciones como picor en los ojos y en la garganta. Otros objetos, visiblemente desfigurados, también acabaron llegando a las instalaciones del Port. 

Más allá de los artefactos caídos desde las alturas en distintas parábolas, la tónica general fueron las afectaciones en las viviendas más cercanas. Así, resultaron afectados vecindarios de la promoción de Cobasa, en Campclar, o casas y locales de la zona de Bonavista más cercana a la N-340 y, por lo tanto, al polígono. Además de cristales rotos, quedaron maltrechas persianas que fueron deformadas por la onda expansiva. En los casos más graves y de una mayor proximidad a la zona del accidente, la explosión provocó grietas en las paredes. 

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