El desembarco del PP en Tarragona

Diario de campaña. Llega la recta final. El PP lleva a sus pesos pesados, desde Rajoy a Hernando, a Vila-seca y Salou. ERC cerrará la campaña en Estremera. Puigdemont, el ubicuo, ‘estará’ en Tarragona

14 diciembre 2017 21:16 | Actualizado a 14 diciembre 2017 21:29
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Cospedal este jueves en Reus, entre Eurofighters y baterías de misiles, da para el chiste malo o el titular fácil: ‘El PP saca toda su artillería en la campaña’. En el último fin de semana antes del 21-D todas las formaciones echan el resto con sus actos centrales. Puigdemont es quien lo tiene más fácil para cultivar la ubicuidad y sacar partido: pone el croma, le da al REC y manda un vídeo. Así aparecerá mañana en el mitin central de Tarragona, pero podría hacerlo simultáneamente donde quisiera. Son comparecencias que sólo conocen el límite de la banda ancha. De todas formas, Junts per Catalunya vende, por eso del gancho o porque el ‘clickbait’ llega lejos, que estará presente el President, como si alguien confiara en una irrupción ‘in extremis’ que no fuera virtual. 

Mariano Rajoy también sabe de cromas y plasmas, pero ahora quiere comparecer en carne y hueso, sobre el terreno que precisamente está gobernando ahora directamente, 155 mediante. Estará el domingo en Tarragona, como cénit de una escalada popular durante los últimos días, algo así como la Semana Grande del PP en la provincia, quizás un tirar la casa por la ventana antes del cierre por liquidación: el sábado Cospedal en Calafell, el lunes Íñigo de la Serna en Tarragona, el martes Soraya Sáenz de Santamaría en Reus, el jueves Cospedal en Reus, este sábado Javier Arenas en Vila-seca y Rafael Hernando en Valls –doble ración– y el domingo, la traca final, con Mariano Rajoy –sin monitor de por medio– en Salou, acompañado de pesos pesados como el candidato García Albiol o Andrea Levy. Ministros, exministros, vicesecretarios, vicepresidentas y presidentes, todo cargo de peso es bueno para quemar las naves en los últimos coletazos de la campaña

Es inevitable interpretar tal desembarco como un intento más o menos desesperado de arañar votos cuando las perspectivas no son buenas. Aunque, como siempre argumenta Alejandro Fernández, «las elecciones se nos dan mejor que las encuestas», la preocupación por el resultado que apuntan los sondeos existe. De ahí que se quiera apurar energías en dos feudos como Vila-seca y Salou, caladeros de un voto del litoral en principio constitucionalista que amenazan con teñirse del naranja de Ciutadans y consumar el batacazo popular. Así que a la supuesta suavidad en la aplicación del 155, que duraba hasta ahora, le sigue la contundencia en la visibilidad del partido cuando llegan los días clave. Es como tener a Messi en el banquillo y sacarlo en el 80’ perdiendo 2-0. 

Otro tema es hasta qué punto estos mitin sirven para recolectar eficazmente apoyos, pues la mayor parte de los asistentes ya vienen convencidos de casa y cada acto se convierte en algo así como un ritual masturbatorio para el elector que, precisamente, ya ha elegido. Otra cosa es patearse mercadillos, tiendas, centros comerciales o, como hace hoy Catalunya En Comú-Podem, ir a la refinería de Repsol en La Pobla de Mafumet para escuchar las demandas de los trabajadores.  

Pero no todo es estrategia para buscar sufragios. Hay movimientos poco pragmáticos que son todo simbología, hasta romanticismo, que no es otra cosa que alimentar el relato, algo que el independentismo sigue haciendo espléndidamente bien –y de ahí su éxito a la hora de calar en amplias capas de la población–. Es lo que programa ERC para cerrar la campaña. El martes hará un acto a pocos metros de la prisión de Estremera donde está encarcelado Oriol Junqueras. Hasta Madrid viajarán Marta Rovira y los primeros candidatos de cada provincia, justo cuando se sabe que, definitivamente, ninguno de los encarcelados podrá participar en la campaña, a pesar de figurar en algunas de las listas. No hay votantes indecisos en aquellas explanadas vastísimas del Madrid profundo pero sí narrativa.

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