El huerto de la integración ya da frutos en Campclar

¿Qué hacen juntas personas con discapacidad, colectivos vulnerables, internos de una prisión...? En un jardín está la respuesta

22 marzo 2019 10:11 | Actualizado a 22 marzo 2019 10:13
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En apariencia no es más que  un trozo de tierra, un huerto en el medio del barrio de Campclar; pero lo cierto es que si se mira con detenimiento se descubre que hay mucho más. Además de lustrosas lechugas, vainas de un tamaño considerable, cebollas plantadas en filas perfectas... Aquí en realidad lo que mejor se cultiva es la integración.

La Fundació Onada, que acompaña a personas con discapacidad y/o trastorno mental, puso en marcha aquí 17 huertos, uno lo cuidan los propios usuarios de la entidad y los otros 16 los vecinos del barrio que firman un contrato anual. Las parcelas se entregan de acuerdo con Servicios Sociales.

Matías, un vecino jubilado, se pasa aquí buena parte de la mañana y cuenta que ha conocido a  mucha gente. De hecho, uno de los que más le ha sorprendido es su vecino de huerto, un hombre de procedencia china que trae las semillas de su país y que ha montado una pequeña estructura de cañas por donde se enredan frutas que él nunca había visto.

Y es que el huerto es como el barrio; aquí hay personas de etnia gitana, inmigrantes marroquíes... Y, por supuesto, las personas de la fundación. Jordi Rofàs, profesor de jardinería, cuenta que aquí se comparten técnicas hortícolas, semillas y buenas prácticas. Los usuarios, además, reciben formación que puede ayudarles en su camino a la inserción laboral. 

«Parece paradójico pero en la cárcel he encontrado la música y con ella la paz. He puesto mucho de mí, y esto me hace feliz», Martín, DJ

Marta Tutusaus, gerente de la fundación, señala que están contentos, porque aunque se hacen más actividades con y para los vecinos, el huerto se ha consolidado como un punto de encuentro.

Celebrar  la primavera
Pero ayer el ambiente del huerto se transformó. Estaban celebrando una fiesta para dar la bienvenida a la primavera y tenían de invitados, además de los hortelanos, a miembros de la Escola Sant Rafael. 

El público, entregado, bailaba independientemente de la música que sonara, y si te descuidabas también podía tocarte un abrazo espontáneo gratis. Los alumnos del curso de cocina de la fundación ofrecieron un aperitivo y la bebida se sirvió en vasos reciclables aportados por la Cooperativa Combinats. 

Pero tal vez uno de los momentos más emocionantes de la fiesta fue la actuación musical de los internos de la prisión de Mas d’Enric. Para los dos jóvenes cantantes de hip hop (ambos tienen 21 años) los nervios estaban a flor de piel. No sólo iban a cantar delante de un público, sino que esta era su primera salida fuera del centro. Su educadora explica que se trata de un momento clave, quiere decir que ya han cumplido una parte de la condena y que están al día con los compromisos de su plan individualizado.

Jordi Martínez, monitor de artes escénicas de la prisión, explicaba que la música ha sido clave para que estos jóvenes avancen en su proceso, para contar cómo están, para conseguir motivación en momentos de bajón «y además tienen mucho talento», cuenta. 

Las letras, sin filtros, hablaban de violencia, de amor, de arrepentimiento, de la policía... Por momentos era imposible no pensar que el huerto está justo al lado de la comisaría de los Mossos d’Esquadra. 

Pero este no es el único tipo de música que hay en la cárcel; hay gente que toca la guitarra, que hace pop y otros como Martí, que se ha convertido en DJ en Mas d’Enric. 

Se le ve contento: «Te parecerá paradójico, pero en la cárcel he encontrado la música y con ella la paz. Me ha tocado poner mucho de mí, pero esto me ha hecho muy feliz». 

Relata que lleva dos años y cuatro meses sin drogarse, en parte gracias a la música. Lleva la cuenta al dedillo porque fue su adicción la que le empujó hasta este punto. En su Uruguay natal contrajo deudas que no podía pagar y accedió a traer un alijo en la mochila. Ahora se prepara para actuar. Le dejamos en la fiesta, que recuerda a la verbena de un pueblo pequeño. Definitivamente, sí, esto es más que un huerto.

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