El trapicheo de hachís y maría en la calle, un actividad en auge en Tarragona

El menudeo con hachís y marihuana cada vez está más extendido. No hay una zona determinada de la ciudad que sea más problemática. Este año se han detenido a 19 persona

05 agosto 2018 20:15 | Actualizado a 07 agosto 2018 12:44
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Está repartido por toda la ciudad y barrios, ya no se concentra en ningún punto determinado, como había pasado hace unos años. El trapicheo de drogas está muy extendido en Tarragona, al igual que ocurre en otras muchas localidades. La venta principalmente de hachís y marihuana –y en menor medida cocaína– se ha convertido en un fenómeno muy difícil de erradicar. Y ello ha pesar de las continuas detenciones –este año han sido 19, 39 el año pasado– que realizan los agentes de la Unitat de Delinqüència Urbana (UDU) de la Guàrdia Urbana.

Los agentes de la UDU realizan su labor de paisano. «Una patrulla de uniforme es muy difícil que pille un pase de droga. Cuando la ven de lejos, se marchan». Pero los policías de la UDU tienen la ventaja de que son más difíciles –aunque a veces los han detectado– de ver. Incluso en algunas ocasiones la venta de la sustancia estupefaciente se ha hecho a escasos dos metros de distancia: «El pasado 20 de julio estábamos tres compañeros en Sant Pere i Sant Pau. Dos salieron del coche –que es camuflado– para investigar y uno se quedó dentro. Dos jóvenes realizaron una transacción de  droga casi apoyados en la parte de detrás del vehículo». El vendedor, un joven de 22 años, acabó detenido en los alrededores del Bloc Sant Tomàs. 

Los guardias reconocen que el trapicheo de droga se hace a cualquier hora del día y de la noche, «no con descaro si es una calle muy transitada». Hace unos años, las ventas en invierno se hacían más bien por la tarde y en verano, por la noche. Pero los hábitos han cambiado y ahora cualquier hora es buena para hacer negocio.

Lo que también ha cambiado son las zonas. Antes, las ventas se concentraban en determinados puntos, como la Plaça dels Infants, la Dels Carros, la parte superior de Apodaca, Campclar, etc. Ahora están diseminadas.

Fuentes de información

Las intervenciones de la UDU, en la mayoría de casos, se basan en las quejas ciudadanas, de una persona en concreto, de una asociación vecinal y de las reuniones que habitualmente realizan en los barrios. Pero de cada diez informaciones de este tipo que reciben, sólo una corresponde a venta de sustancia estupefaciente. Entre seis o siete son sólo consumo. «La mayoría de gente no sabe interpretar una venta de droga. Ven a dos jóvenes saludándose y ya sospechan». Y es que muchas veces, el ‘pase’ –nombre con el que se conoce coloquialmente al momento de la venta– se realiza de una forma muy disimulada, como por ejemplo dando un paquete de cigarros. Y dentro está la droga.

Otras veces, los vecinos o comunidades llaman a la Guàrdia Urbana diciendo que en un determinado lugar se vende drogas sabiendo que en realidad sólo es un tema de okupación. «Creen que así les hacemos más caso», aseguran los agentes.

En mucha menor medida, existen también los chivatazos anónimos de personas, «aunque a veces también te engañan». Sobre los vendedores, a pesar de que normalmente se respetan entre ellos, las rencillas de tipo personal –por ejemplo por exparejas– provoca que se delaten entre ellos. Las informaciones que dan en estos casos suelen ser muy buenas. 

Actualmente, la UDU tiene encima de la mesa entre 40 y 50 denuncias pendientes de investigar, tanto en la ciudad como en barrios (Sant Pere i Sant Pau, Bonavista, Torreforta, etc).

Pero si los agentes han ido aprendiendo con el paso de los años –muchos ya son veteranos y otros se van cambiando–, también lo han hecho los vendedores. «Cada vez nos complican más las cosas», reconoce uno de los guardias. Los vendedores tienen acceso a las diligencias policiales. Y por ello saben cómo actúan los agentes. Ahora, por ejemplo, algunos ya no llevan la droga encima.

Cuando el comprador les da el dinero, ellos no le entregan inmediatamente la mercancía. Se van a su casa, dejan el dinero y cogen la droga. Por ello, resulta más difícil pillarlos con la mercancía y el dinero a la vez.

Los agentes de la unidad reconocen que cada vez hay más vendedores de marihuana y hachís. «Cualquier joven de 16 a 18 años se puede poner a vender». Han detectado que la primera droga se comienza a consumir cada vez de más joven. 

Las principales

Las dos principales drogas que se compran en la calle son la marihuana y el hachís. La primera se importa de Marruecos en grandes alijos y se van haciendo trozos cada vez más pequeños hasta llegar a los vendedores del menudeo, que ofrecen pocos gramos.

Un caso muy distinto es el de la marihuana, una droga que en los últimos años ha tenido un importante empuje. Si el vendedor es un hombre de mediana edad con poder adquisitivo, normalmente tiene su propia plantación –para la que necesita dinero para efectuar la inversión–.

Pero los jóvenes que no disponen de este capital inicial suelen hacer de intermediarios. En menor medida se encuentran vendedores de cocaína. Pero con lo que no se trapichea en la calle es en heroína. «El heroinómano, por su aspecto desaliñado, es fácil de detectar. Y los vendedores no se exponen a ser detectados por los agentes en plena transacción».

Muchos de estos toxicómanos se encuentran a veces pidiendo en la zona de Les Gavarres. Los agentes de la UDU no sólo los conocen sino que también saben su quehacer diario. Aseguran que primero buscan chatarra y neumáticos, que posteriormente venden en chatarrerías. Luego se ponen a pedir en comercios. Con este dinero compran la droga y se inyectan en puntos como el solar de la antigua CEPA o el Vial Tarradellas, en Campclar. Y vuelve el ciclo.

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