Exigencia sin destrucción

Desproporción. Los Juegos no han ido como se esperaba y se han producido errores, pero sobredimensionar los problemas y desprestigiar a la organización no sé en qué ayuda a la ciudad 

06 julio 2018 15:31 | Actualizado a 06 julio 2018 15:35
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El pasado domingo finalizaron unos Juegos Mediterráneos que han dejado una sensación agridulce. Es cierto que durante el día a día se han cometido errores, pero creo que algunas de las críticas han sido desproporcionadas. Los que estamos más o menos cerca de la organización sabemos que lo que ha pasado no ha sido todo lo que se ha contado. La lástima es que la imagen que queda de Tarragona desde la distancia es que ha organizado unos Juegos caóticos. Una lástima.  

Estoy de acuerdo con el hecho de que la gestión no ha sido perfecta. Ni de lejos. Y sí, ha habido fallos de bulto directamente imputables a la organización. Un ejemplo de ello es la poca promoción y la nula colaboración que hubo con las federaciones deportivas y las entidades de la ciudad para llenar el Nou Estadi para la ceremonia de inauguración. La imagen de ese día, la primera que se ofrecía de los Juegos y con la Preferent y parte de los Gols del Nou Estadi semivacíos, dictó sentencia condenatoria. 

También fue un error importante que los ciudadanos no pudieran comprar entradas en las instalaciones. Por ejemplo, si uno iba al Camp de Mart para ver el 3x3 de baloncesto era imposible adquirir tickets en ese espacio, ya que no se vendía nada. Surrealista. El problema en la pista de baloncesto también fue claramente culpa de Tarragona 2018, así como los problemas que hemos tenido los periodistas para tener acceso a las estadísticas de los partidos. En algunas sedes no daban ni las alineaciones. La militarización, con la Patrulla Águila y el buque Juan Carlos I, tampoco ha ayudado. Para nada.  

Así no se amplía la base
Como ven, problemas no han faltado, pero los Juegos no han sido el caos que se ha vendido. He tenido la suerte de cubrir el evento, he estado en varias sedes y en diversas instalaciones y he hablado con muchos deportistas y miembros de delegaciones, así como con público asistente. Y la realidad es que la sensación no es la de que hayan sido unos juegos desastrosos. Ni mucho menos. La gente, de hecho, estaba satisfecha con la calidad de las instalaciones y el nivel de unos atletas que difícilmente se volverá a ver en el Camp de Tarragona. 

La desproporción y las críticas continuadas me hace temer que no haya alguna cosa más allá de los Juegos, como una crítica de fondo contra el pacto de gobierno que hay en el Ayuntamiento de Tarragona entre el PSC y el PP. Si, por ello, el independentismo ha apostado por desprestigiar los Juegos, ha perdido una gran ocasión para ampliar la base del soberanismo en la ciudad. No debe olvidarse que muchos de los voluntarios que se han trencat la cara para los Juegos son, por ejemplo, socios de la ANC o de Òmnium Cultural. 

Pasados los Juegos es el momento de hacer balance y de que los responsables municipales expliquen por qué la orquesta ha desafinado pese a que había tenido un año extra para ensayar. Ballesteros, que en breve debe anunciar si se volverá a presentar, debe dar explicaciones sobre todo ello. Con luces y taquígrafos.   

Creo que es muy positivo que los tarraconenses seamos exigentes y que queramos que la ciudad proyecte la mejor imagen posible al exterior. Sin embargo, la autoexigencia no puede convertirse en una autodestrucción que no nos lleva a ninguna parte.    

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