«Hablo con los amigos de acera a acera»

El tarraconense César Plaza es cauteloso y casi no sale a la calle ni ahora que se puede en la fase 1

21 mayo 2020 18:30 | Actualizado a 21 mayo 2020 18:38
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«No soy miedoso, soy prudente», matiza César Plaza, un vecino de 37 años del barrio de Campclar, en Tarragona, que sigue las normas del estado de alarma a rajatabla y lleva dos meses casi sin pisar la calle. «Durante el confinamiento estricto solo salía una vez cada quince días para ir a comprar. Ahora, en la fase 1, salgo el día que a mis hijos -de 4 y 7 años- les apetece ir a dar una vuelta con las bicis, que es algo imprescindible. Hay que ser cautos», dice.

Y precavidos. Sin mascarilla no hay paseo que valga. «Me ha sorprendido la adaptación de los niños en este sentido», cuenta César. «No nos acercamos a nadie y, si nos encontramos con algún amigo, mantenemos la distancia de seguridad. Incluso nos hemos hablado de acera a acera». Y una vez en casa, se quitan la ropa en la entrada y la meten en la lavadora. Las zapatillas las desinfectan con lejía.

Toda precaución es poca. De hecho, pese a estar permitido en la fase 1, todavía no ha ido a casa de sus padres, que viven a apenas 300 metros de él. «No he entrado ni en la de mis padres, ni en la de mis suegros, ni en la de mis abuelos. Los he visto por el balcón o a una distancia prudencial», afirma.

La compra la planifica a conciencia para estar bien abastecido durante, al menos, dos semanas e ir lo mínimo al supermercado para evitar el contacto con la gente. «La primera vez que fui al súper, que estaba medio vacío, pasé tantos nervios que me entraron ganas de llorar. En casa siempre dejo la compra en el suelo de la cocina y desinfecto todos los envases».

Su comportamiento contrasta con el de esa gente que «sale a la calle sin cuidado, como si todo esto no fuera con ellos y sin seguir las recomendaciones del Gobierno». «El riesgo de infección es bajo ahora mismo, pero no nulo. Ojalá no volvamos para atrás, sería devastador tanto sanitaria como económicamente. Cuando veo a un grupo de jóvenes que se saludan dándose un beso mientras hay cientos de sanitarios que no han podido abrazar o besar a sus hijos se me revuelve el estómago», comenta.

César ya empieza a ver una tímida luz al final del túnel: «Hemos realizado un gran esfuerzo como sociedad, pero aún nos queda un añito». Aunque asegura que no se sentirá seguro del todo hasta que científicamente se dé respuesta al coronavirus «con una vacuna o un antídoto».

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