La DGT reducirá el límite de velocidad en 400 kilómetros de carreteras de la provincia

La medida se aplicará a partir de enero en las vías de un carril en cada sentido que no estén separados por una barrera física. Se pasará de permitir circular a 100 km/h a hacerlo a 90

20 noviembre 2018 09:11 | Actualizado a 20 noviembre 2018 12:03
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

Más de 400 kilómetros de carretera en la provincia de Tarragona verán reducido su límite de velocidad a principios del año que viene. La Dirección General de Tráfico (DGT) prepara un real decreto por el que bajará de 100 a 90 km/h la velocidad máxima en las vías que tienen un carril en cada sentido sin separación física, un límite que se verá más menguado para furgonetas, autobuses y camiones, que no podrán superar los 80 km/h.

En la demarcación, la medida afecta a extensos tramos de la N-340, que atraviesa la provincia de norte a sur; la N-240, que va hacia Lleida, o la N-420, que une Tarragona con Teruel, así como a un buen número de carreteras de la Generalitat, como la C-14 entre Alcover y Montblanc; la C-42, de L’Aldea a Tortosa; la C-12, el Eix de l’Ebre, de Amposta a Flix, entre otras. 

Es este uno de los principales cambios que prepara la DGT para que entren en vigor en los primeros días de enero. Tráfico penalizará más duramente los excesos de velocidad en estas carreteras, donde ir a 111 km/h supondrá dos puntos menos en el carnet y una multa de 300 euros –sanciones que ahora se aplican a partir de los 121 km/h–. La razón es la elevada siniestralidad que registran las carreteras convencionales, que concentran el 77% de los fallecidos.

La decisión de la DGT, que hace la salvedad de que el titular de la carretera podría mantener los 100 km/h actuales si la calzada tiene separados físicamente –mediante quitamiedos, bloque de hormigón, etc– los dos sentidos de la circulación, ya ha provocado disparidad de opiniones y encendidos debates. Carlos Tarragó, vicepresidente de la Asociación de Autoescuelas de la Provincia de Tarragona, sostiene que «todo lo que se haga para reducir la siniestralidad en las carreteras nos parece bien», y advierte que «bajar el límite de velocidad no persigue tanto evitar los accidentes como reducir su gravedad, pues las muertes son proporcionales a la velocidad del vehículo».  

Para los camiones, buses y furgonetas la medida es aún más restictiva, pues les limita a 80 km/h

Víctor Rodríguez, un tarraconense que por motivos laborales se desplaza varios días de la semana a Falset por la N-420, una de las carreteras que se vería afectada por la medida, considera «un atraso» el anuncio de Tráfico. «Eso que para algunos es una tontería para mí supondrá estar más tiempo en la carretera. No sólo por la reducción de 10 kilómetros por hora, sino porque si los camiones y las furgonetas tienen que ir a 80, mis viajes se alargarán por lo menos en diez minutos. Y estar más tiempo en la carretera aumentará el peligro de sufrir un accidente. ¿O no?».

Juan, que conduce una furgoneta y trabaja para una empresa de paquetería, también se queja. «Las furgonetas de ahora no son los trastos de antes. Un límite de 80 km/h nos supone perder mucho tiempo. Y en mi trabajo el tiempo es dinero».
El transportista lamenta que «para Tráfico los conductores somos los culpables de todo. Vale, sí, la mayoría de accidentes son culpa de un fallo humano, pero no estaría de más que invirtieran algo más en la conservación y el mantenimiento de las carreteras para que no sean tan peligrosas». Carlos Tarragó comparte este razonamiento, pero sólo en parte: «Es verdad que falta mantenimiento, por eso bajan la velocidad. Si hay un socavón en la vía, en lugar de arreglarlo ponen una señal de reducción de la velocidad y se quedan tan frescos, pues lo que pase allí ya no es su responsabilidad. Pero la alta mortalidad –advierte– no es por el estado de las carreteras, sino, sobre todo, por las distracciones al volante».    

Víctor se queja amargamente de lo «incongruente que resulta poner unos límites de velocidad inferiores a los de hace veinte años, cuando ni los coches ni las carreteras eran, ni mucho menos, como las actuales». En este punto, también Carlos Tarragó admite que es «algo complicado de entender. Hace veinte años los coches no tenían sistema ABS, ni medida alguna de seguridad pasiva; algunos ni siquiera tenían cinturón de seguridad. Ahora vienen equipados con supersofisticados sistemas de seguridad y el límite de velocidad no ha variado. Pero es que seguimos matándonos igual que antes. Sí, es cierto que hay más gente circulando, pero eso no explica las cifras de muertos que tenemos. Además, no podemos dejar nuestra seguridad sólo en manos de la tecnología».

El vicepresidente de la Asociación de Autoescuelas zanja el debate con una alusión al futuro cercano: «Vamos hacia el vehículo eléctrico, semiautónomo o autónomo. Y eso implica bajar la velocidad drásticamente, porque estos coches están programados para cumplir la ley y las normas y para brindarnos una seguridad total». Y lanza una recomendación: «Hay que aprender a ir sin tantas prisas por la vida y, sobre todo, por la carretera». 

Erradicar el uso del móvil
En lo que sí se ponen todos de acuerdo es incrementar el castigo para quien usa el móvil mientras conduce. Carlos Tarragó se alinea con la DGT y se muestra intransigente: «Hay que erradicar el uso del móvil mientras se está al volante de un vehículo. Las distracciones están detrás del 70% de los accidentes». Y añade que «como profesionales que estamos en la calle, observamos a menudo a muchos conductores que van con el móvil en la mano, y eso es muy peligroso. Incluso mantener una conversación con el manos libres ya entraña un riesgo, porque parte de nuestro cerebro se desconecta involuntariamente para atender la conversación y no estamos concentrados al cien por cien en la conducción, como deberíamos. La entrada del móvil en el coche ha sido muy perjudicial». 

«En definitiva –concluye Tarragó–, se trata de un tema de educación. Cuando un niño es pequeño, su padre le enseña a cruzar la calle sólo cuando el semáforo está en verde y a atender a las normas de circulación. Pero cuando ese niño crece y ya ha aprendido, el padre se relaja y cruza en rojo en su presencia, conduce mal… Y estos jóvenes llegan a la autoescuela con 18 años con un instinto nada positivo. Tenemos que reeducarlos porque ha habido a su lado conductores que no lo han hecho adecuadamente».

Comentarios
Multimedia Diari