La plataforma del Miracle de Tarragona: Un mamotreto de incompetencia

El Ayuntamiento tarda tres años en plantearse arreglar la plataforma del Miracle. Invertirá unos 100.000 euros

19 mayo 2017 17:20 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:47
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Vallas rotas o tumbadas en el suelo, pintadas de todo tipo (desde frases de amor a proclamas independentistas), graffitis, grietas, desniveles, hierbajos, basura, latas de cerveza, botellas de cristal, heces, un bañador asquerosamente sucio, chanclas destrozadas, colchones, la rueda de un coche, otra de tractor como ‘parapeto’ para no acceder por unas escaleras, un acceso peligrosamente fácil... Es el deplorable estado actual de la plataforma del Miracle, en Tarragona.

El caso de la plataforma del Miracle es el ejemplo perfecto de los males que afectan a Tarragona y un reflejo de una época en que a las administraciones no les importaba derrochar el dinero. Ahora el consistorio planea gastarse unos 100.000 euros en arreglar la situación, una cantidad que quizá no hubiese sido necesaria de haber cuidado la instalación cuando tocaba.

Nadie presentó alegación oficial alguna cuando, en 1997, se hizo público el proyecto del mamotreto de cemento que se iba a construir frente al mar, un proyecto escogido por un jurado compuesto por el propio Ayuntamiento (en el que gobernaban CiU y PSC), la Subdelegación del Gobierno y el Ministerio de Medio Ambiente. La idea seleccionada fue la del despacho Bach Arquitectes.

Luego vinieron tres años de obras (entre el 17 de julio de 1998 y el 30 de agosto de 2001), con un coste de 8,4 millones de euros (de los que el Ayuntamiento pagó 2,8 y el resto, el Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente). Una vez que se vio la realidad, sí que hubo críticas ciudadanas. Cuando ya era tarde. Típico de Tarragona.

La ciudad tragó con el ‘regalito’ pero al menos se podía utilizar. Hasta que la desidia de las administraciones y el conflicto de competencias entre Ayuntamiento y Gobierno central provocaron su cierre en julio de 2013.

Mantenimiento municipal

La plataforma se había ido deteriorando –nadie velaba por su adecuada conservación– hasta convertirse en un peligro. Costas recomendó que se impidiera el acceso del público. El Ayuntamiento hizo caso.

Según un convenio firmado el 24 de octubre de 1995 por el consistorio y la Dirección General de Costas, el mantenimiento corría a cargo de la administración municipal. El punto 4 del acuerdo decía: «El Ayuntamiento se compromete a la conservación de las obras una vez recibidas por la Administración contratante». Sin embargo, el consistorio responsabilizó del coste al Gobierno de Madrid. Total, unos por otros, la plataforma languidecía.

El pleno municipal acordó en diciembre de 2014 el derribo de la plataforma, pagando otro, por supuesto. La moción presentada por el PSC contó con el apoyo de los tres partidos de la oposición: CiU, PP e ICV. La edil de Medio Ambiente, Carme Crespo (PSC), recordó que se habían empleado 12.000 toneladas de hormigón para construirla y que la plataforma había «presentado muchos problemas desde el inicio por la falta de inversión del Ministerio». Balones fuera, de nuevo.

El PP –la plataforma se construyó durante el Gobierno de Aznar– quería que el Ayuntamiento tramitase la petición de derribo a la Generalitat para que ésta a su vez la envíase a Madrid. Burocracia en todo su esplendor.

El ‘peligro’ que estrenó Nadal

Xavier Quintana (CiU) aseguró que la plataforma «es un peligro y no aporta ningún valor añadido a la ciudad». El mamotreto en cuestión lo inauguró el alcalde Joan Miquel Nadal. ¿De qué partido era Nadal? Sí, de CiU.

Ocho meses después, el concejal de Urbanisme, Josep Maria Milà, descartó su derribo porque «costaría mucho dinero». Según la CUP, unos 5 millones de euros.

Esta misma semana, Milà –que admitió que el mantenimiento corre a cargo del Ayuntamiento– explicó al Diari que a principios de año comenzará el arreglo del pavimento y las barandillas, se pulirán las pérgolas para que no den sensación de abandono, se abrirán las escaleras de conexión con el nivel del parking y se colocarán bancos. La inversión máxima será de 100.000 euros.

También descartó «de momento» otro proyecto estrella que lanzó el alcalde, Josep Fèlix Ballesteros: convertir la plataforma en un «ecoparque de energías renovables». Milà también prevé que se construya un restaurante, cuyo peso sería perfectamente soportado por la plataforma. En 2014, el consistorio dijo que la plataforma podría derribarse si se construía encima.

‘Es una aberración’

El pésimo estado de conservación es un motivo más de crítica desde la oposición. «La plataforma ni es estética ni funciona. Es un aberración arquitectónica. La duda está en quién debería pagar su derribo», apunta el portavoz de Ciudadanos, Rubén Viñuales.

La edil de ICV, Arga Sentís, coincide: «Es una aberración que nunca se tendrían que haber hecho y que se ha de retirar».

Para Albert Abelló (PDECat), es «otro ejemplo de la incapacidad del equipo de gobierno. Es lamentable que este espacio privilegiado quede abandonado».

El portavoz de ERC, Pau Ricomà, recuerda que «el plenario municipal aprobó por unanimidad reclamar su desmontaje. Se debería buscar la fórmula para dar cumplimiento a esta moción».

Laia Estrada (CUP) concluye que «es una monstruosidad que habría que derribar y hacer un gran parque en la zona. Si se descartase su derribo por su coste económico y medioambiental, habría que remodelarla para que se convirtiese en un espacio blando e integrado en el paisaje».

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