La vivienda expulsa del centro de las ciudades a las familias jóvenes de Tarragona

No todo es despoblación. Los altos precios y la ausencia de nueva vivienda en ciudades como Tarragona o Reus lleva a las parejas a irse a poblaciones cercanas con más calidad de vida

19 mayo 2017 15:39 | Actualizado a 19 mayo 2017 15:39
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José María, hijo de padres andaluces, creció en el barrio de La Granja, trabaja en Dow y vive en Vila-seca. Ronda los 40 años e ilustra un perfil novedoso: el joven que a la hora de independizarse deja la capital y se va a algún municipio de la periferia. «Me gustó el piso y la zona. Aquí tengo de todo: el trabajo cerca, supermercados, tiendas, restaurantes… Y Tarragona sigue estando muy cerca, a menos de diez minutos», asegura satisfecho.

Es la otra cara de la despoblación, una suerte de éxodo rural, pero no hacia el profundo interior, sino a algún municipio del área metropolitana del Camp de Tarragona. «Hace años que nos encontramos con un problema en Tarragona: no hay vivienda nueva capaz de satisfacer las necesidades de un cierto tipo de gente, básicamente parejas jóvenes», cuenta Manel Sosa, secretario de la Cambra de la Propietat Urbana de Tarragona. La construcción y la expansión de algunos municipios cercanos a grandes áreas pobladas han supuesto un caramelo para muchos. «Poblaciones como Vila-seca se han urbanizado muy bien, con vivienda de calidad. En La Pobla de Mafumet se ha construido mucho y lo más atractivo era el precio. Hablamos de municipios que han sabido dar servicios, desde una piscina al comercio, que ha cambiado mucho. Ahora en cualquiera de estos sitios tienen a tiro de piedra centros comerciales», cuenta Sosa.


El gran ‘boom’ de la Pobla
Suelen ser parejas jóvenes con hijos en proyecto y que buscan más calidad de vida, aun a costa de tener que coger más el coche que, en cierta medida, también escapa del relativo estrés del centro.

Los balances demográficos de los últimos años muestran una tendencia clara. Quizás el ejemplo más brutal en toda la provincia lo ofrece La Pobla de Mafumet. El municipio ha crecido un 43% en los últimos seis años, sumando 1.143 vecinos a su censo. Mucho más mitigado es el crecimiento en el pueblo vecino, el Morell, con 155 habitantes más, si se compara 2010 con 2016, el último dato disponible en el INE.

Vila-seca, con un aumento de 562 habitantes, es otro de los núcleos que más crece, junto a Els Pallaresos (471) o La Canonja (173). «El fenómeno se ebe más al precio que a disponibilidad de vivienda. La gente se ha ido a pueblos del interior como La Pobla o El Morell buscando la economía», cuenta Diego Reyes, presidente de la asociación de promotores del Tarragonès.

Algo parecido ha pasado en Reus. «También ha habido un flujo hacia poblaciones como Vilallonga del Camp, Riudoms o Almoster. La gente también se mueve buscando la cercanía con el trabajo. Es un factor que siempre se tiene en cuenta», apunta Reyes.


También en Reus
Vilallonga del Camp ha incrementado su censo en 255 personas en seis años, mientras que en Riudoms la ganancia es de 118, casos insólitos si se tiene en cuenta una dinámica general de sangría de población. Para ejemplo, las capitales: en el mismo tiempo Tarragona perdió más de 9.000 personas y Reus unas 3.000.

Buena parte de esos descensos se fundamentan en la marcha de los inmigrantes debido a la crisis pero también en ese éxodo de jóvenes a la caza de oportunidades inmobiliarias más asequibles.

Hay otra tendencia, esta vez interna en la propia ciudad: los jóvenes que se marchan del centro para vivir en zonas de nueva construcción en los barrios que, además, se han revalorizado. Los ejemplos más claros son la Avinguda Països Catalans de Sant Pere i Sant Pau y la Rambla de Ponent, en Campclar.

Àngel Belzunegui, sociólogo y profesor de la URV, también confirma la tendencia de ese flujo que transita desde el centro hacia pueblos de las afueras: «Hemos encontrado un fenómeno de deslocalización por parte de jóvenes que buscan mejores oportunidades de alquiler o de compra en pequeñas casas adosadas de pueblos o en complejos medio cerrados. Hablamos de clase media que se ha ido. En parte Tarragona se ha vaciado por eso».


Irse como ascensor social
Belzunegui también detecta una motivación sociológica, más allá de la puramente económica o inmobiliaria: «Hace unos años notamos que había gente que, una vez se acaba, se marchaba de lugares como los barrios de Ponent. Era clase trabajadora que, de algun amanera, quería romper con la dinámica del barrio y la cuestión del cambio residencial era una especie de ascensor social».

El perfil atañe a personas de entre 30 y 40 años, hijas de una genración de obreros y trabajadores estables, sean cualificados o no, que se han marchado de barrios como Campclar, Bonavista o Torreforta, sobre todo cuando van a escolarizar al primer hijo. «Ese alejamiento pequeño, aunque sea a pocos kilómetros, ha sido muy común. Se ha dado muchísimo. Es una manera de poner distancia con el lugar de origen», apunta Belzunegui.

También ha habido una marcha en otro perfil. «Una clase media profesionalizada e ilustrada, que puede ser la que corresponde a los profesores de la universidad, ha apostado por irse a municipios como Cambrils. Es otro fenómeno de deslocalización. A ello ha contribuido por ejemplo el hecho de tener una universidad dividida en tres campus, en términos de cercanía al trabajo».

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