Las obras de la nueva terminal de cruceros de Tarragona encaran el ecuador

Hoy está previsto que finalicen los trabajos para la construcción del último cajón, el Elba, lo que culminará una de las partes más complejas de un proyecto previsto para mayo de 2021

06 octubre 2020 18:40 | Actualizado a 07 octubre 2020 07:32
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En el dique Mar del Aneto se trabaja a contrarreloj. Hoy, a primera hora de la mañana, está previsto que finalice la construcción del último de los once cajones del futuro Moll de Balears, uno de los proyectos más ambiciosos que afronta el Port de Tarragona en estos momentos y que debe suponer un antes y un después de cara a la actividad de cruceros.

La zona cero de la obra está ubicada en el Moll de Catalunya, a escasos metros de la futura terminal, que en los últimos meses se ha convertido en el centro de operaciones. Allí se instaló la cajonera y una planta móvil de producción de hormigón, lo que constituye una auténtica «fábrica» de bloques de cemento, que serán la base sobre la cual se sostendrá el nuevo muelle.

Los trabajos arrancaron el pasado 20 de julio, cuando los operarios empezaron a construir el primero de estos grandes bloques. Cada uno tiene unas dimensiones de 41,85 metros de largo, por 16,75 metros de ancho y 21,3 de alto. Su forma es similar a la de una huevera, con un peso que supera 7.288 toneladas.

En enero empezará el dragaje para rellenar la superficie de cuarto hectáreas

Más o menos el tiempo para la construcción de cada una de las unidades ha sido de una semana. «La duración no ha sido homogénea, ya que en función de la meteorología, que condiciona el oleaje y el viento, puede avanzarse más o menos», indica Aitor Beguiristain Buira, jefe de obra de la unión temporal de empresas (UTE) formada por Comsa y FCC.

En el interior se trabaja como en una orquesta en el momento de interpretar una sinfonía. Cada uno tiene un espacio y un papel asignado, que es el que debe garantizar que los trabajos avancen de forma sincronizada según un calendario muy ajustado. Son turnos de unas sesenta personas que trabajan los siete días a la semana las 24 horas. Asimismo, siempre hay un equipo retén porque si registrara algún caso de positivo por coronavirus las obras pudieran seguir adelante. «Por suerte no hemos tenido ningún positivo, pero está claro que la gestión del personal ha sido más compleja», indica Olga Figueras, jefa de producción de la cajonera.

Se diseñaron turnos específicos para la comida, hay gel hidroalcohólico y antes de entrar a la obra los operarios pasan por una cámara térmica, para controlarles la temperatura. «Era muy importante porque es un espacio en el que no pueden mantenerse las distancias y cualquier incidencia hubiera supuesto una catástrofe», añade Olga Figueras.

"La duración no ha sido homogéna, ya que en función de la meteorología puede avanzarse más"

Un equipo diversificado

Además del personal técnico de la UTE adjudicataria hay jefes de obra y de producción, los encargados y los operarios. Un equipo al que hay que sumar los trabajadores de las empresas especialistas subcontratadas y el personal técnico del propio Port de Tarragona, que siguen desde el pie de la obra la evolución de los trabajos.

El proceso de fabricación es lento y complejo. Poco a poco el hormigón armado coge la forma de bloque. Antes de que finalice el proceso tiene lugar uno de los momentos más especiales. Llega cuando se le va a dar un nombre. «La tradición es que todos sean nombres de mujer, porque habitualmente los que salían a la mar eran hombres, y ahora se sigue haciendo con gente relacionada con la obra», indican estos obra.

El cajón número 11 será el Elba, un reconocimiento que Olga Figueras hace a su hija y que siempre estará ligado a los nombres de Natàlia y Xènia, que así es como se llama el bloque número 10, en homenaje a la hermana y la sobrina del director de obra. Ambos son los últimos que faltan por colocar. Los otros nueve ya están a su puesto. Y es que, cuando finaliza el proceso de construcción, los cajones –que son capaces de flotar– son remolcados hasta la zona de la nueva terminal y son colocados encima de la escollera de piedra, que previamente se habilitó y que representa la auténtica base de la terminal.

El proceso de colocación culmina cuando se han rellenado los agujeros de esta huevera, primero con agua y, posteriormente, de arena, de forma que cada uno alcanza un peso final de unas 35.000 toneladas.

La segunda fase

El nuevo muelle tiene una profundidad de veinte metros. Desde el dique de Llevant puede seguirse la evolución de los trabajos. Sin embargo, los deportistas que se fijen en la nueva infraestructura tan solo verán que los cajones sobresalen 1,30 metros aproximadamente. Los corredores también habrán podido ver que en los últimos días han avanzado los trabajos para construir las dos nuevas escolleras, que emergerán en superficie y que limitarán los laterales de la terminal.

Para ello se utiliza un gánguil que transporta la piedra vía marítima desde una cantera del Garraf. «Tres cuartas partes de los materiales han llegado por mar, de esta forma se reduce el tráfico de camiones», indica Beguiristain.

Con los once cajones a puesto y cuando haya finalizado la construcción de estos dos brazos, en medio quedará una especie de piscina que se rellenará con material dragado del mismo puerto. Unos trabajos que se prevé que empiecen en enero y que obligarán a mover unos 500.000 metros cúbicos de grava y arena. Esta será otra de las fases decisivas del proyecto, que acabará con la pavimentación y la instalación de los servicios.

Los responsables de la obra aseguran que en estos momentos están en un 40% de su ejecución, de forma que si no surgen palos en las ruedas, la terminal estará operativa en mayo, aunque los trabajos no acabarán hasta mediados de junio. El proyecto supone una inversión de 27.308.911,39 (más IVA) por parte de la Autoritat Portuària.

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