Las verdades de San Pablo

Pablo Iglesias despierta un fervor casi religioso. Se dio un baño de masas en un mitin de Catalunya En Comú-Podem en Bonavista ante más de 500 personas. Atizó a los dos bloques, pero no habló de un referéndum

11 diciembre 2017 21:26 | Actualizado a 11 diciembre 2017 21:47
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Suena ‘Ain’t Got No, I Got Life’, el clásico de Nina Simone que es un canto a la libertad. Pablo Iglesias entra en el Teatre Bonavista aplaudiendo al público que le aplaude con fervor de estrella de rock, casi de mesías. Ondean una bandera republicana entre otras moradas, de Podemos, y una cachonda en la que está impreso el extracto célebre de los papeles de Bárcenas con el nombre ‘M. Rajoy’ subrayado en fosforito. Sigue sonando Nina Simone («No tengo casa, ni zapatos, ni dinero, ni estilo, ni faldas, ni jerseys (...) Tengo mi vida, tengo mi libertad, y la voy a mantener») y Pablo alza el puño derecho.  

El auditorio rompe en un ‘sí, se puede’ que a estas alturas ya sirve para todo, hasta para el fútbol. Vallecas es hoy Bonavista. Luego lo recordará Xavier Domènech: «Soy de Sabadell, y allí Bonavista era conocido como barrio de referencia en la lucha por las libertades en Catalunya». Tamara Ruiz, que presenta el evento –hay más de 500 personas, y algunas deben quedarse de pie–, incide: «Es un orgullo hacer este acto en este corazón obrero, con esa gente que se construyó su propio barrio». 

Luego llega el arsenal político, todo en la misma dirección: ni DUI ni 155, Catalunya En Comú-Podem escapa de los bloques y apuesta por la agenda social, y por poner a la gente en el centro, los lugares comunes más recurrentes de la izquierda. «El 155 no nos representa. Yo digo ‘no en mi nombre’. Yo no soy esa España», afirma Maria Vilà, número 2 por Tarragona, que reivindica la labor en Madrid y Barcelona como los ayuntamientos del cambio, hace proclamas contra el feminicidio y acaba de hinchar su discurso de actualidad: «Hay que acordarse de la humillación del pueblo palestino. También Palestina tiene derecho a decidir». 

Luego llega Pablo, que en estas lides conserva el tirón mediático de antaño, y arranca calmo, suave, sin la estridencia aquella de los debates televisivos que le hicieron popular: «Está siendo una campaña difícil y es complicado ubicarse cuando todo está dominado por los sentimientos». 

Avisa de que cada vez hay más actores «que lanzan gasolina al fuego» y de que «Catalunya se enfrenta a unas elecciones con dos polos que apuestan simultáneamente por la venganza». 

Pablo reparte para todos desde el atril: «Parece ser que el PSC está compitiendo con Cs y PP para ver quién es más unionista o está más a favor del 155». Y atiza a ERC: «Parecía que había cambiado algunas cosas pero últimamente, quizás por las presiones que recibe, parece que vuelve al unilateralismo, que es algo muy eficaz en campaña». 

Los abogados defensores
Iglesias convierte en víctima a Podemos «por decir esas verdades a la cara». Ese es el concepto que usa reiteradamente, el de la verdad, la posesión casi bíblica, de San Pablo, de la verdad. «Hemos dicho algunas verdades incómodas», apunta, y por eso se han llevado palos. «Nos han dicho que somos los abogados defensores de los independentistas y también de la represión. Pero es imposible ser las dos cosas a la vez», añade. 

La lección es sabida. Pablo Iglesias, y luego Yolanda López, cabeza lista por Tarragona, y Xavier Domènech, hablan de pobreza en Catalunya, del rescate de bancos, de la Gürtel, de Pujol, de Millet, de la huida hacia adelante del Procés para esconder la corrupción. Ellos apuestan por combatir todo eso pero, eso sí, no  encuentran la palabra ‘referéndum’ en el diccionario de este mitin de campaña. Ni siquiera se menciona la posibilidad de una consulta como solución a «esos dos bloques que bloquean» la situación, como dice Pablo. «Hace falta un gobierno de reconciliación», admite Iglesias, y otra vez palo a ERC: «Prometer lo que no se puede cumplir es estafar a a la ciudadanía». 

El líder morado es crítico con el papel de la monarquía tras el 1-O («¿Qué símbolo en España no elegido por la gente da órdenes políticas?», se pregunta). Parodia a las alternativas rivales: un gobierno constitucionalista, con «Iceta bailando al son del Cs y del PSC», con «Toni Cantó al frente de TV-3 y Girauta dirigiendo a los Mossos como conseller de Interior». 

Catalunya En Comú-Podem es, por tanto, la tercera vía, la de enmedio. Yolanda López habla del sacrificio de las familias durante la crisis y de reparar las heridas abiertas. Domènech, entre gritos de ‘Xavi, president’ y el constante ‘Sí, se puede’, quiere un «Govern de todos y todas, de todo el pueblo y no sólo de una parte». Es el gobierno de la gente normal –otro topicazo de la política que aparece al final, con el auditorio en pie eufórico– y se encarga de recordarlo la letra de Jarvis Cocker. Suena ‘Common people’, de Pulp, convertido en himno populista. Pero Pablo ya no estaba. Se había ido a medio acto para coger el AVE. 

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