Lucía Etxebarria: «Ni locas ni brujas ni putas ni santas ni guerreras»

Desmontando mentiras. Lucía Etxebarria cierra el ciclo ‘Escritoras en la universidad’ con su testimonio a favor de no silenciar ni ridiculizar la figura femenina 

29 enero 2020 07:55 | Actualizado a 29 enero 2020 07:59
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Para la posteridad, parece ser que no es lo mismo suicidarse siendo una mujer escritora que un compañero del sexo opuesto. Ayer, la escritora Lucía Etxebarria ponía de manifiesto esta realidad en su conferencia en el Aula Magna del campus Catalunya de la URV. Al llegar a casa, quise comprobar, Google en mano, algunos de los ejemplos que mencionaba y mis búsquedas certificaron su tesis.

Mientras que en las biografías que aparecen como primera entrada en el famoso buscador, autoras de talento contrastado como Alejandra Pizarnik o Anne Sexton aparecen mencionadas junto a su deceso en las primeras líneas —antes quizás que sus obras mas conocidas— escritores hombres que corrieron un final equivalente, como Ernest Hemingway o Vladímir Maiakovski, reciben un tratamiento en el que sus ideales y estilo de escritura pasan delante de la decisión que tomaron de acabar con sus vidas. 

«Pizarnik era lesbiana en una dictadura peronista en la que esta condición era penada y no podía hablar de ello, y le dieron un tratamiento farmacológico para volverla loca», explicaba la escritora, al tiempo que añadía otros casos de suicido de escritoras ampliamente reconocidas, como Virginia Woolf, «que sufrió casos de abuso por parte de su hermano y acabó con su vida temiendo un nuevo tratamiento médico, porque la torturaban afirmando que se lo había inventado». 
Este fueron tan sólo algunos de los ejemplos a los que Etxebarria recurrió durante su exposición, durante la charla que cerraba el ciclo Escritoras en la Universidad, que durante el lunes y el martes de esta semana ha servido como lienzo para que varias escritoras reflexionen sobre sus ideas sobre como concebir y practicar la literatura. 

La última intervención del día fue la de Lucía, que se sirvió de varios de los ejemplos que recoge en su último libro, Mujeres Extraordinarias, una historia de mentiras —autoeditado, como apunta ella misma «para garantizar que no me toquen ni una coma»— en el que analiza los casos de mujeres conocidas por todos que, para acallar las diferencias y esconder realidades que fueron incómodas tiempos atrás, fueron silenciadas por el olvido y la incomprensión y que, ahora, «a menudo, viven en el estereotipo y las tachan de putas, brujas o santas», según explicaba ayer tarde la escritora. 

Seguro que al leer esta afirmación muchos se pondrán un tapón mental en los oídos, o pensarán que la afirmación es exagerada. Quizá para acallar estas opiniones, por desgracia no tan minoritarias, Extebarria no tuvo reparos en hablar de su propia trayectoria profesional. 

“CUANDO GANÉ EL PREMIO NADAL RECIBÍ CRÍTICAS TREMENDAS Y ESTABA DESESPERADA POR AGRADAR”, Lucía Etxebarria, escritora

«Cuando gané el premio Nadal —en un lejano 1998— recibí unas críticas tremendas, me ponían a parir todo el rato y estaba desesperada por agradar», contaba Etxebarria, al tiempo que analizaba que los autores que entonces consagraba la crítica —que un 90% del auditorio reunido en el Aula Magna reconocía no haber leído— no sufrieron este acoso. Según ella explica en el prólogo de Mujeres Extraordinarias, fue al empezar a exponer algunos de estos datos de la trayectoria de mujeres famosas en las redes sociales —en las que Etxebarria es prolífica— que descubrió que muchos de sus seguidores los desconocían, lo que sembró la semilla de este volumen de más de 550 páginas, que analiza los casos mujeres de todos los tiempos. 

En su cita con el público, Lucía destacó por el mismo carácter cercano que exhibe en la pantalla. Vino a Tarragona enferma, como hace tiempo que explica a los seguidores de sus perfiles a través de las redes, pero esto no impidió que hablara con franqueza de casos impactantes de emmudecimiento social, como los de Carmen Laforet o Emilia Pardo Bazán, entre otras, que certifican que, como dijo ayer Etxebarría, «santificar es borrar la memoria de lo que queda detrás». 

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