Mucha mierda, Sr. alcalde

Desidia. El guano que se acumula en el Metropol es un síntoma de incapacidad de gestión

25 julio 2018 09:42 | Actualizado a 02 agosto 2018 12:03
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Es una frase conocida en el mundo del arte escénico desearse «mucha mierda». Trae suerte. Y también dicen que pisarla es un buen augurio para la fortuna. Y por ello deduzco que dejarla crecer en la marquesina del Metropol y en el vestíbulo de la finca debe ser un augurio de muy buena suerte para los actores. Todo un detallazo municipal de lujo en una ciudad que se quiere internacionalizar.

Después de mi ‘Tarragona Palomar de la Humanidad’, publicado el 24 de agosto de 2012 en el Diari, y hasta la fecha de hoy, nada ha cambiado en esta ciudad. Han pasado casi 6 años. Fue uno de mis primeros artículos de denuncia urbana. El resultado: silencio, desidia y más de lo mismo. Al menos, en lo que a mierda se refiere. 

Sucede que en esta ciudad no todos somos actores, sino ciudadanos. Y no deseamos más suerte que la de pisar la calle con la firme seguridad de no oler a orines, como en la Plaça Verdaguer, o la de poder pasar por debajo del teatro Metropol y mirar al cielo sin ver mierda, ni tener que soportar el hedor del guano de las palomas.

A la par de ser altamente infeccioso, el guano es altamente ofensivo para los que tenemos un cierto ego o deseo de ciudad limpia. Y la Rambla Nova aglutina demasiada ‘mierda’, tanto en sentido metafórico como figurado desde hace años, sin actitud positiva de ningún político. La palabra es desidia, dejadez, omisión de socorro urbano y urbanista a un eje vertebral de la ciudad. Se está perpetrando el final de una zona urbana sin voluntad resolutiva. Y la gente calla.

El Teatro Metropol, obra de nuestro ilustre arquitecto Jujol y restaurado por el arquitecto Josep Llinàs hace uno años, ha caído en un profundo olvido. Hoy es la consagración de esta saga de despropósitos en el mundo de la cultura y de la convivencia ciudadana. Aquello que en épocas gloriosas del NODO se le llamaba urbanidad.

Lo del Metropol es el arte de la connivencia entre inoperancia y arrogancia de quienes lideran esta ciudad a golpe de talonario. Moraleja; por mucha suerte que necesiten los actores, la conclusión es que no necesitan tanta mierda como la que se les ofrece en la marquesina de este teatro tan querido por algunos y tan olvidado por otros. El consistorio, que se vanagloria de unos Juegos magníficos, no es capaz de sacar la mierda allá donde la tenga.

Ni se les ocurra preguntarse qué pasa con el edificio del Metropol. Pisos vacíos deteriorándose sobre un teatro restaurado. Una propiedad pública que refleja las incapacidades técnicas y la inoperancia política, como contrapunto de la capacidad de tener paciencia y educación de quienes viven la Rambla, de quienes la aman y la reclaman viva.

Ya no valen las excusas. No las hay. Ya no valen limpiezas urgentes para disimular la dilatación capilar facial de algunos frente a hechos consumados. Ya no valen pretextos frente a algo que es una pauta habitual. La incapacidad de gestión del patrimonio público es una evidencia palpable, definida y consolidada.

El Metropol es un ejemplo más de que a nadie de este gobierno municipal le importa nada más que la foto finsih de primera plana y la inmediatez de los siguientes 4 años de legislatura.

Se llama inmediatez política y falta de miras. En esta ciudad la capacidad de liderar las masas parece que es directamente proporcional a la cantidad de recursos estúpidos entre mamadetas y pirotécnica populista, así como otros festejos de barrio subvencionados para recolecta de votos. Igual que la capacidad de llevarse arena a casa es proporcional a la cantidad de ropa que uno se lleva a la playa, la cantidad de mierda que acumula el Metropol parece proporcional a la incapacidad de gestión municipal.  

Como conclusión, tenerlo cerrado y dejar que se deteriore parece que es una decisión asumida, bien con ignorancia o bien con negligencia; no sé cúal peor. Por ello, ante la proximidad de unas nuevas elecciones en las que va a haber verdaderas promesas escenografiadas que olerán a una nueva gloria y victoria, debo desearle a nuestro máximo mandatario, con todo el buen rollo del mundo, «¡Mucha mierda!».

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