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Los Chikos del Maíz, el declarado grupo favorito del vicepresidente Pablo Iglesias, descargarán este sábado (22.00 horas) en la Sala RedStar de Valls su arsenal de versos hiperconectados con la realidad, que igual piden «guillotina» para «Cayetana» que arremeten contra Manuela Carmena por oler «más a régimen que a magdalenas». Como es habitual en sus últimos conciertos en salas, han colgado el cartel de sold out. La banda valenciana, liderada por Nega y Toni el Sucio, acaba de lanzar su tercer disco, Comanchería, un homenaje a la película del mismo nombre de David Mackenzie.
El Ayuntamiento de Salamanca canceló un concierto suyo, la semana pasada, porque considera ofensivas algunas de sus letras. ¿Hay censura?
Parece que estamos todavía en una España en blanco y negro, pero no es de ahora, ha pasado antes con tuiteros, otros raperos o titiriteros. Es una más en la historia negra de esa relación tormentosa entre España y la libertad de expresión. Decimos siempre que la libertad de expresión en este país es para quien la puede pagar. El señor Abascal dice en el Congreso que los extranjeros son violadores y no pasa nada, en cambio nosotros tenemos que hacer malabarismos para poder tocar.
«Ortega Lara no era ningún pacifista, solo cambió de carcelero a contorsionista». Eso dice una de las letras de las que se queja el alcalde de Salamanca.
Se agarran a una canción que hicimos en nuestra primera maqueta, de cuando éramos jóvenes airados de 25 años y estábamos como una cabra, que ni está grabada ni cantamos ya.
¿Son más optimistas ahora que tenemos un gobierno de izquierdas?
No sé muy bien qué pensar. Los días del debate de la investidura estuve malito en casa y me los tragué enteros. Estoy esperanzado sobre todo por la hostia que se ha dado la derecha y ver cómo están llorando día y noche. Parece que van a llegar aquí los planes quinquenales, las expropiaciones a todas las empresas y las colas. Se intuye que el margen de maniobra será pequeño, pero si sirve para mejorar un poco la vida de las personas, subir el salario mínimo interprofesional, derogar la reforma laboral o tumbar la ley mordaza, bienvenido sea.
En el disco ‘Comanchería’ se atisba cierto desencanto de la política.
La verdad es que de todo un poco en general. El panorama cuando hicimos el disco no era el gobierno ‘comunista’ que hay ahora, sino cincuenta y tantos disputados de Vox y la extrema derecha subiendo. A veces te cansas de tanta lucha y de estar siempre con lo mismo y no ver resultados. Como decimos, otro año que no hicimos la revolución. Seguimos acumulando derrotas y al final te dejas llevar un poco por el desencanto.
¿Qué parte de culpa tiene la izquierda de esa desilusión?
Un gran parte, pero tampoco creo que la izquierda deba autoflagelarse, hace lo que puede. El enemigo de la izquierda es inmenso, no solo pelea contra la derecha, también contra los grandes medios de comunicación; la estructura del Estado, como vimos hace poco con la inhabilitación de Torra en plena negociación; la adjudicatura o muchas veces contra las fuerzas de seguridad.
¿Cómo ve la situación en Catalunya, por cierto?
Se supone que ahora hay abierta una negociación y por eso se ha aprobado la investidura. A ver en qué acaba, espero que no sea en más represión.
En ‘Comanchería’ se nota la influencia de Latinoamérica.
América Latina es como volver al vientre materno. Tiene cierta pureza y me fascina cómo es la gente. Estuve de viaje en Bolivia, Perú, Costa Rica y México y esa influencia del continente se nota en algún sampleo salsero y alguna guitarra andina en varios temas.
¿Lo suyo es rap político?
Rap comprometido o social. ¿Rap político? Toda la música es política, también la de Bisbal o la de los de Operación Triunfo. Cuando es música política de izquierdas se nos pone esa etiqueta, pero cuando sale un tío en un coche deportivo o en una mansión con tías en bikini eso no es música procapitalista.
¿Se han arrepentido de alguna de sus letras?
Sí, claro, como persona te equivocas y cuando pasan los años piensas «esto lo podría haber dicho de otra manera o se me fue la pelota». De todo aprendes y vas formándote, ahora con 40 años no decimos cosas que hubiéramos dicho con 25. Pero eso no es rendirte, es madurar.
