Sin comercio no hay ciudad

Riesgo de desertización. La apuesta por las grandes marcas ahoga a los pequeños. El entorno del Mercat o la calle Unió, referentes en otros tiempos, tienen decenas de locales vacíos 

22 marzo 2018 15:38 | Actualizado a 22 marzo 2018 15:46
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Me comentaba el otro día el amigo Florenci Nieto, de Pimec-Comerç, que la ciudad de Tarragona ya es la capital comercial del sur de Catalunya. El Corte Inglés, Parc Central, Les Gavarres y la reforma del Mercat Central –además de la esperada llegada de Ikea– han impulsado la actividad de una ciudad que, hasta hace pocos años, vivía a la sombra de Reus. 

Estoy bastante de acuerdo con el representante de la patronal de la pequeña y mediana empresa. Los grandes números indican que, a lo largo de los últimos años, la ciudad ha hecho los deberes en  el trabajo para generar una marca solvente y atraer a las principales firmas. Tarragona está, en este sentido, muy por delante de Lleida y no tiene nada que envidiar, por ejemplo, a Girona.

 Pese a todo ello, la perspectiva que puede tener el «ciudadano de a pie» es diferente. Basta un paseo por el centro de la ciudad para darse cuenta del excesivo número de locales vacíos que hay en las calles más céntricas de la trama urbana. Decir lo contrario es taparse los ojos y negar la realidad. Tarragona ha consolidado especialmente su perímetro comercial, pero ha dejado en manos de la influencia del Mercat la suerte del centro de la ciudad.

Recuerdo que hace años, el fallecido Rafel Tatay ya advertía del riesgo de «desertización» que se corría por la apuesta por las grandes superficies, citando el caso de Francia, donde, por cierto, ahora se trabaja para devolver al pequeño comercio a las principales vías de los núcleos urbanos.  

Debo decir que algunos de los locales vacíos son de antiguas entidades financieras que han cerrado por la reestructuración del sector. Hay otros, sin embargo, que duele especialmente verlos en tal estado de abandono, ya que en el pasado habían sido negocios de referencia, como es el caso del Comercial Confort de la esquina entre las calles Colom y Prat de la Riba

Durante los seis años y medio que se alargaron las obras del Mercat Central, el Ayuntamiento siempre reivindicó que, con su remodelación, el equipamiento ejercería de «motor comercial del centro de la ciudad». Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Un año después de la reapertura, los comercios del entorno dicen que no han notado una mejora y, de hecho, son muchos los establecimientos que han bajado la persiana a lo largo de los últimos meses, en gran parte debido al incremento de la cuota del alquiler que solicitan –lícitamente– los propietarios.

En esta zona también destaca el cierre del histórico Zara de la calle Colom, un emplazamiento que durante los últimos días se ha especulado que podría albergar un Decathlon para trasladarse al edificio de la antigua Caixa Tarragona de la Rambla Nova

Como descendiente de un negocio de esta zona (El Chiquillo, que estaba junto al Negrito i la Negrita), sé la relación de confianza y casi de amistad que se establece entre cliente y comprador. Este contacto, que es imposible de encontrar en los grandes almacenes, da personalidad a la ciudad. No puede perderse. La calle Unió es otro ejemplo de la desertización actual. 

Una opción interesante sería ejecutar el proyecto del desaparecido Albert Abelló de la Illa Corsini, para peatonalizar el entorno del Mercat. Se podía estar de acuerdo o no con él, pero debe reconocerse que, de comercio, sabía un rato.  

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