«Venir a Tarraco era como ir hoy a un congreso a Nueva York»

Este especialista en arqueología considera que «debería humillarnos» tan solo la posibilidad de perder el sello que reconoce la ciudad como Patrimonio Mundial de la Humanidad

23 noviembre 2021 19:30 | Actualizado a 24 noviembre 2021 10:09
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Joaquín Ruiz de Arbulo es catedrático en Arqueologia Clàssica de la URV, investigador del ICAC y miembro de ICOMOS España. Por su trayectoria es una voces más respetadas a nivel de patrimonio y estos días codirige el quinto Congrés Internacional d’Arqueologia i Món Antic, Tarraco Biennal, que arrancará hoy hasta el viernes.

Los puertos romanos centrarán la quinta edición del Congrés Internacional d’Arqueologia i Món Antic. ¿Por qué esta temática?

Son reuniones en las que todas las instituciones de la ciudad nos ponemos de acuerdo para avanzar en la investigación que tenga que ver en la conservación y mantenimiento de nuestros monumentos. Este año abordaremos esta temática porque el puerto y Tarragona son lo mismo. Sin su puerto no existiría Tarragona y, sobre todo, este es el elemento que coloca la ciudad al mundo, ya que permite sacar sus productos al exterior y recibir todo aquello que el Mediterráneo y el mundo puede ofrecerle. Un puerto son los astilleros, con los barcos, los pescadores, los almacenes y un control fiscal. Y todo esto se convierte en un sistema económico.

¿Cómo tenemos que imaginarnos este puerto?

Brutal. La vida de la ciudad estaba allí. En la parte alta de la ciudad había una arquitectura, con unos monumentos, pero no había la vida sino que era una escenografía. La vida estaba en el puerto y toda la parte del foro, que ahora corresponde al entorno de Corsini, y que es donde había el mercado de la ciudad. Por otro lado, sabemos que era un puerto internacional y que en la ciudad se habían establecido comerciantes de diferentes nacionalidades que hacían de intermediarios.

Llegaban las mercancías, pero también era la puerta de entrada de las noticias.

De todo. Tenemos que pensar que a Tarraco llegó un jovencísimo Octavio, que más tarde sería hijo adoptivo de Julio César, porque su madre lo mandó junto a su tío, que estaba haciendo la guerra en la batalla de Munda, en la zona de Sevilla. Los caminos del mar eran los caminos de la antigüedad. Si ibas por tierra era muy costoso, así que esta plataforma marítima siempre ha sido el gran sistema del comercio mundial.

¿Qué se sabe sobre cómo era este puerto?

El problema que tenemos es que el puerto romano estaba en la calle Reial y en toda la zona de la Plaça dels Carros, o sea que está un poco más hacia adentro respecto a la ciudad actual. Hemos hecho sondeos geotécnicos para conocer la estatigrafía, pero a nivel arqueológico no tenemos posibilidad de encontrar gran cosa. Hemos hallado niveles de paleoplaya y almacenes portuarios. Por ejemplo, sabemos que había un gran muelle, que era muy famoso y seguía en pie en los siglos XVII y XVIII, pero hubo un momento en el que este molestaba a las barcas de pesca y Hernández Sanauja nos dice que uno de los capitanes del puerto lo hizo volar por los aires, porque molestaba de cara a las maniobras de atraque. Las necesidades del puerto moderno han ido colgando o incluso desmontando físicamente las estructuras del primer puerto. También pasa una cosa, que es que los puertos también son organismos vivos. Cuando hay tormentas se llenan de arena, si no se drenan, llega un momento en el que se llena de tierra y esto es lo que pasó.

¿De dónde llegaban los barcos, qué productos se comerciaban, qué ambiente se respiraba?

Literalmente llegaba de todo. Aquí cada año venía una asamblea de toda la provincia a hacer las fiestas de culto imperial. Todas las ciudades mandaban una delegación y aquí hacían las grandes fiestas dedicadas al emperador. Tarraco en aquellos momentos era como ir a un congreso a Nueva York a día de hoy y ver todo lo que puede darte el capitalismo. Venían aquí, descubrían una gran ciudad, la comodidad de las termas y todo tipo de productos, como la ropa, los tejidos, los perfumes y las joyas. Productos asociamos al lujo y que se trasladaba por mar. El papel de los puertos es estratégico y de lógica económica. Llegaban muchos productos de fuera, pero en la ciudad había una vida funcionarial. Esta era una zona de vino, pero no era de los mejores y no se exportaba a Roma. Tanto el vino como el aceite y los minerales no justificaba que vinieran a buscarlos. Era más un sitio de captación de fuera que no de exportación, aunque también. Y también el puerto era el sitio del control fiscal. Los romanos inventaron la quinta et vicésima venalium manciniorum, que es un 5,25% que cargaban a todos los productos que cambiaban de provincia.

¿Cómo los aranceles de ahora?

Exacto, y todo esto lo controlaban en los puertos, donde tenían los barcos y los almacenes, por tanto, ahí tienes el control de los impuestos. Tienes también la presencia de la religión, con las comunidades de otras nacionalidades, como la israelí o los griegos, que pueden traer a sus dioses y establecerse en pequeñas comunidades. Esto significa que el puerto de Tarraco era un sitio internacional, en el que se hablaban todas las lenguas, se vendía y se compraba de todo y nuestro trabajo a día de hoy es ir buscando argumentos para probar lo que había. La arqueología urbana es entender lo que tenemos para, por un lado, si es posible protegerlo o como mínimo documentarlo, y por el otro para tener la idea de cómo funcionaba la ciudad.

Es importante que se recuperen estas reuniones científicas, después del parón a causa de la pandemia.

Lo echábamos en falta. Estamos en un momento de ansia para volver, hasta el punto que, por primera vez en cinco años, hemos tenido que cerrar las inscripciones. Tenemos 150 inscritos, más 25 ponentes, el equipo y los estudiantes que vienen a ayudar, por lo que estamos sobre las 210 personas, y no queremos llenar el Aula Magna, que tiene capacidad para unas 300 personas.

Es importante para demostrar que la investigación sigue adelante.

Claro y sobre todo es importante de cara a la transferencia. Si nos lo quedamos para nosotros cómo podemos valorar que hay que invertir en el Amfiteatre porque es importante para todos si tan solo lo conocen cuatro eruditos. Este es un error gravísimo y por este motivo en Tarragona si somos un referente en estos momentos es en la transferencia entendida como Tarraco Viva. La capacidad del festival de convertirse en un producto que atrae a la gente, con unos niveles como no los habíamos visto y que funciona muy bien es increíble y, en cierto modo, este congreso también es parte de esta oferta.

¿Qué nos queda para seguir descubriendo de Tarraco?

Absolutamente todo. La ventaja de la investigación en cualquier disciplina es que no hay límites. Cuando hablamos del mundo antiguo, las piezas del puzzle son pocas. Podemos saber cómo era Tarraco, pero tampoco tenemos tantos datos y lo que se trata es de que la investigación funcione junto con la conservación, y el tercer vértice del triángulo es la socialización. Hemos excavado mucho, tenemos los almacenes llenos con toneladas de material arqueológico, pero que están sin estudiar, porque en los años de bonanza económica no hemos tenido tiempo. La siguiente generación tendrá que poner orden.

¿Sobre qué nos falta más información sobre la antigua Tarraco?

Hemos conseguido hacer el esqueleto, podemos hacer un discurso bien estructurado sobre cómo era la antigua Tarraco. También hemos aprendido a producir una información gráfica de gran calidad, que ayuda a entender la ciudad, y en este sentido estamos haciendo productos de primer nivel estatal e incluso a nivel mundial. Ahora lo que nos falta es conocer, no tanto los matices, sino la información más detallada por épocas. Antes mirábamos los materiales, la cerámica, las monedas, la arquitectura. A día de hoy se analiza todo, la tierra, las semillas, la microfauna, la fauna… Todo esto nos aporta una información increíble.

Coincide el congreso con la conmemoración de los 21 años de Tarraco, como ciudad patrimonio de la Humanidad. ¿Cómo valora esta trayectoria?

Siempre vamos hacia adelante. Sí que es verdad que si miramos hacia atrás, podríamos haber hecho más o hacerlo mejor. Aqueológicamente hablando aquella Tarragona de los 90, no tiene nada que ver con la de ahora. Desde el 81 hasta ahora se han hecho más de 2.000 intervenciones tan solo en el municipio de Tarragona. Esto es una barbaridad.

¿Estamos mejor o peor?

Estamos mejor, pero si pienso en aquellas cosas que hacemos mucho mejor que antes, tan solo veo Tarraco Viva. El nuevo museo no se ha hecho, la Necrópolis el edificio está cerrado. Si tenemos que pensar en las cosas nuevas que se han hecho a Tarragona a partir de la declaración, porque se supone que esto debería haber sido un catalizador, vemos que ha sido increíble el fenómeno de crecimiento y todo lo que significa Tarraco Viva, pero a nivel de investigación tampoco no marca una diferencia y ahora vivo con una gran preocupación las últimas grandes intervenciones en patrimonio, que han sido muy discutibles. La intervención del Teatre era innecesaria y la de Sedassos también. Ahora como mínimo todas las instituciones somos conscientes de que no podemos seguir mirando hacia el otro lado o que, cuando hay una noticia, hay que depurar responsabilidades y no pensar que es cosa de otros. Tenemos que ir todos a una.

El año que viene habrá un chequeo por parte de la Unesco para ver qué pasa, ¿debemos temer o hay la posibilidad de perder este sello?

Sinceramente creo que no, pero este no es el problema. Lo importante no es si Tarragona pierde o no pierde este sello, sino que debería humillarnos que esto fuera una posibilidad. Qué ha pasado porque podamos preguntarnos si Tarragona podría perder el Patrimonio Mundial, porque lo importante aquí es que el patrimonio mundial somos nosotros y es responsabilidad nuestra. Tan solo de imaginarnos que podríamos perderlo significa que nos lo tenemos que hacer mirar todos.

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