Vuelve el tocomocho a Tarragona: estafan 6.000 euros a una mujer

Mossos investigan en Torreforta un caso, el primero en año y medio. Ha habido, al menos, otro intento de timo. En pleno boom del fraude informático, el delito tradicional regresa cíclicamente

12 marzo 2019 09:26 | Actualizado a 12 marzo 2019 09:51
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Es el delito que nunca se ha ido. O, más bien, que vuelve de forma periódica y regular, inmutable al paso del tiempo, ajeno a modas, a perfeccionamiento de técnicas y a nuevas tendencias. «Más allá de las estafas informáticas y de lo vinculado a la banca electrónica, hay un remanente de estafas que son los clásicos, muy nuestros y muy arraigados», explica el jefe de investigación de los Mossos d’Esquadra en Tarragona. 

En esa casuística se encuentra el tocomocho, una estafa tradicional que se ha vuelto a registrar en Tarragona. En concreto, el suceso tuvo lugar en Torreforta, a finales del mes de febrero, y la víctima fue una mujer mayor a la que acabaron sustrayendo más de 6.000 euros. Recientemente, ha habido al menos también un intento más en los barrios de Ponent que no acabó fructificando.  

Los Mossos confirman que recibieron la denuncia de la mujer y que la investigación está en marcha. Hacía un año y medio que Mossos no tenían constancia de este tipo de actuaciones en Tarragona. «Suele ser un delito cíclico, porque lo llevan a cabo clanes familiares muy determinados y especializados. No se ponen a ello neófitos. No es un delito que se produzca de forma continuada. Esos clanes tienen un alto grado de itinerancia y eso hace que sea cíclico», explica el responsable de investigación de Mossos. 

Un clásico que siempre vuelve
En tiempos de ciberataques en aumento –en la provincia se producen más de mil al día– y de estafas informáticas cada vez más sofisticadas y complejas, el tocomocho se mantiene como un clásico que, a veces, se acaba concretando para desgracia de la víctima. 

«Todas las estafas van a la misma línea de flotación, que es la de querer más, y de comprar duros a cuatro pesetas. El tocomocho y la estampita, que tienen la misma operativa, no se han renovado porque la condición humana sigue siendo la misma ahora que hace 30 años. No evoluciona nunca y las víctimas potenciales suelen ser mujeres de cierta edad», cuentan desde Mossos. 

En el caso de Torreforta se reprodujo el patrón habitual, que comienza con una mujer en la calle, en un lugar de mucho tránsito. La víctima fue abordada por alguien que decía tener billetes de lotería premiados que no podía cobrar. El supuesto estafador ofreció a la víctima venderle el boleto por menos dinero del que correspondía al premio. 

El que da la cara y el cómplice
Es entonces cuando entra en juego un compinche que es fundamental en la trama improvisada en la calle para dotarla de más credibilidad. «Siempre hay una persona que da la cara y otra que hace el enganche, que también pertenece al grupo pero que llega como si fuera un ciudadano que se mete en medio y es el que acaba llevando a la víctima a tomar esa decisión, que por sí sola no tomaría. Hace de enlace. La víctima tiene dudas pero como hay otro ciudadano, en principio inocente, que se anima para optar a ese premio, al final cae», explican desde Mossos d’Esquadra. 

Todo ello, además, se desencadena de forma rápida. «Todo hace que se precipite bastante, que haya prisas, y eso hace que las medidas de precaución y calma que se puedan tener se diluyan», comenta el jefe de Mossos. La víctima suele dirigirse en ese momento, acompañada, a una sucursal bancaria a retirar el dinero que entregará en una operación en la que suele incluir también joyas, que a veces son recuerdos de familia y pueden tener, además, un gran valor sentimental. 

Todo, en suma, acaba configurando un enorme descalabro económico pero también personal para el afectado. «Es gente que suele llevar una vida bastante modesta, muy discreta, pero que puede tener algo de ahorros acumulados. Los delincuentes eligen mejor a la víctima que el día en que actuar», añaden. En ocasiones, como es el caso de Torreforta, se mueven por barrios humildes, de trabajadores, muchas veces ubicados en la periferia. 

El desenlace, si nadie lo ha impedido, es inevitable: la persona entrega el dinero y recibe esos cupones que, una vez en la administración de lotería correspondiente, descubre que no están premiados. Hay otros condicionantes, según explican estas fuentes policiales, que en ocasiones de topan con dificultades en su investigación: «Se trata de una puesta en escena que delincuentes de otros ámbitos no sabrían llevar a cabo. Es algo especializado. El objetivo de la investigación se ve dificultado porque los delincuentes suelen llevar gorras, gafas u otros elementos de ocultación, lo que dificulta el reconocimiento». 

Pese a eso, se acaban resolviendo muchos de estos delitos, que por otra parte se vuelven comunes en el tiempo: «No deja de ser una estafa, la penalidad no es muy alta y por eso los delincuentes suelen ser muy reincidentes».

Este tipo de delitos se basan en la exploración de la buena fe de la víctima, casi siempre vulnerable. Nunca se emplean sustancias para intentar modificar la voluntad. «No nos hemos encontrado con ningún caso así. Lo que ocurre es que el propio decaimiento de la persona y la sensación de culpabilidad es tal, por la desgracia, que puede provocar un aturdimiento que es más psicosomático que otra cosa», aclaran desde Mossos d’Esquadra. A pesar del duro varapalo económico y emocional para el estafado, hay personas que no denuncian por el punto de vergüenza que da haber caído en esa estafa. 

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