«Ya estamos cansados de ser pacíficos, pasemos a la acción»

Máxima tensión. Unas dos mil personas cortaron la autopista, después de la concentración multitudinaria en la Plaça Imperial Tarraco

26 marzo 2018 07:53 | Actualizado a 26 marzo 2018 07:59
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Más indignación que nunca. Parecía que ayer despertaba el monstruo. Y despertó no solamente en Tarragona, también en las cuatro capitales de Catalunya y en todos los municipios donde se llevaron a cabo las concentraciones. El motivo: la detención de Carles Puigdemont en Alemania. Unas cinco mil personas se concentraron en la Plaça Imperial Tarraco con carteles que suplicaban a Alemania no extraditar al expresident de la Generalitat. Estaban escritos en alemán y los alzaban bien arriba para que las cámaras de televisión los pudieran grabar. Los nervios estaban a flor de piel y las caras de los presentes pedían pasar a la acción. «¡Ya no queremos ser pacíficos, basta!», decía una mujer, indignada y con lágrimas en los ojos. 

Fue el turno de la presidenta de Òmnium Cultural del Tarragonès, Rosa Maria Codines. Cogió el micrófono y dijo: «Som gent de pau». Pitada monumental. «Ja n’hi ha prou», decían y repetían una y otra vez los manifestantes. «Pasemos a la acción», seguían. El ambiente estaba crispado y la mayoría de los concentrados eran de los que piensan que con llevar el lazo amarillo ya no es suficiente.

La concentración, organizada por Òmnium Cultural, ANC y los CDR, contó con representantes de las entidades independentistas del Camp de Tarragona. «Venimos de las Terres de l’Ebre, y allí tenemos de todo, menos paciencia», decía uno. Otros apostaban por «ir por la vía de la desobediencia y estar permanentemente en la calle». Mari Carmen Jordà y su hija Anna Margalef viajaron 60 kilómetros para asistir a la concentración. «Venimos de Tivissa, y venimos porque no aguantamos más en casa. Que sepan que no tenemos miedo», decía Jordà, mientras gritaba «Puigdemont. el nostre president». Luego llegaron algunos de los rituales de estas últimas concentraciones. Los manifestantes quemaron fotos del rey y también una bandera española, aunque algunos de los presentes no estaban de acuerdo con la esta última acción. 

Codines, de Òmnium Cultural, se mostró confiada en que Alemania no extraditará a Carles Puigdemont, «ya que en un país democrático, y sus medios de comunicación se han hecho eco de lo ocurrido en Catalunya». 

Carles Gómez, de la ANC, definía el gobierno español como «ruin y miserable, que persigue a la gente por sus ideas». Gómez hizo un llamamiento a la calma y pidió «no darles el gusto de que consigan la foto de la violencia». 

Después de los parlamentos, fue el turno de la comida. La fachada de la subdelegación del gobierno español quedó llena de huevos y tomates, que tiraban los manifestantes. De repente, sonó Els Segadors. Como apunte curioso, un agente de los Mossos d’Esquadra tarareaba el himno bajo la mirada de algún manifestante. Parecía que se había acabado, pero el Comitè en Defensa de la República de Tarragona (CDR) animó a los concentrados a bloquear el tráfico en la autopista. 

Máxima tensión en el peaje

El desfile de manifestantes empezó recorriendo las autovías A-7 y A-27, a su paso por Tarragona, dirección Castellón. Jóvenes, niños y gente mayor estaban dispuestos a bloquear las principales carreteras que pasan por la ciudad. Lo tenían claro: estaban dispuestos a llegar hasta el final y, por eso, bloquearon también la autopista AP-7, dirección Barcelona. Un grupo más reducido de personas se fue dirección Castellón. Durante el trayecto, las conversaciones entre unos y otros eran muy parecidas. Hablaban de Puigdemont y de los familiares de los políticos encarcelados. También se oían cánticos, como «Les carreteres seran sempre nostres» o «Fora les forces d’ocupació». Había tanta gente y todo era tan oscuro que no se veía nada.

«Venimos de las terres de l’ebre, y allí tenemos de todo menos paciencia. Todo el mundo debe salir a la calle»
CDR Terres de l’Ebre

Los momentos de máxima tensión llegaron sobre las nueve de la noche, en las cabinas en las cabinas del peaje, cuando los Mossos d’Esquadra, que habían desplazado hasta el lugar tres furgonetas, intentaron detener a los manifestantes, que arrojaron alguna piedra a los agentes y dieron alguna patada a los coches. Los antidisturbios bajaron de las furgonetas, pero al ver la multitud de personas que se disponían a sobrepasar el cordón policial, volvieron a subirse. Aún así, un agente de los antidisturbios abrió la puerta del vehículo y sacó la porra, intentando dar golpes a los concentrados. En primera fila de la manifestación había personas con el rostro tapado. Detrás familias enteras, que por primera vez iban a cortar una carretera.

«Es una situación excepcional y nunca me hubiera pensado llegar a este extremo. Pero es lo único que podemos hacer», decía Maria Bertran, una mujer de 70 años, que caminaba sin parar.

La poca coordinación evidente entre los agentes y el gran número de manifestantes fueron suficientes para que la marcha llegara a su destino y bloqueara la autopista AP-7, dirección Barcelona. En algún momento, algunos conductores se enfrentaron a los manifestantes. Una pareja llevaba en el vehículo un bebé de siete meses. Primero pidieron poder pasar. Pero al ver que no era posible, bajaron del coche y se lo tomaron en calma. Antes de las once de la noche, un grupo de personas volvió a cortar la Plaça Imperial Tarraco. La de ayer fue una de las manifestaciones más tensas que Tarragona ha vivido desde el pasado 1 de octubre. Por tercera noche consecutiva, los concentrados bloquean las principales carreteras a su paso por la ciudad.

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