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    Antonio Labad: «Nos esforzamos para que la medicina sea más humanista»

    Psiquiatra y neurólogo, ya jubilado, continúa vinculado a la Facultat de Medicina de la URV, donde el próximo día 6 acompañará a los nuevos facultativos en la ceremonia de graduación

    30 abril 2022 14:09 | Actualizado a 30 abril 2022 14:43
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    Psiquiatra y neurólogo, Antonio Labad, ya jubilado, ha vivido los cambios decisivos en los que se vio inmersa la especialidad de salud mental durante la segunda mitad del siglo pasado. Por una parte, la psiquiatría pasó de depender de las diputaciones provinciales a hacerlo de la Seguridad Social. Por otra, se abrió a la sociedad en forma de centros comunitarios. Durante su trayectoria, Labad ha estado vinculado al Hospital Joan XXIII de Tarragona, al Institut Pere Mata de Reus y a la Facultat de Medicina de la Universitat Rovira i Virgili (URV), instituciones, estas últimas, con las que continúa relacionado. De hecho, el próximo 6 de mayo, en el acto de final de curso, aparecerá en las orlas junto a los nuevos facultativos, en una decisión votada por los propios estudiantes. Hasta el año pasado, Labad fue, asimismo, presidente de la Comisión deontológica del Col·legi de Metges.

    ¿Cómo ha cambiado la psiquiatría?

    Totalmente. Sobre todo a partir de la apertura de los centros de salud mental a principios de los años 70. Es decir, el Pere Mata, con la colaboración de la Diputació de Tarragona, fueron pioneros en la creación de estos dispensarios en España. El primero se abrió en Asturias, posteriormente nosotros y solo diez años después lo hicieron en Barcelona.

    ¿Qué supusieron?

    A partir de aquí empezamos a trabajar en cada localidad con las familias de los pacientes ingresados para que los acogieran en los domicilios. Les aportábamos tranquilidad y confianza, así como un seguimiento cercano, lo que supuso una reducción importantísima de enfermos hospitalizados en la provincia. Esto también forma parte del tratamiento, ya que de otro modo, parece que solo se prescriban medicamentos.

    ¿Los medicamentos son necesarios siempre?

    Las medicinas están al servicio del tratamiento. El planteamiento binario de blanco o negro es falso. De hecho, los conceptos sobre un tratamiento en familia o una hospitalización continúan hoy. Personalmente, creo que el planteamiento debe verse en su conjunto, dependerá del trastorno de que se trate, del contexto del enfermo y en ocasiones se deben combinar aspectos psicoterapéuticos y psicofarmacológicos.

    ¿Qué queda de las enseñanzas del doctor Tosquelles?

    Muchas cosas. Poco antes de morir Tosquelles, estuve con él en su casa, en Francia, donde reflexionamos que la psiquiatría había dejado de ser algo diferente del resto de la medicina. Se había incorporado a ella y esto tiene cosas buenas y otras no tan buenas.

    La autolesión casi nunca está relacionada con un intento de suicidio. A veces es una forma de sentir un dolor que neutralice el psicológico

    ¿Como qué?

    La buena es que forma parte de toda la estructura médica. Pero, ¿qué se ha perdido? El aspecto más psicológico, más filosófico, más antropológico ha pasado a un segundo plano. Y es un poco parecido a lo que puede suceder en otras especialidades. Nos estamos esforzando continuamente para que la medicina sea humanista, hay que poner énfasis en la relación médico-enfermo, en el cuidado, en la atención y la comprensión, hay que ponerse en el lugar del otro.

    Tenía entendido que la psiquiatría había mejorado en ese aspecto, si la miramos de forma histórica.

    Históricamente, cuando los enfermos sufrían determinadas crisis, la tendencia era a aislarlos para que no crearan problemas. Pero ya a partir de la Revolución francesa, las consignas de libertad, igualdad y fraternidad se extendieron a toda la sociedad, también a los enfermos mentales. Se abogó por un trato más humano, por hablar con ellos, no por encadenarlos.

    ¿Qué opina sobre la terapia por electrochoques?

    Actualmente acojo a los alumnos de prácticas de Medicina y siempre les explico que cuando se inventó el electrochoque tuvo una importancia fundamental. No obstante, su gran fallo fue que se prescribía para todo. Y películas como Alguien voló sobre el nido del cuco y otras muchas, han querido dejar en evidencia lo mal que se hacía en psiquiatría. Pero como todo, tiene su parte buena.

    ¿Aún se utilizan?

    Yo los he utilizado y Tosquelles también. Pero en el mayo del 68 las cosas empezaron a cambiar, sobre todo en Estados Unidos. Y se dejaron de hacer en algunas clínicas, como el Pere Mata o Sant Boi, pero no en otras. La cuestión es que está bien aconsejado hacerlos en situaciones muy precisas y concretas, como en depresiones biológicas o cuadros de catatonía. Asimismo, también ha cambiado la forma de hacerlos, con un protocolo propio.

    Estamos en la era de la depresión. Pero, ¿qué es?

    Es un tema muy complicado. Es un síntoma de tristeza, se está desanimado, bloqueado, sin interés para nada. Pero el origen puede ser completamente distinto. Quiero decir, puede haber un duelo por la pérdida de un trabajo, por una ruptura, la pérdida de un ser querido, un animal de compañía... y se produce un vacío. Sin embargo, al cabo de un tiempo esto se tiene que resarcir. De otro modo hablamos de depresión vinculada más a lo genético o biológico, no tanto con aspectos del entorno.

    ¿Qué le puede decir a unos padres con un hijo, normalmente adolescente, que se autolesiona?

    Antes de decir, se debe escuchar. Cuando alguien llega a la consulta por una autolesión, lo primero que hay que hacer es escuchar y preguntar, pero en el sentido más ingenuo de la palabra, ya que esa persona se tiene que percatar de que hay un esfuerzo por comprenderle. Y el sanitario debe intentar abordar el contexto en el que se ha producido esa situación. Porque casi con toda seguridad no se va a resolver con un tratamiento farmacológico, sino intentando rehacer aquellos puentes que se han roto en los anhelos de esa persona de llevar una vida feliz. La autolesión casi nunca está relacionada con un intento de suicidio, a veces es una forma de sentir un dolor capaz de neutralizar el psicológico, el más profundo.

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