Clara Peya destila riqueza, no suele posar en los carteles de los festivales más comerciales del país, pero su propuesta está embriagada de talento. Inquieta y desclasada, toca el piano, compone, crea bandas sonoras o forma parte de espectáculos de teatro, de circo o de danza. Incluso, encuentra tiempo para crear su propia banda y manejarla con una delicadeza detallista. En Corsé, su último espectáculo, se sienta de espaldas al público, y desliza sus dedos sobre el piano con maestría, mientras el resto de la formación, a dos voces (Aina Zanoguera y Carmen Aciar), batería, teclados y sintetizadores, camina bajo la perfección sonora y escénica. Todo ello lo domina Peya, que es amor para los sentidos.
El Tetafest le viene como anillo al dedo, ese aire reivindicativo, esa lucha por los derechos, también se encuentran en sus canciones. En Tarragona, el repertorio incluyó temas como Sota les dents, Estat salvatge, Cerebralmente, una reflexión en torno al concepto de perfección y el grado de violencia y exclusión que puede implicar.

Peya forma parte de la trastienda underground del país, no se ha vendido al valor del dinero. Aunque seguramente no pretende que la encasillen, su dramaturgia escapa de lo convencional. Hace música y emociona a través del contenido, no de la postura.
No agotó tickets esta vez, pero no necesitó de un Camp Mart repleto para calentar sus biorritmos, hasta el punto que los fans la despidieron y, cuando amagó con cerrar la actuación, no la dejaron a voz en grito. Peya, probablemente, se ha convertido en uno de los tesoros creativos más importantes del país, aunque a menudo no la inviten a las alfombras rojas.
Se bajó del estrado Peya y la relevó Zahara con su Lento Ternura, el nuevo álbum que mantiene el coqueteo con la electrónica. En el directo existen ramalazos de club berlinés, hay parajes de baile sin mesura. Zahara se ha olvidado de la crudeza de PUTA, su gran obra maestra, para sonreír con más frecuencia y enviar mensajes de esperanza. “Reivindicarnos en cada momento cansa mucho, por eso esta canción os la dedico a todas vosotras”, comentó al público. Zahara suele sorprender a la corriente, es capaz de ponerse a cantar en la parada de un metro de Barcelona como escuchar a Bad Bunny. La contradicción forma parte de su espacio vital, quizás también creativo. Alma inquieta, carpe diem.

Su público derrama emoción y la venera. La tradición de esconder un par de sus caricaturas en cartón en los recintos de los festivales donde actúa tampoco faltó en Tarragona. Dos grupitos de adeptas y adeptos las descubrieron en el baño de mujeres del Camp de Mart y posaron con ellas con orgullo.
En el Tetafest sonaron clásicos como Taylor o Llévame a bailar, además de los últimos y adorados himnos, Tus michis o Yo solo quería escribir una canción de amor. El gentío lo cerró con las caderas alejadas del asiento, como flotando por el ambiente ante el embrujo de las mezclas de Juno y compañía. Otra noche de autora para Zahara, que se ha convertido en un reclamo sin sospechas para los eventos de verano. Tanto ella como Clara Peya demostraron que, todavía hoy, hay demasiadas pocas mujeres en los festivales.