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    El alcalde no llena el Metropol

    Si Ricomà quiere volver a ser escogido para gobernar la ciudad en 2023 deberá mejorar su poder de convocatoria. Lo que sí demostró ayer es su progreso a la hora de hablar en público

    21 junio 2022 22:11 | Actualizado a 22 junio 2022 15:25
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    Que un alcalde de capital de provincia como Ricomà no consiga llenar un teatro para explicar qué ha hecho y qué quiere hacer en un futuro es preocupante. Si además, su equipo propone a una población de más de 130.000 habitantes hacerle preguntas para contestarlas el día de la conferencia y solo se reciben 35, todavía lo es más. Una vez hecha la crítica, hablemos de lo más positivo de la tarde de ayer. Ricomà demostró ayer que sus dotes comunicativas han evolucionado hacia mejor. Mucho mejor. Queremos el nombre de su coach para felicitarle. Al César lo que es del César.

    El discurso del alcalde Ricomà tuvo tres puntos fuertes. Los dos primeros minutos fue uno de ellos. Solo ante el peligro, sin papeles, con Detroit y Portland de fondo, moviendo las manos con total comodidad y hablando de dos ciudades en las que se refleja. Consiguió captar la atención. Tanto era así que parecía que se sabía el relato de memoria. Spoiler: no acabó siendo así. El segundo acierto, sin ninguna duda, fueron los tres vídeos que consiguieron generar cierto sentimiento de orgullo entre las butacas. Imágenes del Carnaval, de la Setmana Santa, del carril bici y de los cerca de 350 millones de euros invertidos en la ciudad. Y finalmente, los últimos minutos de conferencia, donde contestó –aparentemente de forma improvisada y transparente– las cinco preguntas de la ciudadanía. El resto de discurso –que duró unos 50 minutos– se limitó a medio leer el texto en un atril, al más puro estilo del opening de Mr. Bean. Un foco le iluminaba solo a él, dejando el resto del escenario totalmente a oscuras.

    El alcalde estaba arropado por el equipo de gobierno al completo –incluidos Dídac Nadal (JxTGN) e Inés Solé (CUP)–, por compañeros de partido, como Raquel Sans y Ernest Maragall, por amigos y por otros que no lo son tanto. De la oposición solo se presentó Sandra Ramos, del PSC, dispuesta a escuchar «mucha fantasía», decía. El presidente del Port, la de la Diputació, los alcaldes de Torredembarra y Falset, la delegada del Govern o el recién estrenado rector de la URV tampoco faltaron a la cita.

    A modo de confesión, la mujer del alcalde nos explicaba que Pau había pasado un día normal y corriente, que había hecho él la comida –de menú, vichyssoise y escarola con romesco– y que estaba tranquilo porque, aseguraba, «es un animal de elecciones». Ricomà, otro descubrimiento, es un amante de ver por televisión los debates políticos de otros países.

    Diferentes tonos

    Sin corbata, pero con traje azul y camisa blanca, el alcalde utilizó todos los tonos y registros de voz posibles durante su discurso. El enfadado, recriminando al estado que no aplique el sistema de alerta SMS en caso de emergencia. También usó el resignado, hablando de los pocos recursos que hay para conservar el patrimonio. El tono esperanzador al destacar la reactivación del mercado de Bonavista y de la apertura de nuevos comercios. También el de agradecimiento, felicitando a las entidades que hacen grande las fiestas populares. Y, finalmente, el tono de ataque, hablando de la mala gestión del antiguo gobierno socialista, con ejemplos como el Jardí Vertical de la Tabacalera o la plataforma del Miracle.

    Quizás si a los invitados que faltaron les hubieran dicho que tras el discurso habría un aperitivo, no hubieran faltado al evento. Sea como sea, ahora, que Ricomà ha demostrado ser un experto en hablar en público, debe trabajar su poder de convocatoria, si lo que quiere es volver a ser escogido alcalde de Tarragona el año que viene.

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