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El infierno de la adicción al juego: «Lloraba mientras iba al cajero a robar a mi madre»

Un 20% de menores entre 14 y 18 años ha jugado alguna vez con dinero. De todos ellos, una quinta parte podría caer en una adicción. Influye el uso compulsivo de internet

12 octubre 2023 11:33 | Actualizado a 13 octubre 2023 07:00
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«Mi primera vez fue con catorce o quince. Ahora tengo treinta. Estaba en un bar, viendo el fútbol con unos amigos y aquello que te juegas el cambio de la bebida, cantidades insignificantes, a priori. Siempre de una forma colectiva y social, aunque no sentía ningún tipo de presión. A los dieciocho, entré al casino por primera vez. Me dieron una invitación con una cantidad para gastar y, ese día, tuve la mala suerte de que me tocara un premio de unos mil euros. La cabeza me hizo un clic. Entre sin un duro y salí con mil euros. Fue un shock. Dije ‘esto es lo mío’».

«Tuve la mala suerte de que, en el primer día de mi vida en un casino, me tocó un premio de mil euros»

La de Vidal es una de las muchas historias de personas que sufren o han sufrido una adicción al juego. «Al principio, sí que iba con los amigos al casino, hasta que van ‘molestándote’, van diciéndote que estás pasándote, que estás apostando mucho, que frenes... Pero tú vas tirando y vas tirando hasta que acabas yendo solo». Es la narración de una transición incontrolable. «De alguna manera, al principio consigues no quedarte sin dinero, pero empiezas a pasar serios apuros y a llegar muy justo. Llega un punto en el que todo se convierte en un tsunami y no hay vuelta atrás: te da absolutamente igual el tiempo que quede para cobrar».

«Llega un punto en el que todo se vuelve un tsunami y ya no hay vuelta atrás»

Es una especie de bucle infinito que tan solo son capaces de entender completamente las personas que lo han sufrido: «Yo estaba en una tragaperras de un bar convencido de que iba a gastarme diez o veinte euros y que, si no ganaba, daba igual, pero, cuando quieres darte cuenta, estás diciéndole al camarero que apague la máquina y estás yendo al cajero llorando por la calle con la tarjeta de crédito de tu madre, que es la persona a la que más quiero en este mundo. Y estás dándote cuenta, pero hay una fuerza interior que te lleva delante de la máquina».

Son situaciones que repercuten en absolutamente todo: «Me perjudicó con todo mi entorno. Ya no es que tus amigos se aparten de ti, es que eres tú mismo quien los aparta cuando te juzgan. Los ves como una especie de freno. Yo estaba en reuniones sociales en mi casa y me iba al baño haciendo ver que me encontraba mal para tirarme una hora jugando con el móvil».

«Hay una fuerza interior que te lleva delante de la máquina»

«Con 22 años, yo ya sabía que tenía un problema con el juego, pero no sabía que lo que en realidad tenía era un problema de adicción a todo, aunque el juego siempre ha sido lo que más se ha acentuado». Vidal afirma que fue un punto de no retorno el que le hizo decidirse por pedir ayuda: «Estaba en números superrojos: debiendo mucho a casas de créditos, muchísimo a mi jefe y, después de toda una noche sin parar, me encontré en una situación en la cual ya solo podía pedir ayuda. No había ninguna salida más para mí. Fue un 17 de diciembre de 2021».

«Yo había conocido a un monitor que trabaja en el centro donde me trato. Él me había explicado lo que se hacía y, un par o tres meses antes de dar el paso definitivo, después de otra mala noche, envié un correo electrónico con un nombre falso porque me costaba asumirlo. Al final, si te vas a dormir y esperas, acabas sin ir a tratamiento porque minimizas y relativizas. Te haces la trampa: dices ‘ya lo pararé’ o ‘ya me controlaré’».

El tratamiento consta de diversas sesiones de psicoeducación, en grupo y con personas allegadas

«No hay palabras para describir cómo me sentía, era como una carrera sin final. Era un agobio y un sufrimiento diario. Vas pensando ‘que no me vea este si salgo por aquí porque le debo dinero, que no me vea el otro tampoco...’ Yo me iba a dormir pensando en cómo iba a hacer al día siguiente», recuerda.

Dos años después, sigue tratándose: «Hay momentos duros, evidentemente, pero mi peor día de ahora no lo cambio por mi mejor día de antes. Tratar mi adicción ha sacado mi mejor versión. Ahora, me pregunto: ¿si no hubiera sido adicto, habría crecido como persona como lo he hecho?». No ha jugado desde entonces.

«No cambio mi peor día de ahora por mi mejor día de antes»

Según los últimos datos disponibles de la Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES), relativos al ejercicio de 2021, un 20% de los estudiantes entre 14 y 18 años ha jugado con dinero o bien en línea o bien de forma presencial. La mayoría empiezan a los catorce o quince y una quinta parte de los menores que han jugado corre el riesgo de caer en lo que se llama ‘juego problemático’: una fase en la que hay consecuencias significativas, pero que no llega a ser un trastorno. Influye el uso de internet y la facilidad de acceso y de actuar bajo el anonimato.

Núria Cónsola es psicóloga especializada en adicciones en el Centro Benavet de la ciudad de Tarragona. Explica que, normalmente, «llega un momento en el que los pacientes acumulan muchas deudas que no pueden sostener y la cosa explota». «En los últimos años, especialmente por las apuestas en línea, los casos van en aumento; ahora, hay temporadas que vienen más personas por juego que por sustancias, y cada vez son más jóvenes», añade.

«Con la terapia, la familia entiende que ser adicto no es una decisión propia»

Una vez que los pacientes inician el tratamiento, lo más importante es que asuman su situación con naturalidad. Una vez eso sucede, se realiza un trabajo individual: «Es un gran cambio para ellos el de pasarse todo el día jugando a no poder utilizar el móvil ni el ordenador». Se llevan a cabo terapias de grupo, psicoeducación –un programa que analiza cómo la adicción afecta a otras vertientes de la vida de la persona–, sesiones con familiares... «Sin el grupo no puedo. El verte entre iguales y escuchar a gente con problemáticas como las tuyas en el día a día... Es algo que ayuda mucho», indica Vidal. Cónsola expresa que «hay que dar espacio a las familias para que entiendan cómo funciona la enfermedad».

«Con la terapia, la familia entiende que ser adicto no es una decisión propia. Hay más empatía porque, a veces, la gente de tu alrededor puede pensar que pasas de todo y, joder, yo no disfrutaba de ningún día de mi vida. El día que peto, yo voy a mi madre a pedirle ayuda y le digo ‘mamá, es que no sé ser feliz’».

Cónsola explica que dejar definitivamente una adicción es más complicado de lo que parece, y que las recaídas son, algunas veces, parte del tratamiento. Un tratamiento complejo, según afirma la especialista, para una enfermedad que consume día a día.

«Yo no disfrutaba ningún día de mi vida»

El apunte

Más de 14.000 catalanes tienen el juego prohibido

Un total de 14.095 ciudadanos en toda Catalunya están inscritos en el registro de personas que tienen prohibido el acceso a los establecimientos de juego. Se trata de un base de datos donde constan las personas que no pueden acceder a ningún local. Los motivos son diversos, ya que bien puede ser por decisión propia, por orden de un juez o por una prohibición de la Administración.

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