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El masón moderno que bucea en los archivos

Alexander Botella investiga la historia de la masonería en Tarragona y por el camino resuelve algún misterio... O no

05 septiembre 2023 19:35 | Actualizado a 06 septiembre 2023 07:00
Se lee en 1 minutos
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Alexander Botella (Reus, 1996) es historiador, periodista y guía turístico; y también es la primera persona que esta servidora conoce que se presenta a sí misma como masón. Así pues, la primera pregunta era obligada: ¿cómo se ingresa en una logia masónica? En su caso la respuesta tiene bien poco del misterio que esperábamos: «Mandé un correo electrónico y me llamaron». Tras tres entrevistas se ‘inició’. Eso sí, aclara que «nadie te va buscando ni convenciéndote de nada».

Si se le pregunta qué es la masonería, su sencillez es aplastante: habla de un grupo de personas con intereses comunes, no muy diferente de quienes se juntan en una peña de fútbol o en una colla gegantera. También responde que en Tarragona hay actividad masónica actualmente y que sí, que también hay mujeres, aunque son las menos.

Y es que lo que en realidad trae a Botella a la redacción (pese a la curioso que resulta encontrar a alguien que no llega a la treintena hablando de una organización siempre marcada por el secretismo) es hablar de su libro: ‘Masonería en Tarragona, una historia inédita’, publicado recientemente por Silva Editorial y con prólogo de Santiago Castellà.

El libro es una minuciosa investigación por archivos históricos y hemerotecas juntando retazos para tratar de recomponer la historia de la masonería en la demarcación en su época de mayor apogeo: entre los años 1731 y 1939.

En total Botella ha conseguido recopilar información de 11 logias masónicas y de 180 personas con nombre y apellido.

La primera referencia se remonta a la Villa de Els Munts (Altafulla) en época romana. Entonces no había masones, pero sí una sociedad iniciática que compartía muchas características.

«Me interesé por la masonería porque lo había visto en Reino Unido y Escocia... Simplemente mandé un correo electrónico y me llamaron»

En el transcurso de la investigación también se topó con nombres trascendentes como el de Philip Wharton, un noble inglés («un pieza», acota) impulsor de la masonería en España y quien por carambolas del destino acabó enterrado en el monasterio de Poblet en 1731.

La investigación se pasea por distintos espacios conocidos. En el caso de Tarragona rescata, por ejemplo la actividad de la logia ‘Fortaleza’ a finales del siglo XIX, muy relacionada con la actividad portuaria o los símbolos relacionados con la masonería presentes en el cementerio de los ingleses.

En el capítulo de Reus hay una de las peculiaridades del libro: un código QR que, si se sigue, muestra en 3D la fachada de lo que hoy es un edificio de viviendas en el Carrer de Roig pero que a finales del siglo XIX era una logia.

Aunque tal vez uno de los lugares mejor documentados sea Cornudella de Monstant, también a finales del XIX, cuya logia llegó a tener una cincuentena de miembros (la lista está llena de apellidos comunes) de los cuales hay una pequeña historia de cada uno.

Una buena oportunidad, se nos ocurre, para saber si aquel tío abuelo tan misterioso era masón.

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