El pistolero de TGN llevaba años quejándose a sus jefes

El supervisor de seguridad relata ante la jueza que Eugen M. Sabau llevaba tiempo enviando mails quejándose a sus jefes. La empresa no reforzó las medidas de seguridad en la oficina

28 enero 2022 10:50 | Actualizado a 28 enero 2022 12:23
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Eugen Marin Sabau, el pistolero que el pasado 14 de diciembre disparó contra tres excompañeros de la empresa Securitas y un mosso d’Esquadra, había denunciado a la compañía y mantenía conflictos laborales con esta «desde hacía años» . Por ello, ante la falta de acuerdo por estas discrepancias, habría enviado «desde hacía tiempo» varios mails quejándose a sus exjefes. Así lo aseguró ayer ante la juez del Juzgado de Instrucción número 5 de Tarragona el supervisor de vigilantes de seguridad, durante la jornada de comparecencias que este jueves llevaron a cabo dos heridos y siete testigos del tiroteo sucedido hace 45 días en la oficina de la compañía en la ciudad, situada en la Plaça del Prim.

Ese día, el «pistolero» disparó contra tres de sus exjefes, hirió en la T-11 –a la altura de Reus– a un agente de los Mossos d’Esquadra que lo conocía del Club de Tir de Sant Salvador y huyó hasta atrincherarse en una masía de Riudoms, donde fue neutralizado pocas horas después por los policías autonómicos.

«Siempre tenía problemas»

El empleado de la firma de seguridad relató ayer ante la magistrada que, a su entender, el tirador «estaba caliente porque siempre tenía problemas con la empresa», debido «al pago de dietas y de kilometrajes», y que «ahora hacía seis meses que estaba de baja por una lesión en la pierna». «Siempre se quejaba del gerente y de la jefa de servicios, pero antes ya había tenido problemas con el anterior jefe», afirmó ayer el excompañero de Sabau ante la jueza Sònia Zapater, que el pasado 17 de diciembre decretó prisión provisional para el pistolero, que sigue ingresado pero fuera de la UCI, ya que está siendo investigado como presunto autor de los delitos de homicidio, homicidio en tentativa, tenencia ilícita de armas (tenía cinco) y atentado contra la autoridad. «Tenía la percepción equivocada de que la jefe de servicios era la que decidía a quién y qué pagaba, cuando ella tenía superiores y no lo decidía. Él le tenía odio», detalló el supervisor, quien añadió que también es el encargado del armero. «Suerte que (Eugen) no sabía que yo tenía las llaves del armero. Si me dice que lo abra no sé qué es lo que hubiera pasado», afirmó ayer en sede judicial este empleado de Securitas.

Sin vigilante armado ni escáner

La instrucción de la causa sigue adelante, a la espera de poder interrogar al sospechoso, que quedó en coma y herido crítico por heridas de bala al ser neutralizado por la unidad de asalto de los Mossos cuando se había atrincherado en la masía de Riudoms. El hombre ya ha salido del coma y de la UCI, pero sigue hospitalizado y por su estado de salud la jueza todavía no ha podido interrogarle, aunque se ha dictado una orden de prisión provisional que empezaría a cumplir cuando salga del hospital, donde está custodiado por la policía. De hecho, la jueza intentó que el arrestado compareciera este pasado miércoles, de forma telemática, pero no fue posible porque su letrado está sufriendo un proceso de Covid.

Asimismo, durante la comparecencia judicial, el supervisor de Securitas también indicó que en la empresa no se reforzaron las medidas de seguridad para evitar lo sucedido hace un mes y medio. Por ejemplo, el testigo citó la posibilidad de haber puesto «un vigilante armado para disuadirlo o un escáner» para frenar toda opción de que en las dependencias pudiera accederse con «metales o armas», ya que ese 14 de diciembre «no existían medios de detención de entrada de metal en el interior, solo cámaras y alarma para robos».

De hecho, según trascendió el pasado 24 de diciembre mediante un vídeo publicado en la página web del periódico El País, el pistolero entró en la oficina de la Plaça del Prim con una peluca de mujer y una gorra para que le abrieran la puerta. Una vez dentro, se quitó la peluca y sus compañeros le reconocieron. Fue entonces cuando, tras una breve discusión, sacó la pistola y empezó a disparar. La peor parte se la llevó el gerente, que gritó a Eugen que «¡esto (el arma) no puede estar aquí!». Inmediatamente después recibió cinco de los once balazos que el tirador acertó contra sus víctimas. Cinco minutos después, Sabau salió de las dependencias de Securitas y se fue por la T-11 en dirección a Riudoms.

El mosso le conocía

A medio camino de la masía de la localidad del Baix Camp, en una rotonda a la altura del término municipal de Reus, Eugen también disparó a un agente de los mossos, que ayer también declaró ante la jueza. El agente, aún de baja, relató que cuando supo quien había disparado en Securitas «hizo gestiones con un amigo en común con Eugen». Este le contó que Eugen le había llamado pidiéndole su correo electrónico, al que envió un mensaje escrito dos días antes y que explicaba los motivos del tiroteo. En el texto, el tirador calificaba el acto como de «justicia» y denunciaba «el infierno» que vivía en la empresa, donde habría sido «explotado laboralmente» sufriendo, además, «racismo».

El policía y el amigo en común acordaron que se encontrarían en comisaría media hora después para que le enseñara el mensaje, pero no llegaron a hacerlo porque el mosso recibió el aviso de que el fugitivo estaba en la misma carretera en la que se encontraba su patrulla. Por eso, él y los otros dos mossos que iban en el mismo coche le persiguieron hasta alcanzarlo en una rotonda, donde intentaron detenerlo, y fue cuando el policía recibió un disparo en el brazo. El mosso aseguró ayer que el arrestado le disparó «absolutamente» con «intención de matar». El policía detalló que al recibir el impacto tenía los brazos a la altura del pecho, sujetando la pistola, cuando trataba de detener al sospechoso mientras se daba a la fuga.

El agente tiene una herida de bala en el brazo y otra en el pecho por el rebote de la bala que le dio en el brazo, y subrayó que el sospechoso le disparó a la altura del pecho. Cuando lo hizo, Sabau estaba sentado en el asiento del conductor del coche con el que huía, y el policía contó que estaban a la misma altura porque él estaba agachado sujetando la pistola y pidiéndole que dejara su arma. El sospechoso y el policía se conocían; por eso, el mosso le interpeló por su nombre cuando intentaba detenerlo y como ninguno de los dos llevaba mascarilla Eugen pudo reconocerlo. «¡Deja la pistola, Eugen!», le gritó. Sin embargo, este le disparó y huyó hasta Riudoms, donde horas después fue neutralizado y arrestado.

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