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    «El problema no son las horas delante de la pantalla, sino lo que dejas de hacer»

    ¿Qué da más miedo, las drogas o las pantallas?, pregunta Cristina Delgado, encargada de acompañar a jóvenes que hacen un uso abusivo del móvil. Dice que estamos delante de una ‘epidemia silenciosa’

    20 marzo 2024 18:26 | Actualizado a 21 marzo 2024 07:00
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    Cristina Delgado es coordinadora de programas de prevención de Projecte Home y el martes estuvo en Tarragona para dictar la conferencia educativa anual que organiza la Fundació Pere Tarrés. En algún momento de la charla, que congrega en torno a un centenar de personas en el Col·legi de l’Advocacia de Tarragona, lanza la pregunta: ¿Qué nos da más miedo, las drogas o las pantallas?

    Sin dar tiempo a responder, comienza a hablar de los mecanismos neurológicos que se desencadenan con el uso de drogas: tolerancia, dependencia, síndrome de abstinencia... Basta con cambiar la palabra ‘sustancia’ por ‘pantalla’ para entender que los mecanismos son los mismos y, efectivamente, sí que da miedo.

    Epidemia silenciosa

    Dice, sin embargo, que se trata de una «epidemia silenciosa» respecto a la cual hay una gran «tolerancia social». Y ofrece algunos datos. La encuesta Estudes, que realiza un sondeo con alumnos de 14 a 18 años en institutos de todo el Estado, calculaba que en 2022 (última edición del informe) el 20% de los estudiantes tenía un uso compulsivo de internet. Esta forma de uso, además, era más alta entre las chicas (25,9%) que entre los chicos, algo relacionado con la propensión de ellas a ser más activas en redes sociales «porque los ‘like’ generan más adicción». Lo que no quiere decir que ellos estén libres de riesgo, porque en su caso son más de jugar a videojuegos y de acabar apostando.

    Pero, ¿cuántas horas hay que pasar delante de las pantallas para que se considere un uso abusivo? Pese a que los pediatras han establecido unas recomendaciones en función de la edad, Delgado considera que «el problema no son las horas delante de la pantalla, sino lo que dejas de hacer por estar conectado».

    Hay señales de alarma como el aislamiento, el abandono de aficiones o los cambios de ánimo

    La cuenta vale igual para adultos que para adolescentes. Cuántas actividades gratificantes, cuántos encuentros cara a cara se sacrifican por el tiempo virtual.

    Con todo, hay señales de alarma claras a las que habría que estar atentos: cuando el juego o el consumo de pantallas pasa de ser un entretenimiento a una necesidad, cuando hay un aislamiento del entorno familiar y social y se generan cambios en el estado de ánimo o bajadas en el rendimiento académico, cuando se llega al extremo de abandonar aficiones, de privarse del sueño o se dicen mentiras para poder conectarse.

    Pero antes de llegar a estos extremos, la experta, que realiza programas de acompañamiento y reeducación para jóvenes de 13 a 23 años y sus familias, explica que hay que «quitarse los zapatos de adulto y colocarse los de adolescente».

    Se refiere a interesarse por lo que hacen nuestros hijos, conocer sus intereses, saber las series que miran, jugar con ellos a los videojuegos que juegan... Es la única forma, asegura, de hacerse una idea de lo que está pasando.

    Se trata, en todo caso, de acompañar y, sobre todo, de poner límites. Es partidaria, por ejemplo, de firmar un contrato cuando se entrega el móvil a un adolescente con normas claras de uso y las consecuencias en caso de que se incumplan.

    Aunque si algo pueden hacer los adultos es revisar el uso de las pantallas que hacen ellos mismos, «porque somos sus modelos», y generar espacios y experiencias libres de pantallas.

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