Iglesia de Santa Tecla ‘La Vieja’

El templo es, evidentemente, de la primera mitad del siglo XII, es decir posterior al año 1118, en que San Olegario reconquistó a Tarragona

18 abril 2022 17:50 | Actualizado a 21 abril 2022 05:34
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Voy a resaltar esta iglesia-capilla olvidada e ignorada, quizás, por muchos de nosotros. La llamamos iglesia y no capilla (como muchos autores la titulan) porque este pequeño templo fue sin duda la primera Catedral de Tarragona.

Cuando San Olegario reconquistó nuestra ciudad del poder de los árabes, debió de procurar, ante todo, que se edificase un templo donde se celebrasen las ceremonias de culto, y este templo fue el que nos ocupa, cuya portada, como puede juzgarse por la fotografía de este escrito, es un bellísimo ejemplar del arte románico. La tradición ha querido dar a esta iglesia, como a la de San Pablo, una antigüedad exagerada, suponiendo que fue levantada en tiempos de la predicación de San Pablo y con ocasión de su venida a Tarragona (otro día podemos comentar esta iglesia). Pero no puede admitirse aquella antigüedad, porque el templo es, evidentemente, de la primera mitad del siglo XII, es decir posterior al año 1118, en que San Olegario reconquistó a Tarragona.

La fachada está constituida por una puerta de arco de medio punto, aunque parece adintelada por un tímpano sencillo, yendo esta puerta inscrita en un gran cuadrilátero formado por dos delgadas columnas y un friso. La puerta y el cuadrilátero semejan un arco de triunfo, como el arco de Bará. Sobre el friso se abre un ventanal estrecho, terminado también en medio punto, los extremos de la fachada son dos contrafuertes o machones algo avanzados, con columna el de la derecha y sobre ellos descansan los extremos del frontón triangular en que remata la fachada.

El conjunto, aunque de labra tosca y descuidada, es muy elegante, y seduce desde luego porque tiene todos los caracteres de la arquitectura románica en su mayor pureza. Primitivamente debió estar cubierto este templo por un armazón de madera, como era costumbre en las pequeñas iglesias, cuya escasa robustez no permitía desarrollar una bóveda de medio cañón. Tal vez pudo tener esta bóveda; pero en el siglo XIV desaparecieron la bóveda o el armazón de madera para construir la actual techumbre que es de gusto ojival, como la de la capilla de San Pablo. Entonces se ensanchó la iglesia, dándole forma de T, aunque no se construyó más que el brazo derecho, porque el izquierdo tropezó con un desnivel enorme del terreno que anuló la edificación.

Siendo esta iglesia la «primitiva Catedral tarraconense», en ella se celebraron las primeras fiestas religiosas, en ella se consagraron los primeros arzobispos, y allí se reunieron aquellos célebres concilios que dieron a la iglesia de Tarragona sus primeras constituciones D. Bernardo Tort, sucesor de San Olegario, así lo dispuso en la constitución que promulgó en 1154 creando el Cabildo metropolitano. «En la iglesia de Santa Tecla, decía: se celebrarán los solemnes oficios en fiestas dominicales y demás del año, así como los concilios y las consagraciones de los prelados».

No puede darse mayor honorabilidad para una iglesia tan pequeña. Cerca de un siglo estuvo desempeñando aquella misión venerable, hasta el año 1230 en que se trasladó el culto a la Catedral. Entonces quedó relegada a la categoría de «capilla del cementerio» que estaba situado junto al ábside de la Basílica, y esto explica el sinnúmero de sepulturas y lápidas que existen dentro de esta pequeña iglesia, hasta el punto de parecer un Museo funerario. Para capilla del cementerio llegó a ser insuficiente , porque con ocasión de una epidemia que asoló a la ciudad en 1348, fue tal el número de beneficiados y coadjutores de las parroquias que sucumbieron de la peste, que no bastando los muros y el pavimento de la capilla para colocar las lápidas, hubo que empotrarlas en el muro exterior del ábside de la Catedral y ensanchar el cementerio alrededor de la capilla, ocupando terrenos en que hoy están emplazados el Seminario pontificio, el Convento-Colegio de la Enseñanza y la mayor parte de la calle de Vilamitjana.

A principio del siglo XIX, cuando se habilitó el moderno cementerio con su capilla, quedó cerrada al culto la iglesia de Santa Tecla, que fue llamada ‘La Vieja’ y está convertida hoy, como antes comento en un verdadero Museo (abandonado) pues además de numerosos sarcófagos y lápidas que decoran sus pavimentos y sus muros, el Cabildo ha reunido allí muchos restos artísticos, ya procedente de antiguos retablos de la Catedral, ya descubiertos en terrenos contiguos a ella y pertenecientes al paganismo, como son algunos sarcófagos y cipos funerarios que se descubrieron en 1894, al rebajarse los terrenos del antiguo cementerio de Santa Tecla, para hermosearlos y cerrarlos con una verja de hierro.

No terminaré mi reseña sin consignar que en esta capilla descansan restos mortales de uno de los más eminentes arzobispos de Tarragona D. Bernardo de Olivella, a quien se debe la construcción de la grandiosa fachada de la Catedral y de las naves laterales. En el muro de la izquierda, entrando, debajo de un arco ojival, está un sarcófago; es una urna humilde, tanto como lo fue aquel memorable prelado, sin un adorno, sin una leyenda que recuerde su nombre; y, sin embargo, aquel varón virtuoso que murió pobre por que lo dio todo para la catedral, fue Gobernador general de Aragón en tiempos de D. Jaime ‘El Conquistador’ además fue consejero de D. Pedro III ‘El Grande’ y coronó por su mano a muchos reyes insignes.

Con esta ‘pincelada’ sobre uno de los edificios de incalculable valor histórico que tenemos en nuestra querida Tarragona. Simplemente pretendo despertar a quien corresponda en esta ocasión al Arzobispado de Tarragona, la adecuación de la citada iglesia-capilla de la “La Vieja” Santa Tecla. Como hemos podido comprobar, nuestra ciudad tiene mucho más para ver de lo estamos viendo, tanto a nivel iglesia-consistorio municipal. En consecuencia, es hora ya de despertar a la realidad; hacer y ofrecer a nuestra ciudad un conjunto más aún, armónico para ser visitada.

Con la firme confianza de que el reloj de la voluntad, lo pondrán-pondremos, para despertar a la hora adecuada y empezar a trabajar con más ahínco.

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